Capítulo 30: Magia y Arte

398 44 172
                                    

Ese día, después de nuestro gran reencuentro en skype, Guada y yo nos quedamos hasta muy tarde chateando por Facebook, porque ya no podríamos hablarnos por videollamada si no queríamos que los padres de ella nos escucharan.

—Pobre de ti. ¡Mis padres serían tus suegros! –me escribió entre risas.

—¡Ah! Tu suegra quiere conocerte –le mencioné, también medio en broma, ahora que lo acababa de recordar.

—¡¿Qué?! ¿Le has hablado de mí a tu madre?

—Algo –le respondí sonrojado, pero por suerte ya no podía verme—. Ey, hay algo más de mi vida que quería contarte además de lo de Beto y lo de Maca.

—¿Otro evento importante que me perdí?

—Sí, eso mismo, y es que ya sabemos el sexo del bebé: voy a tener una hermanita –le conté.

Ahora ya no sentía tan grave el tema de dejar de ser hijo único, hasta quizás estaba un poco ansioso por conocer a quien sería mi hermana.

—Aw, ten cuidado, tengo experiencia en hermanitos, creeme que va a morderte cuando tenga dientes –me respondió.

—Jajaja, gracias por el consejo, estaré prevenido de sus mordidas –le escribí.

—¿Y cómo se llamará?

—Todavía no sabemos, hay tiempo aún para pensar un nombre.

—Siempre me pareció muy tierno el nombre Sofía –comentó ella—, y además significa sabiduría en griego y suena de la realeza. Cuando yo era pequeña era mi nombre preferido.

—Me gusta –le respondí con una sonrisa al imaginarme a Guada pequeña, seguro que sus ojos se verían aún más grandes.

La había extrañado muchísimo, y la charla que acabábamos de tener había sido lo más hermoso de mi vida, no quería dejar de hablar con la maga jamás, y al parecer ella tampoco, porque cayó la noche y continuamos mensajeándonos.

—No quiero irme a dormir –le confesé—, no quiero cerrar los ojos, estar acá charlando con vos, es todo lo que quiero hacer por el resto de mi vida.

—¿Ya no vas a dormir ni ir al baño nunca más?

—No, seré una máquina de solo hablar con vos.

—¡Puras jaladas! –Se rió ella.

—¿Qué es eso?

—Es como exageración –me explicó—. Hay que ser personas saludables y razonables e irnos a dormir en algún momento.

De nuevo, su sensatez. Yo sabía que ella tenía razón, pero simplemente no quería hacer eso, no quería separarme de su compañía.

—Prefiero hablarte, no quiero perderme de nada, te extrañé un montón –le escribí con sinceridad.

—De acuerdo –cedió al fin—, también disfruto mucho hablando contigo, un ratito más y después me cuentas un cuento para dormir.

—Hecho. –Le sonreí aunque no pudiera verme.

Pero no fuimos a dormir aquella noche, supongo que la convencí demasiado bien. Sin darnos cuenta, la madrugada nos sorprendió despiertos y jugando un nuevo juego que habíamos adoptado: hacernos preguntas sobre cualquier tema que se nos ocurriera.

—Si pudieras viajar a cualquier lugar en el mundo –me preguntaba Guada—, ¿a dónde irías? Lo más lejos que sea.

—Mmm, ¿México cuenta como lejos?

—Jajaja, no es tan lejos. Me refería a algún otro lugar, algo más exótico –me escribió.

—Qué mal, en México está lo bueno –le respondí y me quedé pensando en que no había ningún otro lugar a donde me gustaría viajar ahora mismo.

El amor en los tiempos del internetWhere stories live. Discover now