Capítulo 25 - La Ley

387 30 5
                                    

Punto de vista de María.

Ese vestido negro que era tan especial para mí me esperaba colgado de una percha en el pomo de la puerta de mi armario de madera blanco, lo tomé y lo puse, subí su cremallera y me miré al espejo acomodándomelo; mi pelo estaba liso con varias ondas, mi maquillaje era básico, eye-liner y labios rojos. Los zapatos de tacón altos eran para darme un toque más sexy. Me miro al espejo por última vez y veo que voy bastante bien, contenta con el resultado para haber tenido tan poco tiempo. Cojo mi chaqueta y salgo de casa hacia el coche para ir a casa de Christopher allí se celebraría la fiesta de Erick.

Me niego a pensar que se vaya, que esté en L.A y se olvide de mi, se olvide de que le quiero y de todo lo que vivimos aquí, quiero hacer algo para detenerlo, pero el orgullo me lo impide. Llego a casa de Chris y me abre rápido la puerta. Todos estamos en posición, yo en la escalera y de repente entra Erick con Joel. La fiesta empezó y yo no podía dejar de mirarle, se veía tan bien con su camiseta negra y sus jeans negros rasgados, con su tupé, su sonrisa y sus verdes ojos y que le dan ese toque de irresistible. Me mira, yo le sonrío; se que debo hablarle pero no, no voy a hacerlo más doloroso.

— ¿Sabes la cantidad de chicas bonitas que hay en L.A? — le comenta Zabdiel.

— No me interesa ninguna chica — me mira — solo una y bueno ya nada es posible. Además tienes novia no digas esas cosas.

— Tengo novia y ojos, no me pidas que no mire.

Sus ojos me lo decían todo, me lo repetían mil veces no te voy a olvidar ni aunque me vaya para eso, mientras mi mirada solo estaba sin saber qué decir.

Lo vi feliz, lo vi bailar, le vi beber, y yo estaba como una tonta enamorada observándole y si él sonreía lo hacía yo también.

— Deberías dejar que te explicara lo que sucedió aquella noche. — me dice Conchi sentándose a mi lado en la escalera con dificultad por su embarazo.

— Lo sé, pero tengo miedo a escuchar que sea porque quiso. — suspiro.

— No todo es lo que parece, recuerda que Erick estaba muy ebrio aquella noche y tal vez fue confusión. — Algo dentro de mí quería que fuera eso, y otra cosa me decía que no. — Además con todo el hate que nos tira Cande, que podemos esperar.

— No quiero que se vaya.

— ni tú ni nadie. — Erick se acerca a la escalera y la sube tranquilamente pero no sin antes mirarme, le sigo con la mirada y voy tras él, se dirige al largo pasillo y se mete por la puerta del baño. En fin allá que voy.

—¡Joder María que susto! — me dice, es tan bonito como su voz pronuncia mi nombre.

— Lo Siento si te he asustado. — Él me mira.

— No pasa nada. — sus ojos recorren absolutamente todo mi cuerpo y se muerde el labio inferior.

— ¿Tienes ganas de irte a L.A? — Se gira y me mira a través del espejo.

— ¿Tienes ganas tú de que me vaya? — me acerco a él y lo hago girar.

— Por supuesto que no. — pego mi cuerpo al suyo.

— Este vestido me trae un bonito recuerdo. — pone su brazo alrededor de mi cintura.

— Si, lo sé. ¿También recuerdas como tus manos entraban por debajo de él? — él ríe.

— Cuando tú te ibas a Sevilla también tuvimos un encontronazo así. — Mis manos bajan por su abdomen y no sé qué diablos estoy haciendo pero lo quiero todo con él.

— Todo lo nuestro sucede en baños. — le susurro a milímetros de sus labios, y separo sus piernas poniendo una de las mias entre ellas. — Nuestro primer beso, aquel ratito en el baño privado.

Sus ojos viajan hasta mis labios.

