Capítulo 35: Una rosa

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Para relatar esta parte de la historia, me ayudará mucho el diario de viaje que llevé conmigo. Me había comprado una libreta en la que fui anotando, siempre que recordaba hacerlo, los hechos más importantes de mi viaje a México aquel enero. Quería recordar por siempre la vez que vi a Guada en persona, aunque aquellas emociones fueron tan fuertes que no necesito leerlas para recordarlas.

En este diario encontré también unos cuantos dibujos, no muy buenos, que había hecho sobre nuestros personajes del Magnus: su maga y mi clérigo. No tenía el talento de ella para dibujar y evidentemente jamás lo tendría, pero en aquellas horas muertas en los aeropuertos y los aviones que tuve que tomar para llegar allí, me había dedicado a dibujarlos.

 No tenía el talento de ella para dibujar y evidentemente jamás lo tendría, pero en aquellas horas muertas en los aeropuertos y los aviones que tuve que tomar para llegar allí, me había dedicado a dibujarlos

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Creo que este es mi favorito.

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Después de navidad, Guada había recibido mi regalo y me había enviado un video de ella emocionada con los pinceles y usando el pincel-varita como si estuviera lanzando un hechizo. Vale aclarar que se había colocado una especie de cortina como capa, para representar que era una maga de verdad.

—Y no voy a leerte en vivo la carta que me mandaste con los pinceles porque me voy a emocionar –me confesó—, tengo que admitir que lloré cuando la leí por primera vez. Te amo, curanderito, eres un romántico.

Yo estaba en las nubes. La amaba y ella a mí. Y lo mejor de todo era que, aunque ella no lo supiera, nos veríamos muy pronto. No podía esperar para verla en persona, para tocarla con el dedo índice y asegurarme de que fuera real, para sentir su tacto junto al mío, para abrazarla con todo el amor que sentía por ella, para escucharla hablar y verla reírse en vivo y en directo, y para besarla como nunca antes había besado a nadie.

***

Después de haber pasado navidad con mi padre, ahora por fin podría quedarme en mi casa. Festejaríamos año nuevo con mi familia materna.

Nos reunimos en mi hogar junto con mis abuelos, tíos y primos. Aprecié pasar una festividad en familia y lamenté que mi padre no tuviera el privilegio de tener una familia unida: los buenos deseos, los chistes, las risas, las anécdotas.

Como mi madre comentó que viajaríamos a México, todos comenzaron a contar lo que sabían de aquel país, y quienes ya habían ido contaban sus experiencias. Escucharlos no hacía más que incrementar mi ansiedad por viajar y ver a Guada, mi maga favorita.

Una vez que se hicieron las 12 y apreciamos en familia los fuegos artificiales, mis amigos comenzaron a enviarme mensajes para que saliéramos a divertirnos, como era la tradición. Por supuesto que apenas estuve listo y me despedí de mi familia salí con ellos, pero mi mente ya no estaba en Argentina, estaba pensando en todo lo que haría cuando dentro de muy poco viajara a México.

Bruno, por su parte, no paraba de mensajearse con Maca, no quería apresurarme a sacar conclusiones, pero nunca había visto a mi amigo tan entusiasmado con una chica, ¿podría ser que al fin Bruno manifestara sentimientos por alguien?

El amor en los tiempos del internetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora