Capítulo cuarenta y cuatro

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Desperté de una pesadilla terrible. Tomé una bocanada de aire en cuanto desperté y sentí algo que invadía mis fosas nasales. Escuché el pitido de alguna alarma o algo por el estilo y comencé a alarmarme. Solté un quejido después de sentir un dolor tremendo en mi cabeza. Cerré los ojos y me quedé inmóvil. Moví mi mano para llevarla a mi cabeza y me topé con una manguera enterrada en mi piel. Sí, no había duda... No había sido una pesadilla, todo había sido real.

– ¿Qué demonios? – susurré con voz rasposa.

Intenté ver mis pies pero los cubrían varias cobijas.

– Hola, Evie. Soy Jessyca, tu doctora.

– ¿Qué hago aquí? – pregunté casi contestándome yo sola.

– Sufriste de una violación. No hubo contacto genital pero sí hubo contacto con los dedos del hombre que quiso violarte. Él ya está en contacto con oficiales de la policía y hay unos cuantos fuera que quieren tomar tu testimonio, pero antes de eso quiero revisar tus heridas tanto genitales como de la cabeza, si no te importa – habló. La voz de Jessyca me tranquilizaba en una escala grandísima, sentía como si mi madre estuviera hablándome.

Era pelirroja, de una esencia magnífica. Llevaba puestas unas gafas y su cuerpo era cubierto por una bata blanca como todos los doctores que conocía.

– ¿Es necesario?

– No han pasado 24 horas aún desde el accidente y queremos ver si hay heridas internas en tus...

– Shht– la callé. – Solo hágalo.

– Okey... Voy a subir tus piernas a estas manijas y examinaré allí dentro, ¿está bien? Si sientes alguna molestia cuando esté examinando, házmelo saber.

Asentí con la cabeza y colaboré lo más que pude. Ella metió un tipo de instrumento por mis paredes vaginales y de vez en cuando hacía gestos que no mostraban nada bueno.

– Evie ¿recuerdas algo de ayer? – preguntó Jessyca aún examinándome.

– Sí, algunas cosas.

– ¿Recuerdas si este hombre tuvo contacto sexual contigo? Es decir, ¿recuerdas si metió su pene en tu vagina? – preguntó algo preocupada.

– No, no que yo lo recuerde, ¿pasa algo malo? – pregunté algo preocupada.

– Tienes una dilatación algo grande para que solo hubiese metido un dedo. ¿Recuerdas cuantos dedos te metió, dulzura?

Qué repugnancia.

– No, no con certeza – intenté no perder los estribos.

Sacó su artefacto de dentro de mí y subió mis bragas de nuevo. Me hizo bajar las piernas y relajarme. Sería el último estudio que me harían de mi... feminidad.

– Ahora revisaré tu cabeza, ¿está bien?

Asentí. Me ayudó a sentarme en la cama para poder quitar el vendaje que me cubría gran parte de la cabeza. Empezó a toquetear suavemente cerca de la herida y solo sentía como mi cabeza punzaba y ardía.

– ¿Te duele?

– Lo suficiente para no querer que me toques más – admití casi gimiendo.

– Lo lamento.

Hizo una mueca y me miró con dulzura.

– Haré que pasen los oficiales para interrogarte, si no quieres hablar con ellos solo me llamas y los sacaré de aquí, no necesitas hablar de algo que probablemente te haya dañado emocionalmente...

Sex Instructor. || Christopher Velez  TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora