19. La fiesta

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      EL RESTO DE LA SEMANA SURGIÓ con una normalidad extraña. Aunque en mayor parte, supuso que era porque había estado enfocada en diversas cosas. Estuvo entregando trabajos, dando exámenes y distribuyendo su tiempo entre sus amigos y Emmett. Había sido una semana tan diferente a las anteriores, que cuando el fin de semana llegó, aún se sentía como si estuviera soñando con los ojos abiertos. Por otra parte, su madre no habló acerca de Charlie Swan y ningún otro hombre. No recibió flores y tampoco fue a cenar a ningún otro restaurante. Había intentado hacerle preguntas superficiales, pero no obtuvo nada a cambio, porque la mujer sólo decía que eran buenos amigos. En cuanto a su propio y novedoso cambio en la relación, no tenía mucho de lo que quejarse. A decir verdad, no sé quejaba por nada. Compartían el tiempo libre en la escuela, se daban besos poco indiscretos en los pasillos y se escondían en las zonas más ocultas de la biblioteca para continuar con la misma rutina.

Era viernes por la tarde, cuando Camille despertó de su siesta. Había decidido descansar, porque había dormido muy poco la noche pasada. En medio del torbellino de los exámenes, había pasado más tiempo de lo necesario escribiendo sus apuntes. Estaba cansada y luchando por mantener sus ojos abiertos, pero escuchó el teléfono de la casa sonar. Sonó por un buen rato, hasta que se dio cuenta de que debía atenderlo, pues nadie más lo haría por ella. Aún con sus ojos cerrados, bajó las escaleras con lentitud y se acercó al teléfono inalámbrico. Antes de poder ponérselo en la oreja, el teléfono dejó de sonar abruptamente. Frunció su ceño, mientras una loca idea apareció en su cabeza. Había estado intentando llamar a su padre por un buen tiempo, pero nunca había dado con él. Incluso dejó mensajes en la contestadora, pero nada había pasado desde ese entonces. No quiso hacerse falsas expectativas, pero podía ser él quien estuviera llamando. Con ese pensamiento, se quedó lo suficiente atenta como para estar disponible si alguien llamaba nuevamente. Se sirvió una taza de té y se preparó un aperitivo para alimentarse, silenciosa y ágil como para correr si alguien llamaba. No lo hicieron.
Su madre regresó del trabajo luego de haber oscurecido, así que no encontró otra razón para quedarse estancada al lado del teléfono. Si su padre había escuchado sus tantos mensajes en el contestador, tendría que hacer mucho más que llamar una sola vez. De igual manera, tampoco esperaba mucho. Tenía muy presentes las palabras de su madre.

Muse ✓ ⋆ Emmett CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora