20 | Recuerdos que no duelen

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20 | Recuerdos que no duelen

Holland

Cuando termina la batalla de bandas y la multitud se dispersa, Bill nos invita a una ronda de refrescos. Los chicos están eufóricos. Aunque mi pelea con Gale sigue rondando por mi cabeza, no puedo evitar sonreír cuando los escucho hablar, emocionados, sobre lo bien que se han sentido estando sobre el escenario. Finn me cuenta la misma anécdota cinco veces —al parecer, ha estado a punto de enredarse en los cables de los altavoces y caerse delante de todo el mundo— y yo lo escucho sin quejarme porque eso es lo que hacen los amigos.

Alex es el único que no comparte nada con los demás. Tampoco se acerca a mí en toda la noche. De hecho, ni siquiera mira en mi dirección, y una parte de mí prefiere que guarde las distancias.

El reloj del Brandon todavía marca las 3 A. M. cuando llega la hora de irnos. Ayudamos a Bill a recoger y nos despedimos de él para ir a mi casa. Mason y Finn andan por delante de los demás, riéndose en voz alta, y Blake y Alex van detrás, bastante más calmados. Sam se da cuenta enseguida de que me pasa algo y camina a mi lado durante todo el camino, aunque no se atreve a preguntarme nada al respecto.

Debe saber que he discutido con Gale, y no es que tengamos mucho que hablar sobre eso. Sé cuál es su opinión. Gale no le gusta. Dice que me merezco «algo mejor». Antes, cuando Stacey y yo aún éramos amigas y hablábamos sobre esto, siempre me decía que Sam estaba celoso. Hubo una época en la que llegué a creer que era verdad, pero ahora sé que no. Sam es mi mejor amigo y, como tal, solo quiere lo mejor para mí.

Supongo que no sabe qué es exactamente lo mejor para mí, pero está seguro de que no es Gale.

Tardamos media hora en llegar a mi casa. Cuando entramos en mi barrio, Finn se emociona, una vez más, y les grita a los demás que soy una ricachona, y yo me río, aunque en realidad no tenga ganas y solo me apetezca pedirles que se vayan a casa. Me pregunto si ellos también habrán notado lo que ha pasado en el bar. O si Alex les habrá contado algo. O si todo son imaginaciones mías y no hay nada que contar.

—Hollie, cariño, necesito que nos des un mapa para no perdernos por aquí —bromea Finn, cuando subimos las escaleras de mi porche y meto la llave en la cerradura de la puerta—. ¿Es verdad que tienes una caja fuerte? ¿Puedes enseñármela?

—No, Finn, no tengo una caja fuerte.

Hace un puchero y Sam se ríe. De reojo, me parece advertir que Alex está observándome, pero aparta la mirada rápidamente. Trago saliva y por fin termino de abrir la puerta.

—El salón está tras la primera puerta a la derecha. Tened cuidado. Nada de romper cosas. Sed civilizados, ¿vale? Gracias.

Blake sonríe y me pone las manos sobre los hombros.

—Relájate, Holland.

—No somos unos salvajes —dice Mason.

—Al menos, la mayoría del tiempo, no —añade Finn, y él y su primo chocan puños y se echan a reír. Acto seguido, corren dentro de la casa.

Esto ha sido una mala idea.

Blake entra antes que yo. Alex me mira con rapidez, como si quisiera decirme algo, pero se echa atrás en el último momento y se apresura a seguir a su hermana. Suspiro y dejo caer los hombros. No sé qué me pasa. Se supone que esta iba a ser una noche fantástica.

Sam me sonríe con los labios apretados.

—Si necesitas hablar sobre ello... —dice, pero niego.

—Estoy bien.

Cántame al oído | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now