Capítulo 28: Tenemos que hablar

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Cuando me desperté al día siguiente, lo único que quería era hablar con la maga, la abstinencia era aún peor ahora que me había dado una pequeña dosis de sus palabras, pero luego todo se había interrumpido.

Esto iba a volverme loco, tendría que esperar hasta llegar a mi casa de la ciudad para hablar con el amor de mi vida. ¿Cómo iba a soportarlo? ¿Qué es esto? ¿Qué es el amor? ¿Una mezcla de momentos de melancolía, locura y felicidad? ¿Será que el amor es todo eso? ¿O es su propia cosa? Definitivamente algo muy difícil de comprender para mi yo de dieciséis años. Quizás, y solo quizás, no se tratara de comprender.

Entonces recordé mis notas del celular, aquellas donde había escrito sobre amor, quería leerlas, para encontrar algo de apoyo en mis propios escritos y quizás para completarlos un poco. ¡Pero claro! ¡Mi celular estaba destruido! Me sujeté la cara con ambas manos y la estiré hacia abajo hasta parecerme al cuadro de "El grito". Luego comencé a despeinarme frenéticamente, iba a volverme loco, mi celular estaba roto, mis escritos estaban perdidos, mi comunicación con Guada estaba perdida. ¿Qué estaría pensando de mí ella, allá en el lejano norte, después de que desaparecí de repente de nuestro reencuentro?

Y en eso estaba, sufriendo la enfermedad del amor, cuando mi padre entró bruscamente a mi habitación, obviamente logrando llamar mi atención.

—Tenemos que hablar –me dijo en un tono autoritario. Por supuesto que eso significaba que él quería darme un sermón y que yo tenía que escuchar.

Intenté ser un buen hijo y calmarme para escucharlo, de verdad que lo intenté. En mi mente me repetía que solo tenía que escuchar lo que tenía para decirme y después podría seguir volviéndome loco solo.

Mi padre empezó a hablarme sobre lo mal que la había pasado en el cumpleaños de quince, por mi causa. Me dijo que yo era muy agresivo y que tenía que tomar clases de control de la ira o algo parecido, que lo había arruinado todo, que Juli salía triste en las fotos porque yo no estaba.

—Ey –lo interrumpí—, de haber sido por mí yo hubiera estado en esas fotos.

¡Él había sido quien me había excluido del evento!

—Pensá un poquito. No ibas a salir así todo moretoneado. La verdad es que no te entiendo, ¿por qué te peleaste con alguien esa noche?

Suspiré profundo, intentando ahora en serio contener mis impulsos.

—No me peleé con nadie, como te dije, el chico me golpeó a mí y eso fue todo, no hubo pelea.

—Ajá, ¿por qué te golpearía? –me preguntó incrédulo mi padre.

No sabía si debía contarle esto, en verdad ni siquiera quería hablar del tema y mucho menos con él, pero salió de mis labios sin haberlo pensado antes:

—Porque terminé con Maca y fue su hermano quien me golpeó.

Mi padre, entonces, desconcertado por que yo hubiera sido tan imbécil de haber hecho tal cosa, comenzó un nuevo discurso, donde me dijo que él no pensaba que fuéramos a durar mucho de todas formas. Según él, Maca merecía a alguien mejor, pero que no esperaba que fuera tan poco el tiempo que estuviéramos juntos.

—Juli tenía muchas expectativas para su cumpleaños –continuó hablando decepcionado—, y lo arruinaste todo. Primero no querías venir, ¡después querías traer a tu gato! Y ahora terminaste con Macarena y te peleaste con su hermano, ¿qué te pasa? –Comenzó a alzar un poco el tono de su voz mientras se metía cada vez más en su papel de padre educando a un hijo rebelde—. ¿Qué tenés en la cabeza, Leandro? ¿Cómo vas a terminar con Maca en el cumpleaños de Juli? ¿Querías que todo saliera mal, no? Te tenías bien merecido que el hermano de Macarena te golpeara. ¿Es que no pensás ni un poquito? ¿Cómo le vas a romper el corazón a Maca y a Juli a la vez? No puedo creer que un hijo mío actúe de esa forma.

El amor en los tiempos del internetWhere stories live. Discover now