Capítulo 7: Noche de fiesta

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Otra vez un viaje en auto en silencio con mi padre, esa escena reincidente de todos mis fines de semana. De nuevo, me llevé al viaje los apuntes que debía estudiar para rendir durante la semana en el colegio. Comencé con el libro de historia, el jueves tenía examen sobre la Independencia de Argentina.

Llegamos al atardecer, casi estaba anocheciendo. En cuanto entramos a la casa y antes de que siquiera pudiera dirigirme a mi habitación para dejar mi bolso, Julieta, mi hermanastra de catorce años, vino a mi encuentro:

—¡Esta noche saldremos a bailar con mis amigas y estás invitado! –Parecía que había estado esperando mucho para decirme eso—. Y si no trajiste ropa para salir, no te preocupes, Maca dice que ella te puede prestar algo de su hermano mayor.

—¡Wow! –exclamé—. Decile a Maca que muchas gracias, qué amable de su parte.

Anoté mentalmente que la próxima debía traerme mi propia ropa para salir.

—¡Genial! –exclamó Julieta—. Entonces le diré a Maca que venga, así nos cambiamos acá.

Mi padre escuchó toda la conversación, pero no dijo nada, se limitó a dirigirse al televisor. ¿La niña podía invitar a quien quisiera cuando quisiera? Yo siempre tenía que rogarles y hacer buena letra limpiando la casa durante una semana para poder invitar a un amigo a jugar.

—¿Querés jugar a la play mientras esperamos a Maca? –me sugirió Juli y de inmediato olvidé en lo que estaba pensando.

—Claro –le respondí.

Pasé por mi habitación, donde dejé mis cosas, y sin perder más tiempo fui junto con Juli a la suya para dedicarnos a asesinar zombies.

—¡Aguas! –le grité de pronto, antes de que un zombie saltara hacia ella. Me miró con una cara de desconcierto tal que no pude evitar destornillarme de la risa.

—¿Agua? –repitió—. ¡Dejá de reírte y revivime!

Julieta me golpeó el hombro para que reaccionara, pero no pude matar a los zombies que la rodeaban porque me estaba riendo a la vez que intentaba explicar el significado de "aguas" que me había dicho mi amiga mexicana. Ambos morimos inevitablemente, aunque también morimos de la risa con mi explicación.

—¿Cómo es que tenés una amiga de México? –me preguntó curiosa después.

—Bueno, es gracias a algo que todavía no entiendo cómo vivís sin eso: internet.

—¡Oh! ¡Qué envidia! ¡Yo quiero! Pero mi madre dice que es innecesario.

—Está loca, es muy necesario –le respondí.

—Lo sé –suspiró ella con pesar.

Pobre niña, yo me quejaba de no tener internet los fines de semana, pero ella vivía aquí, y ni siquiera tenía vecinos cercanos para robarles internet.

***

Antes de que se hiciera la hora de cenar, Maca llegó cargada con un bolso enorme y nos saludó muy efusivamente a ambos. Estaba maquillada de tal manera que sus ojos celestes resaltaban aún más y su cabello color zanahoria estaba sujetado en una sola cola de caballo.

—¡Traje ropa de varios estilos para todos! –nos contó emocionada—. Y también maquillaje y la plancha para el pelo.

En efecto, la chica había traído un montón de vestidos, y mi hermanastra se emocionó por cada uno que le mostraba. A mí me trajo tres conjuntos de ropas diferentes para que yo eligiera el que me quedara mejor y la combinación que prefiriera.

El amor en los tiempos del internetWhere stories live. Discover now