Capítulo 32: Hermandad

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Ese fin de semana estuve nervioso todo el tiempo. Para empezar, acababa de pasar la mejor semana de mi vida, confesándole mi amor a Guada y siendo correspondido, y ahora, en contraste, tenía que pasar un período de dos días sin hablarle. ¡Y eso no era todo! Sino que además debía pasar ese tiempo sabiendo que ella estaría en la playa con Gus. Gus, su "chongo", con quien siempre se habían besado y no había razón para que no lo hicieran ahora. Y por alguna razón, ahora eso me molestaba por sobremanera.

En cuanto llegamos, mi padre me envió a cortar el césped, lo típico, pero ese día sentía una terrible acidez que no podía calmar, por lo que en cuanto llegué al patio trasero, me dejé caer sobre el pasto crecido boca arriba.

Ah, las nubes, eso siempre me había tranquilizado desde que era pequeño. ¿Guada estaría mirando el mismo cielo? Lo dudaba, su cielo era otro, un cielo a siete mil kilómetros de distancia del mío... Además, probablemente ella no estaría mirando las nubes, sino que lo más seguro era que estuviera disfrutando del cumpleaños de Gus en la playa. Seguramente Gus estaría besándola y ella estaría muy feliz en sus brazos y entonces... Pero mejor no pensar en eso, mejor concentrarse en las nubes y dejarse llevar por sus formas relajantes hasta que el terrible Dragón de las Colinas dejara de quemarme tanto el estómago.

Y en eso estaba, tratando de relajarme, cuando la voz de Juli interrumpió mis pensamientos, tan absorto estaba que no la había escuchado llegar.

—Dice tu padre que te despiertes y cortes el pasto –me dijo—. ¿Estás bien? –me preguntó después.

Entonces levanté la mirada, me giré para verla y los recuerdos del fin de semana pasado vinieron a mi memoria: el festejo de los quince años de Juli, mi ruptura con Maca, el sermón y el golpe de mi padre, mi charla con Ramiro.

—Hola, Juli –le respondí, mientras me sentaba en el césped—, no te vi cuando llegué.

—No, yo tampoco te vi, estaba en mi habitación, y ahora justo salí y tu padre me pidió que viniera a ver por qué no estabas cortando el pasto. ¿En tu casa de la ciudad cortás el pasto vos?

—No, no tenemos pasto porque no tenemos patio.

—Ah... ¿te gusta cortar el pasto acá?

Me encogí de hombros.

—Digamos que no lo odio.

Juli se rió.

—Pensé que siempre lo hacías vos porque te encantaba.

Ahora yo me reí, la verdad era que mi padre me obligaba, no me molestaba hacerlo, pero si fuera por mí hubiera elegido estar adentro jugando con la playstation, o mejor dicho, hubiera elegido no venir a la casa de mi padre. Hubiera elegido quedarme en mi casa, charlando con Guada, hubiera preferido que ella no fuera dos días seguidos a la playa con Gus, hubiera preferido que no viviera tan lejos, hubiera preferido...

—Supongo que yo tampoco odiaría cortar el pasto –interrumpió mis pensamientos Juli—, no sé por qué siempre te piden a vos que lo hagas.

La verdad era que eso no me importaba, lo único que me preocupaba en este momento era aquel sentimiento de angustia que estaba sintiendo por saber que en ese preciso momento, tal vez la maga estaría besándose con el imbécil de Gus. Pero basta de pensar en eso, ¿por qué no podía sacármelo de mi mente? Ahora estaba conversando con mi hermanastra, era mejor concentrarme en esa actividad.

—¿Juli? –le cambié de tema—. Lo siento por lo de tu cumpleaños, espero que lo hayas pasado muy lindo a pesar de lo que pasó por mi culpa.

—¿Lo de Maca? Sí, me hubiera gustado que no desaparecieras de mi cumpleaños, o al menos tener más fotos con vos, pero entiendo. Maca me lo contó todo: que primero te odió, por imbécil, pero que después pudieron hablar y entenderse mejor. Aun así, no fuiste el peor novio que tuvo.

El amor en los tiempos del internetWhere stories live. Discover now