— Mamacita estás buscando que te dé un beso en esa boquita, yo lo sé. — dice pasando la yema de su dedo pulgar por mi labio inferior el cual muerdo.

— Y, ¿a qué esperas? — me acerco un poco más. — Hazlo ahora. — Erick no parece seguro pero lo hace, nuestros labios unidos se movían al compás, nuestras lenguas estaban conectadas demostrándonos así que puede pasar todo el tiempo que queramos pero siempre estaremos hechos a la medida para estar juntos. — Vámonos.

— Esta fiesta es para mí — dice con su respiración agitada. — cómo irme.

— Tienes dos opciones, o nos vamos y acabamos lo que hemos empezado, o te quedas y definitivamente nos rendimos. — no parece pensárselo mucho porque me besa, respondiendo así a lo que le dije.

Desaparecimos por el garaje sin darle explicaciones a nadie, aunque mañana nos preguntarían, pero mañana es otro día. No tardamos más de quince minutos en llegar a mi casa. Abrí la puerta, prendí La Luz y nos miramos, no hubo que decir nada; éramos como dos planetas diferentes con una fuerza de atracción que nos sacaba de órbita.

Quité su camiseta por encima de su cabeza mientras él abría el cierre de mi vestido para bajarlo sobre mi cuerpo y quitarlo del todo, me cargó en brazos y subimos la escalera con cuidado, y el único Segundo que dejamos de besarnos fue para mirarnos a los ojos, aquellos que tanto extrañaban verse. Sentí la cama tras mi espalda, Erick gateaba sobre mi dejando pequeños besos sobre mi piel a la que esta reaccionaba erizándose, la temperatura por cada Segundo iba subiendo en mi habitación, la que tantas veces fue testigo de mi amor con él, pero nunca fue tan testigo como esta noche, mis manos viajaban por su espalda y él me acariciaba suave.  Justo antes de entrar, para atender mis súplicas de sentirle, nos volvimos a mirar, lo nuestro nunca fue solo sexo, siempre fue amor desde el primer día.

— ¿De dónde saliste bebé? — dice mirándome profundamente a los ojos y yo vi en ellos la pasión y el brillo que tanto me gustaba, aquel que me indica que Erick aún me ama. — Que vamos a hacer, tú dime, rompemos la ley una y otra vez.

-
-
-
-
-
-
-
-
Los rayos aparecían por mi habitación dándome fijamente en la cara, haciendo así que me desperté para reincorporarme en la cama y darme cuenta que estaba sola, Erick no estaba. En su lugar había un papel con mi nombre.

María, anoche por un rato pensé que lo nuestro podría volver a ser como antes, que todo volvería a ser lo mismo; que tú y yo podríamos volver a ser los mismos. Pero me di cuenta que no, aunque lo intentemos mil veces más cada rato que pasa tú confías menos en mi, lo sé.

Pero no quiero irme antes sin que me dejes explicarte qué pasó aquella noche con Candela:

Tomé demasiado y no supe siquiera cual era mi nombre, lo único que fui a hacer al baño fue a lavarme la cara para conseguir ponerme en mi sitio y recuperar la consciencia cuando Cande entró de repente y se abalanzó sobre mí; pensé que eras tú porque todos en aquella fiesta sabían que yo estaba contigo. Te lo juro, te vi a ti por eso continué pero cuando no sentía la conexión que tenemos nosotros la vi, para cuando quise quitarla de encima mío ya estabas en la puerta y nunca más me dejaste explicarte nada. Nunca te engañe y si lo hice te lo prometo nunca fue esa mi intención.
Lo único que intenté hacer fue estar a tu altura y quererte como te mereces pero fracasé, como últimamente fracaso en todo.

Te amo, te lo juro que te amo, pero no supe demostrarlo; por eso me marcho para dejarte ser feliz con alguien quien sí sepa demostrarte.

Amor por siempre, Erick.

El Que Se Enamora Pierde - Erick Brian Colón Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt