Capítulo 40: Crisis

288 47 97
                                    

El tiempo continuó su curso y nosotros nos extrañábamos, nos amábamos con todas nuestras fuerzas. Ambos estábamos trabajando en empleos parciales, aunque aquello nos quitara más tiempo de charlas. Pero conseguir dinero y ahorrar para volver a vernos se había vuelto algo de primera necesidad. Sin embargo, los dos sabíamos que no sucedería pronto, y aunque intentáramos ocultarlo, la angustia nos consumía cada vez más.

—Quiero verte en persona, quiero tocar tu piel, no una pantalla.

—Quiero escuchar tu voz cerca de mí, quiero poder besarte.

—Te quiero a ti, pero no te tengo porque estás a 7388 km de distancia.

Frases como esas comenzaron a invadir cada vez más nuestras conversaciones. Frases y lágrimas. Lágrimas y dolor. Dolor e impotencia. Impotencia y culpa por no ser capaz de darle a Guada lo que me pedía, lo que necesitábamos.

Me hubiera encantado ser un clérigo curandero en la vida real, ojalá hubiera podido guardar nuestra relación en un Aura de Protección Aumentada. Eso hubiera funcionado para protegernos de este dolor insoportable alojado en el pecho.

Estar tan lejos el uno del otro se volvía cada vez más duro. Ver parejas que se abrazaban, se reían o besaban en la calle, me partían el alma al compararlas con nosotros, que lo máximo a lo que podíamos aspirar era a conversaciones por skype. Los recuerdos de México se sentían tan lejanos ahora... El vacío enorme del pecho se agrandaba más y más; no era capaz de llenarse con nada, y aunque a veces nos encontrábamos felices compartiendo conversaciones de calidad, en el fondo siempre volvíamos a caer en la melancolía de cuánta falta nos hacía tenernos cerca.

Para colmo, ambos estábamos comenzando a ser atosigados con exámenes y entregas finales cruciales para nuestro futuro. Estábamos en los últimos años del colegio, y muy pronto comenzaríamos la universidad. Todo ello no hacía más que ponernos pesos y más estrés sobre nuestros hombros.

Mas como si lidiar con todo ello no fuera suficiente, después de unos meses, comenzó el principio del fin. La distancia y el hecho de extrañarnos ya era un problema demasiado grande, aunque soportable, pero el destino quiso que se agregara uno más: los celos.

—Paula y yo vamos a ir a estudiar Historia Mexicana con Gus.

¿Qué? ¿Con ese sujeto? Por supuesto que dejé de inmediato los ejercicios de Matemática que estaba realizando para responder aquel mensaje.

—¿Con Gus? No te ofendas, pero no parece que sea el ser más iluminado, ¿no había otro?

—Jajaja no seas celoso –me escribió ella—, él ya rindió estos exámenes hace algunos años, tiene las respuestas y los apuntes ordenados. Historia es la más extensa de todas, y su ayuda nos vendría bastante bien. Mis padres van a matarme si no apruebo todo con buenas calificaciones, y son demasiadas materias.

Soporté aquello sin quejarme, aunque no voy a negar que cada vez que Guada se ausentaba para ir a estudiar con Gus, me carcomía la angustia.

***

Luego de unas semanas comenzó lo extraño, empecé a recibir mensajes de Gus para nada normales. Al principio parecía que solo quería platicar conmigo, como si quisiera conocerme o ser mi amigo. No le di mucha bola, le contestaba cada tanto y seguía con lo mío.

Hasta que un día comenzó a preguntarme por mi relación con Guada, le interesaba saber cuándo habíamos comenzado, qué tan en serio estábamos, si teníamos planes para el futuro. Yo le respondía sin darle muchos detalles, ¿estaría sintiendo celos de mí? ¿Él? ¿El sujeto del que yo había sentido los máximos celos desde que conocí a Guada?

El amor en los tiempos del internetWhere stories live. Discover now