17. Los disfraces

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          CAMILLE SE QUEDÓ MOMENTÁNEAMENTE atontada. Parpadeó y trató de reflexionar todo lo que había pasado en menos de cinco minutos. Era todo tan sorprendente, que no sabía siquiera por dónde iniciar. Su corazón estaba latiendo en un ritmo atípico, como si estuviera peleando una batalla para salir de su cavidad torácica. Nunca se había sentido de esa manera, siquiera en sus clases de educación física, donde sudaba como un cerdo. Emmett Cullen la había besado, tras días y días de desear eso mismo, finalmente había pasado. A decir verdad, ella podía reconocer que incluso había sido mucho mejor que en sus tantas fantasías. No había sido planeado en lo absoluto, le había agarrado por completa sorpresa. No fue en un bonito escenario, con los fuegos artificiales de fondo, o luego de una batalla en un castillo antiguo. Camille no necesitaba nada de eso y juraba que la realidad era mucho mejor que sus propias ideas. No le importaba que estuviera en su casa, vistiendo probablemente un atuendo feo y que estuviera sonrojada hasta la médula. Emmett le había dado un beso, y en lo único que podía pensar, era en eso mismo.

—¿Qué ha pasado?— susurró, su voz saliendo sofocada. No quería hacerse ilusiones, porque sabía que sólo terminaría mal. Aún así, todo lo que transmitió su beso era mucho más de lo que podía intentar ignorar. No quería ignorarlo.

—Tú lo sabes.— lo miró por unos momentos y alejó su cabeza. Aún permanecía con sus brazos rodeando su cuerpo.

—Yo..— su mente estaba en blanco, no sabía lo que se suponía que debía decirle. En su cabeza, ella realmente quería pensar que Emmett también estaba enamorado.

Antes de que pudiera declarar precisamente eso, ambos escucharon un auto estacionar y el ruido de una bocina. Camille observó rápidamente el reloj que posaba en una de las paredes, dándose cuenta de que se trataba de su madre. Ella estaba regresando de su trabajo y si la veía a solas con Emmett, probablemente no se detendría de hablar de ellos dos. Desde el día en que lo había visto en el hospital, luego de su accidente en las escaleras, ella no se detenía en hacer preguntas mínimas en dirección a ese chico. Su cordura estaba colgando de un hilo, así que supuso que necesitaba calma provenir de su madre, no que la estuviera pichando con sus intereses amorosos. Los ojos dorados del vampiro la miraron, casi con pena de tener que separarse. Ella quería quedarse allí, tener que responder todas esas preguntas que se estaba haciendo. Finalmente había pasado, ellos se habían besado y no quería dejar todo atrás. Aún así, su madre estaba tan cerca de descubrirlos. Pudo escuchar sus pasos en la acera, el ruido de las llaves en sus manos. Emmett pareció notar su decepción, e hizo algo que la sorprendió una vez más: le dio otro beso. Esa vez, fue mucho más corto que el primero, pero parecía casi como si estuvieran sellando una promesa en silencio.

Muse ✓ ⋆ Emmett CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora