30 | Ser feliz y tomarse el lujo de no saberlo

45K 5.7K 15.6K
                                    


30 | Ser feliz y tomarse el lujo de no saberlo

Alex

En mi casa, los veintiséis de marzo siempre han sido especiales. Cuando mis padres decidieron tener un hijo, nunca pensaron que pillarían una oferta de dos por uno y que Blake vendría pisándome los talones. Así fue como un día cualquiera de primavera acabó convirtiéndose en un motivo de doble celebración.

La forma en que han evolucionado nuestras fiestas de cumpleaños con el paso de los años es digna de ser documentada en los libros de historia. Cuando éramos pequeños, mi hermana y yo solíamos celebrarlo juntos, con nuestros familiares. Más tarde, cuando entramos en el colegio, empezamos a hacer fiestas separadas porque ella tenía sus propios amigos; y después llegamos al instituto y Blake se dio cuenta de que su hermano era un asocial sin remedio, así que decidió que volveríamos a celebrar juntos nuestro cumpleaños.

Tenía la esperanza de que este año fuera especial. Por primera vez en mi vida, tengo un grupo de amigos con los que me siento realmente a gusto y estaba deseando pasar este día con ellos. Cumplo dieciocho. Uno no se hace mayor de edad todos los días. Sin embargo, a principios de semana vino Mason, con cara de arrepentido, a decirnos que le habían programado un partido muy importante para esta misma noche.

Sam y Finn se habían comprometido a ir a verle jugar, así que tampoco estarían. No nos quedó más remedio que posponer nuestro decimoctavo cumpleaños a un día después.

De forma que el viernes me despierto con cero expectativas sobre mi primer día siendo mayor de edad. Lo único que me mantiene emocionado es la sorpresa que he preparado para Blake. Ya es tradición que compitamos todos los años por ver quién consigue hacerle al otro el mejor regalo. He asumido que este año voy a ganar. Sin embargo, papá y yo hemos acordado que dejaremos que se pase amargada todo el día y que no le daremos la sorpresa hasta esta noche porque, si yo sufro, ella sufre conmigo.

Esa mañana, desayunamos todos juntos y papá nos canta una versión muy cutre de «cumpleaños feliz» antes de dejar que nos vayamos al instituto. Me cuesta mirar a mi hermana y pensar que ya tiene dieciocho años. El tiempo pasa muy rápido y parece que fue ayer cuando estaba metiéndose lápices por la nariz.

Me cruzo con todos mis amigos antes del almuerzo, excepto con Owen, y por eso entro en el comedor con especiales ganas de verla, pero mi ánimo cae en picado cuando Sam me dice:

—Está mala con fiebre desde ayer. No ha venido a clase.

Genial.

Intento que nadie note mi desilusión y me siento junto a los chicos. Espero que nos deseen cumpleaños feliz a todo volumen, porque sería típico de ellos, pero se limitan a mantener una conversación normal, como si fuera un día cualquiera, e incluso mi hermana parece decepcionada. Le escribo un mensaje a Owen para preguntarle si está bien, pero no contesta y me duele pensar que ha podido olvidarse de qué día es hoy.

No paso por casa cuando salgo del instituto, sino que voy directamente al Brandom. Me paso la tarde ayudando a Bill a montar unas estanterías e intento no sentirme mal porque ni siquiera me haya felicitado.

Cuando anochece y ya es hora de cerrar, llamo a Blake para que se pase por el bar para recogerme. Ha estado todo el día en la biblioteca y no quiero que vea su regalo en casa sin que yo esté. Todavía no tengo noticias de Owen y mi día ha ido de mal en peor, pero nos pasamos todo el camino de vuelta hablando sobre tonterías y reírme me sienta muy bien.

Estoy tan emocionado cuando llegamos a casa que me cuesta actuar con normalidad. Me revuelvo inquieto hasta que el ascensor nos deja en nuestra planta y abro la puerta de nuestro apartamento con las manos temblorosas.

Cántame al oído | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now