Capítulo 11: Terapia a la distancia

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En julio comenzaron mis dos semanas de vacaciones de invierno que coincidían con los tres meses de vacaciones de verano que tenía Guada. Se me estaba haciendo costumbre, desde entonces y sin darme cuenta, charlar todos los días con Lutina. Nos contábamos cómo estábamos, cómo nos había ido en el día, lo que opinábamos sobre ciertos temas, y a veces también charlábamos para simplemente reírnos, para distendernos de nuestras rutinas y para aconsejarnos.

El hecho de que los dos tuviéramos más tiempo libre en estas semanas hizo que charláramos y jugáramos aún más. Magnus se había convertido en el más favorito de mis juegos preferidos. No solo por el juego en sí, sino por lo divertido que era jugarlo con ella. El récord que habíamos hecho de seis horas seguidas solo charlando ya lo habíamos batido. Habíamos logrado el sábado el nuevo récord de diez horas ininterrumpidas de pura charla y juegos.

Nos hicimos demasiado cercanos, sabíamos bastante el uno del otro y quizá el hecho de vivir lejos y de pensar que jamás nos conoceríamos en persona nos hacía entrar más en confianza, o al menos esa era nuestra teoría de por qué nos llevábamos tan bien.

Ese día, Guada y yo estábamos charlando en una llamada por skype, y hablábamos sobre Gus, el chico que a ella le gustaba. No era precisamente el estilo de chico que a mí me gustaría que estuviera junto a ella. De hecho, parecía que la consideraba una conquista más, me hacía acordar un poco a la actitud que tenía Bruno con las chicas con las que salía. Yo pensaba que la maga merecía más, aunque no se lo decía, ya que por las respuestas que me daba, al parecer ella estaba consciente de que Gus no era, ni sería, el amor de su vida. Eso me tranquilizaba.

Además, ya lo había visto en algunas de las fotos que la maga subía a su Facebook y físicamente tampoco me parecía la gran cosa. Era rubio, su mandíbula era demasiado grande y prominente y tenía ojos de sapo, no literalmente, por supuesto, pero me recordaban a ese animal. No era feo, aunque su cara no me terminaba de agradar, además hacía comentarios estúpidos en las fotos de la maga, se podía notar que no era muy listo.

Guada me estaba contando que a su amiga Paula también le gustaba Gus. De nuevo, no sé qué le veían a ese chico.

—Parece que a Paula le gustaba desde antes, aunque nunca me lo había dicho –me explicaba—, y ahora está algo enojada conmigo porque Gus y yo nos besamos cada vez que nos vemos.

No pude evitar sentir celos de que él tuviera la oportunidad de besarla a ella repetidas veces y que para colmo no la conociera lo suficiente como para apreciar a quién estaba besando y lo valioso que eso era.

—¿Y a Gus le gusta Paula? –le pregunté.

—Ni idea –me respondió—, él es un alma libre, no estamos en un compromiso ni nada por el estilo. El problema no es él, es que Paula se enoje conmigo por eso.

—Pues que se joda Paula –comenté, después de evaluar la situación—, si tanto le gustaba Gus pues se lo hubiera dicho, y ya.

—Sí –me contestó la maga—, es lo que pienso. Creo que es de cobarde no decirle a alguien que te gusta –se quedó callada unos momentos—. Por ejemplo, tú...

Pero justo interrumpió nuestra conversación el sonido de una notificación en mi celular. ¡Era un mensaje de Macarena! Un mensaje de texto, por supuesto, en ese entonces mi celular era un nokia, un ladrillo que solo recibía mensajes y llamadas, pero tenía algunos juegos adictivos como el de la viborita. Los Smartphone ya eran bastante populares en el mercado, pero sucedía que mi familia no podía darse ese lujo.

—Wow, tengo un mensaje de Maca, no sabía que ella tenía mi número de celular –le comenté a la maga.

—¿Qué dice? –se interesó ella.

El amor en los tiempos del internetWhere stories live. Discover now