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Sena estaba preparada para convertir el dolor en placer.

Quería sus colmillos clavados en su piel otra vez. Quería sus manos tocando todo su cuerpo.

Lujuria. Ambos eran culpables de ese pecado, pero ninguno quería deshacerse de él. La empujó con suavidad para que se acostase en la cama. Se apoyó a horcajadas sobre ella. Poco a poco fue dejando fuera cada una de sus prendas, pero su rostro estaba oscurecido por la seriedad. Al tenerla desnuda ante sí y evidentemente expectante, Ruki no pudo evitar expresar su satisfacción por medio de una sádica sonrisa que hizo temblar a su presa de pavor.

Internó sus colmillos en su pecho, justo donde podía sentir el acelerado golpeteo de su corazón, semejante a un pajarillo deseoso de salir de la jaula en la que estaba condenado a vivir. Bebió con fuerza y Sena arqueó su espalda, invitándolo a desgarrar más su carne. Ruki, solazado con su reacción, soltó el agarre de sus colmillos, relamiéndose gustoso las comisuras de sus labios y, amenazante susurró a su oído: "No te muevas o lo haré más doloroso".

La tensión era lo único que se acumulaba en el cuerpo de Sena con la misma rapidez y cantidad que el dolor, haciendo que el placer se multiplicase. Besó sus labios con la suavidad que requería un toque descrito como cariñoso. Había besado los labios entre sus vigorosas piernas con aire malicioso, azotándola con fuerza en el muslo cada vez que gemía. Ella protestaba, pero no osaba moverse, aceptando cada caricia que le ofrecía su experta lengua. "No hagas ruido" ordenó Ruki en un susurro "¿O quieres que te escuchen?".

Por primera vez Sena pensó en la posibilidad de que hubiese alguien más en casa. Ruki se divertía con cada una de las precauciones que tomaba ella para evitar que se escuchase lo que indudablemente sus hermanos habían oído. Se mordía la lengua y alternativamente el labio inferior, reprimiéndose. Ofreció un roce delicado en su entrepierna y a pesar de casi no tocarla, ella reaccionaba como si estuviese dentro de ella. Era un espectáculo digno de admirar. Sena tenía cada vello en punta. Deseaba intensamente que se internara en sus caderas, pero él simplemente parecía divertirse con la frustrada llegada del orgasmo. Pero no podía quejarse, o iba a prolongar el peculiar dolor. Quizás, si hubiese decidido golpearla con el sadismo propio del siglo V, no se hubiese sentido tan humillada como en ese momento. Estaba a punto de liberarse de la tensión muscular y él no le permitía el deseo de llegar a esa pendiente de placer. En eso consistía el martirio: en evitar que obtuviese lo que ansiaba codiciosamente. Demostraba así Ruki uno de sus terribles métodos de tortura. Demostraba, además, que no necesitaba golpearla para que se sintiese humillada. Él quería que ella le suplicara por piedad. Quería dejar en ella esa persistente petición que urgía por más. Quería que ella rogase lo que deseaba. Sena lloraba y no sabía por cuál de todos los sentimientos que la ocupaban. "Dime lo que quieres" ordenó él y ella, aunque gustosa de poder pedírselo apenas pudo encontrar su voz para decirlo. "Quiero..." susurró entre gemidos "Quiero que estés dentro de mí..."

Ruki sonrió, pero estaba insatisfecho, quería volver a escuchar esa suplicante voz: "Repítelo" imperó. "Quiero que estés... ah..." Ruki internó sus dedos en ella y los movió con agilidad. Sena sólo siguió el ritmo de sus movimientos con sus caderas. "No te entendí" dijo aumentando el ritmo.

Sena con un poco de esfuerzo sacó sus dedos intrusos y lo lanzó a la cama. Ruki sólo sonreía "¿Qué planeas hacer?" cuestionó sin ocultar la diversión. "Si no me lo das lo tomaré" contestó Sena dejando las ropas de su amante a un lado. Se sentó a horcajadas sobre él, tomando un ritmo acelerado. Lo besó apasionadamente, mordiendo su labio con fiereza. "¿Estás molesta?" preguntó, mientras sostenía sus caderas apoyando su ritmo. Ella no ofreció respuesta alguna, pues pronto ambos se internaron en una espiral llena de hedonismo.

Lujuria ¿Quién no quiere encontrarse en las filas de ese pecado? El adulterio es sólo un método para calmarla ¿Existirá para estas almas salvación?

