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CAMILLE SE ENCONTRÓ SOLTANDO VARIAS CARCAJADAS. Su prima Jessica empujaba de su brazo derecho, con una fuerza descomunal. Angela, por su parte, había sido un poco más considerada con sus extremidades; estaba a su espalda, dándole algunos empujones. Tropezó un par de veces, pero regresó a su lugar gracias a la ayuda de su prima. Ambas jóvenes habían golpeado la puerta de su habitación unos minutos atrás. Camille, quien aún estaba en pijamas leyendo una novela, se había preguntado por qué alguien en su casa golpeaba la puerta. Al compartir una habitación con Jessica, no era como si el espacio personal o la intimidad, existieran demasiado. Usualmente entraban a la habitación sin pedir permiso. Era un poco tedioso, pero se estaba acostumbrando. Cuando se levantó de la cama y abrió la puerta, vio a las dos muchachas. No tuvo que darles un segundo vistazo para saber que estaban planeando algo.
—Mike y Eric están abajo.— expresó Jessica, casi gritando. Era un sábado, no había planeado hacer nada más que descansar y organizarse con sus tareas pendientes.
—¡Iremos a La Push!
Miró a Angela por unos segundos. Había leído un poco de La Push unos días antes de su llegada a Forks. También vio alguna que otra foto del paisaje, parecía bastante pintoresco. Había pensado en que en algún momento podría visitarla con su libreta, mientras oía el ruido del agua chocar contra las rocas, y tal vez escribir un poco. Aún no había tenido tiempo, pero no iba a negar que era una buena idea. Salvo que, tenía tarea.
—Tengo tarea que hacer.— expresó, matando la emoción de las dos muchachas.
—¡Es sábado!— Jessica entró a la habitación, empujando a su prima hacía atrás. Antes de que pudiese decir algo para contradecirla, ella se encontraba abriendo la puerta de su armario y agarrando unos jeans.
—Esos me quedan chicos.— murmuró, con su ceja levantada. Su prima revisó su armario, mirando las ropas que Camille tenía guardadas dentro. Solía organizarlas por color, para saber cómo combinar algunos de sus atuendos. Jessica los guardó de regreso y sacó otros, esos si le quedaban y a decir verdad, le hacían una buena figura. Luego, tomó un suéter violeta y una camiseta de manga larga negra. Dejó todo aquello apoyado en la cama y prosiguió a mirarla.
