29. Charlas Necesarias

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— ¡No! —grito, pero mi voz se pierde entre la realidad y la línea caída al otro lado, pitando constante en mi oído—. ¡Maldito hijo de puta! —me dejo caer de rodillas al suelo, sintiendo mi mundo girar.

Freya no.

Leandro se arrodilla a mi lado, abrazándome, consolándome sin saber que lo que aquel individuo despreciable pidió a cambio de mi madre y hermana va a ponerlo todo de cabeza.

No pienso entregarle a nadie, menos a una bebé que nada tiene que ver con esto.

Mis huesos se calientan con tan sólo pensarlo.

Va a morir.

Lo voy a matar.

— ¡Isis! —las fuertes manos de Leandro me sacuden con violencia.

Observo como las mismas, sobre mis hombros, están brillando con miles de chispas y electricidad que no me dañan.

» ¿Qué...? —no paso desapercibida la mueca confusa del castaño, al notar como su poder no genera nada en mí.

—Tenemos que hablar. —es lo único que exclamo mientras retiro sus manos y me levanto, dejándolo estupefacto en el suelo.

Al pasar la puerta me agarra del antebrazo, esta vez sus chispas sí calientan mi piel haciéndome saltar.

— ¿Qué te dijo? —frunce el ceño demandante.

—Primero dime algo Leandro —abre sus ojos como dos grandes ventanas cafés ante mi voz ruda—. ¿Cómo se llama?

»Y no planees mentirme u omitirme información esta vez, él dijo que tú lo sabes. Además, debe haber alguna razón por la cuál te llamen a ti en un asunto que debería concernirme sólo a mí.

—Su nombre es Viggo Hansen.

No me sorprende en lo absoluto que tenga un nombre que combine con su acento y personalidad de desgraciado.

— ¿Cómo lo conoces? —inquiero sin dejar lugar a dudas ni segundos cuestionamientos, no voy a irme sin una respuesta.

—Isis...

—No, señor Greymme, discúlpeme si estoy siendo muy insolente pero no estoy para sus secretos en estos momentos. Si vamos a hacer algo en contra de ese bastardo debemos ir claros y sinceros desde ahora.

Él me mira como si no me conociera, totalmente desconcertado ante mi actitud.

Cuatro meses son mucho tiempo, no esperes que sea la misma de antes.

—De acuerdo, tienes razón... —elude mi mirada, arreglándose el cabello con una mano, ya sin electricidad plateada.

»Mi padre dejó unos cuantos asuntos sin resolver y, al morir, aquella deuda, que mantuvo en secreto por tanto tiempo, pasó a mí y a mi familia.

»Cuando Wolfgang nació, Viggo lo quería como parte del pago, o hasta que pudiese pagarle, pero lo que aquel idiota no sabía es que heredé los poderes de mi madre, quien desciende de antiguas brujas... Como tu abuela...

Trago fuertemente ante su confesión.

Ya sabía que la abuela de Leandro y mi abuela compartían lazos de sangre, pero nunca pensé que nuestros poderes se debieran a la magia de hechiceras.

Muchas preguntas se arremolinan en mi cansado cerebro, pero muerdo mi lengua para dejarlo continuar.

»Tuve un encuentro con él donde le dejaba claro mi posición al respecto además de una fea cicatriz —sonríe levemente al recordar. Yo también quisiera dejarle muchas cicatrices...—. Durante años pagué poco a poco esa deuda que sólo parecía ampliarse con cada segundo que pasaba, y cuando terminó pensé que nos dejaría en paz, pero la vez que lo confronté con mis... habilidades, él se obsesionó con nosotros y lo que poseíamos inherentemente, que él no.

Detrás de las Máscaras ✔︎Where stories live. Discover now