No. Pero ninguna la quiere. Su deseo las ha llevado a alcanzar las cimas de su espiritualidad. Le petit mort trajo placer para los dos en una misma campanada. Los amantes se disfrutan y redescubren. Más, más y más.

Exhaustos siempre quedan ¿Qué importa el cansancio? La pereza puede invadirlos, luego la gula también. Desde que Eva mordió la manzana por la tentación de la Serpiente, la mujer fue convertida en un ser diferente. Una mujer es un alma que nacerá siempre con el pecado y buscará en la Serpiente el consuelo que Adán no fue capaz de darle, justo como lo hizo Lilith. La Serpiente le entregará el fruto prohibido cuantas veces sea necesario y ella, que había encontrado la insatisfacción bajo el cuerpo de su marido se unió con un alma demoníaca y encontró la lujuria infinita en sus malditas manos.

Sena se apoyó en su pecho y suspiró, satisfecha. Cerró los ojos mientras él acariciaba suavemente su espalda.

"Esa sensación helada..." pensó ella "Podría sentirla por siempre..."

"Ese calor..." pensó él "Quiero sentir ese calor por siempre..."

Ambos cayeron dormidos en un profundo sueño, entrelazados y agotados. Sena durmió una vez más en los brazos de su amante y confirmó lo mucho que le agradaba su abrazo. Desde la ocasión en que disfrutó de un sueño placentero con él, nunca pudo dormir con la misma plenitud. Sena solía tener un sueño ligero y para su desgracia, sin sueños. Pero había experimentado el sueño muy profundo y placentero. Apenas podía sentir lo que había a su alrededor. Era delicioso.

Ruki pudo dormir acompañado de su delicioso olor. Había visitado sus sueños muchas veces, cuando dormía, quizás plácidamente, al lado de su marido. Muchas veces se fue dominando su cólera al ver como ese cobarde la abrazaba, pegando sus cuerpos después de todo lo que le había hecho. Sena inocente dormía, pero pronto sus sueños empezaron a ser más ligeros de lo que solían ser. Ruki disfrutaba de su expresión cuando estaba dormida, de su inocencia ante lo que pasaba en el mundo y su frío corazón se calentaba cuando, por casualidad, dejaba escapar una sonrisa. Pero al ver quien la acompañaba su felicidad se evaporaba. Él la tenía para sí, y la había traicionado. "No es más que otra parte del ciego ganado" pensaba mientras lo miraba con rencor. Fueron muchas las veces que quiso apretar su cuello hasta provocarle la asfixia, para que se ahogase, precisamente en ese descenso al infierno que tanto se merecía. Lo odiaba no solo por su suerte sino por su estupidez. "Tiene a una mujer perfecta a su lado y busca más..." pensaba encolerizado. Pero, a pesar de ese repudio, hallaba la calma en Sena y entre dientes, agradecía la necedad de Izumida.

Pero sabía que la ignorancia hacía sufrir a Sena y él había aprendido a odiar verla sufrir.

Sí, Ruki había estado esa noche en la que Sena se había deshecho en lágrimas y odió más que nunca el hecho de mantenerse oculto y no consolarla. Quiso irse de allí en cuanto la vio sollozar sin consuelo, no quería verla sufrir por ese estúpido al cual ella pensaba que le estaba haciendo un daño injusto. Pero su corazón, si es que estaba allí, le impedía irse. Aunque no pudiera hacer nada, la simple estadía le daba consuelo más a él que a ella. Quería salir y contarle lo que sabía, pero no podía hacerlo, o por lo menos no sabía cuánto daño le podía hacer saberlo todo. Ahora la tenía en sus brazos y no quería dejarla escapar. Había logrado que ella sintiese por él el mismo sentimiento intenso que el compartía con ella.

No olvidaba el primer momento en que la había visto. Entre la multitud, una chica jovial y hermosa caminaba con una seguridad incomparable entre la multitud. Sonreía para sí y la gente la miraba con extrañeza. Su sonrisa y su olor lo habían hechizado, así como el movimiento de sus caderas. La chica se internó en Myhon, y él descubrió su pasión por la lectura, así como su nombre. La recepcionista era su amiga, pero esa impresión se había disipado cuando Sena se alejó y la chica de busto prominente hizo un gesto de desagrado. Fue entonces cuando Ruki sintió curiosidad.

"Maldita curiosidad" pensó irónicamente "Hasta donde me ha traído" y, aunque solía quejarse de ese sentimiento, nunca negaría el agradecimiento a esta molesta sensación. "Pero gracias a ella te conocí" y con cariño, besó su frente mientras ella sonreía en sueños.

Tentación (Ruki Mukami)Where stories live. Discover now