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Sena estaba acostada en su cama leyendo uno de los romances clásicos de la famosa escritora Jane Austen: Orgullo y prejuicio. Una novela que relataba hechos donde la mayoría de las chicas deseaban vivir. Para todas aquellas, pues la mayoría son mujeres, que se internaban en sus páginas quedaban convencidas de que era una aventura casi imposible de experimentar en flor de piel, pero continuaban amándolo porque... ¿Quién no quería volver a esa época donde las palabras eran pronunciadas con pasión? Sena sabía y detestaba un poco la época actual donde todo lo que antes era tradición había desaparecido: los noviazgos largos, las serenatas, las flores y chocolates, las cartas perfumadas, los pañuelos y las manos tomadas entre las rejas. Sena se decía que para su desconsuelo había nacido en la época equivocada.

Sin embrago no era de las que pensaba que la vida estaba contenida en los libros, sino que los libros contaban la vida, y por ello guardaba en su interior la esperanza de vivirlo alguna vez.

Sena a pesar de buscar la distracción en las palabras, no podía concentrarse en la lectura. Había un debate interior que ella quería callar de una vez distrayendo su mente hasta el cansancio, pero era tan fuerte que por mucho que lo intentó no halló otra solución que resolverlo lo antes posible. Dejó el libro a un lado y cerró los ojos, meditativa.

Pensaba en él. No, Sena no había olvidado su oferta y, aunque sabía que la respuesta correcta la había dado sin dudar, pero había una parte de su mente que no quedaba satisfecha. Todavía podía sentir la electricidad de su caricia y eso no sólo la hacía estremecer, sino dudar. Pero no podía permitirse pensar en ese asunto. Todo había quedado claro ¿O no?

Era casi medianoche y Sena aún estaba despierta esperando a su marido. Estaba preocupada por el hecho de que cada día se iba más temprano y llegaba más tarde. Entre las pocas veces que había podido preguntarle algo antes de que cayera rendido ante los brazos de Morfeo él había dicho en su beneficio que participaba en un proyecto muy importante que estaba tomando auge. Nada más. Ninguna otra explicación. Y a Sena no le bastaba eso. Algo y no sólo era su instinto le decía que le ocultaba más.

Sena meditaba en silencio tendida en la cama y pensaba en si su marido le estaba contando la verdad. Toda la verdad.

"¿Tendrá una amante?" llegó a preguntarse, y aunque no quería creerlo encontraba muy lógica esa posibilidad.

"¿Qué es un amante?" Sena llegó a hacerse esa cuestión.

Según los libros una amante era como la Serpiente, esa que había llevado a caer en tentación a Eva. Esa Serpiente se hechizaba a su presa con su hermoso movimiento, con su siseo y poco a poco la rodeaba y terminaba con su vida en su último aliento de éxtasis. Algo peligroso, embustero. Era la representación del mayor delito cometido contra el amor consumado. Era un ser capaz de entregarle un placebo a cualquiera, porque es precisamente del placer de lo que se alimenta. Era en sí, uno de los pecados más grandes que el ser humano podía cometer.

Pero, por otro lado, era, según otras versiones, una de las mejores aventuras que le era regalada a un apasionado corazón. Incluso lo comparaban con la euforia misma. Tanto serlo como tenerlo era entrar en el más delicioso pecado. Era adulterio, sí, pero era al fin, sinónimo de placer. Todo el que caía en las manos de un amante disfrutaba de sus delicias y entraba en un nirvana que no tenía final. Era un sacrificio válido, pues, si buscabas fuera era por una razón ¿no? Un amante te brindaría aquello que nunca recibiste, e incluso te daría más.

Sena recordó la propuesta de él. Aunque se había negado no podía dejar de pensar en lo que le había dicho. Ni tampoco en como la había hecho sentir. Ni siquiera se habían tocado. Ni siquiera había hecho algo imprudente y sin embargo recordó la electricidad que experimentó su cuerpo cuando tuvo su rostro a centímetros ¿Era parte de sus trucos? Sena no podía saberlo, y sinceramente quería averiguarlo por sí misma. Lo deseó por un momento e imaginó el sabor de su beso. Se encontró imaginando un beso húmedo, tierno y cálido. Imaginó esa sonrisa mañosa formase mientras sus manos recorrían su cuerpo. Susurraba cosas prohibidas a su oído justo como un Casanova y que tomase posesión de ella de una manera más tierna de lo que sus hábitos anunciaban.

Tentación (Ruki Mukami)Where stories live. Discover now