Uno.

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La noche era fría y con una capa de neblina que completaba un escenario tenebroso.

Los pasos del asesino se escuchaban levemente, apareciendo tras la capa de neblina gris y espesa.

Tarareaba una melodía creada por él que iba al compás con el sonido de sus botas negras tocando el piso.

Las calles estaban desoladas y el silencio era un sonido encantador para los oídos del asesino.

Se mordía los labios levemente, no en forma nerviosa, si no, en forma caníbal. Le agradaba el sabor de su sangre.

Las manos escondidas en los bolsillos de su casaca de cuero le hacían dar un aspecto vago y solitario.

Pero esa fría y malévola miraba te hacían cambiar de parecer.

De esos rojos labios solo salían palabras groseras y ofensivas para cualquiera que lo escuchara.

El asesino caminaba a paso rápido, apurado pero coordinado. Caminando firme y sabiendo a donde ir la sonrisa le crecía.

Al parecer era la última víctima del mes.

Él no mataba por que le decían, él mataba por apetito. No literalmente ni mucho menos.

Él observaba y analizaba a cada persona sin que esta se dé cuenta. Solo con una mirada, él ya te conocía.

Él mataba a personas suicidas.

Él mataba a mafiosos, violadores, ladrones, etc.

Y sus crímenes eran tan perfectos que ya habían pasado 3 años desde su primer asesinato y nadie aún siquiera sabían su nombre.

Su cuerpo era delgado, alto y ágil. Su pircing en la ceja lo hacía un imán de mujeres.

Su cabello teñido de un negro azabache hacían resaltar más su blanca piel.

Cruzó la calle, llegando a un callejón negro y mohoso.

Tiró de la puerta de este conocido prostíbulo.

Entró sin permiso y las chicas semi-desnudas lo saludan alegremente.

Buscó con la mirada a la morena escultural que siempre lo atendía.

Mia se encontraba bailando es uno de los tubos de acero.

Pero la morena al percatarse del asesino, le mostró una mirada coqueta y le señaló la habitación en la que siempre lo hacían.

El asesino camino hacia la habitación, no espero mucho cuando la morena ya estaba en la habitación.

Su cabello rizado y la piel canela hacían al asesino prenderse.

No era necesario incluir los detalles de ese inconveniente ilegal.

El asesino se levantó de la cama mugrosa, después del acto sexual, a él le daba mucho asco todo eso.

Se colocó las botas negras y salió del prostíbulo fumando un cigarro de menta.

Ahora solo faltaba buscar a la víctima.

Issac Buckley, 19 años. Católico y gran Samaritano. Secuestró, violó y mató a 3 niños. Prófugo.
Vaya descarado.

Pero el asesino sabiamente sabía quién era y donde encontrarlo.

Lo había estudiado profundamente hace ya unas semanas.

Caminó a pasos largos hacía en bar de la cuadra siguiente.

Con el ceño fruncido y la mirada fija en el camino se acercaba cada vez más a su objetivo.

Nadie había en el camino, las calles seguían heladas, pero él ya no seguía tarareando.

Su cuchillo afilado guardado en uno de los bolsillos inferiores de su casaca le palpitaba.

Quería asesinar, ya.

Tiró la colita del cigarro y la apagó con la punta de su zapato.

Entró si entregar su identificación, que por cierto era falsa.

Sus ojos buscaban disimuladamente al pelirrojo. Que lo encontró en la barra bebiendo un gran vaso de cerveza.

Sonrió levemente.

Habían hombres grandes gritando, cantando y apostando. Pero aun así eso no incomodó al asesino.

Se sentó junto al pelirrojo, y moviendo bien sus cartas. Comenzó.

—Hey, deme un trago para olvidar —habló vagamente.

El barman asintió.

—¿A una mujer? —el pelirrojo le habló.

El asesino sonrió mentalmente.

Su juego estaba empezando.

—A una mujer —afirmó— Me rompió el corazón, amigo.

El pelirrojo sonrió y le acercó el vaso, el asesino también lo hizo y chocaron copas como si fueran viejos amigos.

Y el asesino ya se estaba desesperando.

—Hey, amigo. Conozco un burdel por aquí cerca ¿quieres ir? —y el asesino no necesito más.

Las victimas actuaban normalmente antes de ser asesinadas, lo cual al asesino fastidiaba.
Salieron del bar. El pelirrojo ya iba hablando incoherencias, lo cual para el asesino era más fácil.
Antes de llegar al callejón, el asesino empujo al pelirrojo a unos tachos de basura.

—Ouch, amigo ¿qué pasa?

—Te crees el muy vivo ¿verdad, desgraciado?

—¿De qué hablas, idiota?

—¿Cree que puedes ir por ahí secuestrando, violando y matando gente, animal?

Era una pregunta muy hipócrita de parte del asesino. Pero no se le puede contradecir nada a un asesino.

El pelirrojo se puso nervioso y el sudor de su frente remarcaba su cobardía.

 —¿...Cómo lo sabes?

— ...Pues déjame decirte, que yo sí puedo.

En un acto rápido y violento la cuchilla de plata paso por su cuello de pelirrojo.

El asesino soltó su cuerpo, cayendo rápidamente al piso. El cuerpo se revolvía en convulsiones rápidas y la sangre salía a montones de su cuello.

El asesino saco un pañuelo blanco y limpio de sus bolsillos, pasándolo suavemente por la navaja.
Sonrió ampliamente al ver el cuerpo inmóvil de su víctima tirada en el piso.

Guardó su navaja y metió sus manos en el bolsillo, saliendo de la escena del crimen con pasos largos y seguros.

Sin ni siquiera pensar que un par de ojos azules había visto todo.

The Killer [Muke Clemmings]Where stories live. Discover now