15 | Oportunidades

43.3K 5.4K 8.5K
                                    

15 | Oportunidades

Holland

He estado mirándole durante cuarenta minutos y todavía no ha dejado de escribir.

La única asignatura que comparto con Alex es francés avanzado. En efecto, debe ser bueno con los idiomas, porque esta clase solo tenía quince plazas disponibles y se ha hecho con una de ellas. Sin embargo, no parece muy interesado en la asignatura en sí. Siempre se sienta en cuarta fila, que es, a mi parecer, una posición muy estratégica; puedes perder el tiempo sin levantar sospechas, porque no estás al fondo de la clase, y no tienes a los profesores vigilándote constantemente. Es inteligente, lo admito.

Y eso me llama la atención.

Junto a la pizarra, la señora Wilson continúa explicándonos la gramática en lo que se refiere a la voz pasiva, pero no estoy prestándole atención. No puedo concentrarme. A unos metros de distancia, Alex golpea rítmicamente su mesa con un bolígrafo y, aunque el sonido es apenas audible, también es lo único que captan mis oídos.

Le miro de reojo. Menea la cabeza con suavidad, siguiendo la melodía que resuena en su mente, ajeno a todo lo que le rodea. Solo hace falta verlo para darse cuenta de que ha nacido para esto. No es que lleve la música dentro, es que en música en sí mismo, y la música es mágica. Y bonita. La música te hace sentir cosas.

Alex se recuesta en la silla, estira las piernas y levanta la cabeza. Desvío la mirada rápidamente. Durante un segundo, pienso que está mirándome a mí y, por alguna razón, los nervios se multiplican en mi estómago. Por suerte, pronto comprendo que no, y que está escuchando a la señora Wilson, que antes nos ha advertido que tendría que irse antes y ahora se dispone a marcharse por fin.

Mis compañeros empiezan a levantarse en cuanto nos quedamos solos. La clase se llena de ruido. Al fondo, veo que Stacey se ha reunido con sus nuevas amigas. A juzgar por las miradas que me lanzan, puedo imaginarme a quién estarán criticando hoy. Solo hay una persona, aparte de mí, que no parece tener nadie con quien hablar.

No me lo pienso dos veces. Hace tres semanas desde que Gale rompió conmigo en el pasillo, y buscar la aprobación de los demás ha dejado de ser mi prioridad. Me levanto, aunque sé que Stacey usará esto contra mí en un futuro, camino hasta Alex y cojo una silla para sentarme a su lado.

Se vuelve hacia mí en cuanto nota mi presencia. Después, alza las cejas, mira a mis antiguas amigas y suelta un silbido. Me aguanto las ganas de poner los ojos en blanco. Quiere ocultármelo, pero está sonriendo.

—¿Intentando no parecer asocial? —me suelta y lleva, de nuevo, la vista a su cuaderno. Me acerco más y apoyo un codo sobre el respaldo de su silla.

—En realidad, estaba intentando hacer que tú no parecieras asocial.

—Qué considerada.

—Gracias. Aprendí del mejor.

Con eso, le robo una sonrisa. Alex me mira de soslayo durante un instante y, después, se vuelve completamente hacia mí con su cuaderno en las manos.

—Si supieras que mañana se acabará el mundo, ¿qué te gustaría hacer ahora mismo?

Levanto las cejas. Es una pregunta curiosa, pero no me sorprende, porque suele tener formas muy raras de sacar conversación. Me encojo de hombros.

—No lo sé. Nunca me lo he planteado.

Se coloca bien en su asiento, lo que conlleva mirar al frente en lugar de a mí.

—Pues deberías. Es algo que podría pasar en cualquier momento. Y esto me lleva a mi siguiente pregunta: ¿te gustaría estar presente cuando se acabe el mundo?

Cántame al oído | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now