Las galletas de chocolate

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- Papá, en serio, que no hace falta que vengas todos los días a traerme galletas de chocolate, que se me están acumulando y no me da tiempo de comérmelas. 

Luisita está tumbada en el sofá con una pierna arriba y un libro entre las manos. Estaba leyendo tranquilamente hasta que han llamado al timbre y Amelia, que ha ido a abrir, ha aparecido en el salón con Marcelino caminando detrás de ella.

- Hija, tú me dijiste que tenías antojo de galletas de chocolate y yo no pienso permitir que se te acaben las galletas, vamos, faltaría más. - Le responde Marcelino.

Amelia se ríe y observa divertida la escena entre Luisita y su padre. Luisita cierra el libro, lo deja en la mesa y se incorpora un poco en el sofá.

- ¿Pero cómo se me van a acabar las galletas contigo y con Amelia trayendo todos los días dos paquetes cada uno? - Pregunta Luisita.

- Ah, ¿pero que mi yerna también te trae?

- ¿Tú qué crees papá? Si sois igual de intensos los dos. - Luisita hace el intento de levantarse, pero su padre se lo impide.

- ¿¡Pero qué haces!? ¿Dónde vas ahora?

Luisita vuelve a caer en el sofá y mira con los ojos como platos a su padre.

- A la cocina, a prepararme una infusión.

- Nada, nada, quédate ahí sentada, que te la preparo yo. - Marcelino se gira y desaparece por el pasillo en dirección a la cocina. Luisita mira a Amelia con gesto de desesperación, pero su novia no puede parar de reírse.

- Amelia, no tiene gracia, sois las personas más pesadas del mundo. No me pasa nada, solo estoy embarazada.

Amelia se agacha delante de Luisita para quedar a su altura y le da un beso.

- Cariño, no te enfades. Solo queremos cuidarte. Estás en la última etapa del embarazo y ya te dijeron que tenías que guardar más reposo, que eres demasiado nerviosa y tenías que parar un poco. Deja que te cuidemos, ¿no? - Amelia sabe cómo tiene que mirar a Luisita para que esta se ablande y le de la razón. De hecho, la rubia no tarda nada en soltar una sonrisa.

- Que sí, que lo que tú digas. Solo espero que cuando nazca Olivia sigas haciéndome el mismo caso que ahora.

Luisita lleva unas semanas con la misma cantinela. La llegada del bebé está cada vez más cerca y está bastante intranquila. Todo el proceso del embarazo ha ido mejor de lo que esperaba, de eso no se puede quejar. Pero ahora que queda poco para verse realmente siendo madre, han despertado en ella muchos miedos, entre ellos, el de no saber cuidar bien de su hija y el de que Amelia deje de quererla. Amelia la mira con ternura, le retira el pelo para metérselo detrás de la oreja y le sostiene la cara entre las manos.

- Luisita, te voy a hacer el mismo caso y más, ya lo hemos hablado, no seas tonta.

- Bueno, más no creo. Vas a tener que estar todo el tiempo pendiente de otra persona. - Responde Luisita.

- Tendré todo el tiempo del mundo para las dos. ¿Confías en mí o no? - Luisita asiente. - Pues entonces dedícate a descansar y disfrutar de todo esto. Yo me encargo de todo lo demás. 

Amelia le da otro beso y Luisita responde con una sonrisa. Marcelino aparece por el pasillo con la taza de la infusión en la mano y un plato con galletas de chocolate. Amelia se pone de pie y hace hueco en la mesa para que Marcelino pueda soltar las cosas.

- Ala, aquí tienes, hija. Te he puesto unas galletitas también. Y ahora me voy que tu madre me está esperando para abrir el bar. Si necesitáis algo, tengo el móvil encima con el volumen a tope, ¿vale?

Modern Love - LuimeliaWhere stories live. Discover now