Modern Love - Luimelia

Voz y lenguaje

— Amelia... — Luisita entra en la habitación y ve a Amelia sentada en un sillón junto a Natalia y Jesús, que están de pie a su lado. Agradece que no esté en la cama, porque no puede soportar verla mal. Le da un beso a Natalia y Jesús y estos le dicen que vuelven al piso para dejarlos solos. Saben que Amelia se queda en buenas manos. Manolita y Marcelino también han entrado, pero se han quedado en la puerta. Natalia les sonríe y cierra al salir. — Mi amor, ¿cómo estás? ¿Ya estás bien? — Le dice mientras se agacha para quedar a su altura y darle un beso en la mejilla mientras le agarra la cara.

— Cariño, menos mal que has venido. — Amelia todavía no se ha dado cuenta de que Manolita y Marcelino están en la habitación. Sonríe como puede y habla muy despacio. — Estoy bien, de verdad. Me han dado un par de cosas para que me tranquilizara y ya estoy genial.

Luisita la mira preocupada. Ya sabe que de vez en cuando Amelia tiene ataques de ansiedad cuando algo le agobia demasiado. Va al psicólogo una vez al mes y lo lleva bastante bien, pero es algo con lo que tiene que convivir. Hace bastante tiempo que no le pasa. De hecho, la última vez fue delante de Luisita. Subían a su piso por el ascensor y las puertas tardaron un poco más en abrirse, literalmente 1 minuto. Amelia odia los ascensores e intenta evitarlos, pero vive en un noveno, así que ha tenido que acostumbrarse. Muchas veces, cuando Luisita no está delante, sube o baja por las escaleras, incluso cuando viene con la compra. Las puertas del ascensor no se abrían y Amelia empezó a ponerse muy nerviosa, tanto que a Luisita le asustó muchísimo su reacción. Nunca la había visto así. Pero Amelia sabía cómo tenía que manejar esa situación. Se sentó en el suelo, apoyó la frente en sus rodillas y empezó a respirar profundamente. Luisita la observaba sorprendida, no quería ni tocarla, para no interrumpir el ritual. Finalmente, las puertas se abrieron y pudieron salir sin problemas, pero esa fue la ocasión en la que Amelia se sinceró con Luisita y le contó que en determinadas situaciones era incapaz de controlarse y tenía pequeñas crisis. No le había vuelto a pasar hasta hoy.

— ¿Cómo no iba a venir? — Le dice Luisita mientras le sigue acariciando la cara. — ¿Pero qué ha pasado?

— Nada, mi padre. — Luisita apretó los dientes. — Hace un par de horas llamé a mi madre para ver cómo estaba y charlar un rato con ella, pero me lo cogió él. Me dijo que el otro día la escuchó hablando conmigo... de ti. Me ha dicho que no vuelva a llamar, que no quiere saber nada de mí y que para él estoy muerta. Pensaba que después de las últimas vacaciones de Navidad todo iba mucho mejor, pero... Sabes que siempre lo controlo muy bien, pero hoy me he empezado a agobiar muchísimo, el dolor del pecho era muy fuerte y no podía respirar. Creía que me moría, de verdad. — Amelia empieza a llorar y Luisita la abraza. Al apoyar la barbilla en su hombro su visión se amplía y ve por primera vez a Manolita y Marcelino, al fondo de la habitación, observando la escena con el rostro muy serio. Deja de abrazar a Luisita. — Manolita, Marcelino. Pe... perdón, no os había visto. — Agacha la cabeza. Luisita le limpia las lágrimas y Manolita se acerca y se agacha para darle un beso en la frente.

— ¿Te tienes que quedar aquí? Luisita y yo nos quedamos contigo. — Dice la mujer, y Luisita la mira con una sonrisa y los ojos llorosos.

— No, estoy esperando a que venga la enfermera para que me deje salir. Me han recetado pastillas para un par de días porque estoy muy nerviosa y ya está, no tengo que quedarme. — Responde Amelia, mirando de reojo a Marcelino.

— Bien. Pues entonces Luisita se va contigo. No quiero que duermas sola hoy, hija.

— No hace falta, de verdad. Estoy... bien. Estoy acostumbrada, y dentro de un rato estaré perfectamente.

— No era una pregunta, Amelia. Era una orden. Y Luisita sabe muy bien que a las madres no se les lleva la contraria... — Luisita se ríe y le hace un gesto a Amelia abriendo mucho los ojos para confirmar lo que dice su madre.