21 | Consecuencias

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21 | Consecuencias

Alex

A la mañana siguiente, cuando abro los ojos, Owen se ha marchado y mi hermana está frente a mí, mirándome de brazos cruzados.

—¿Qué haces durmiendo en el jardín?

No respondo. En su lugar, bostezo, cansado, y miro a mi alrededor. El sofá sigue caliente y Owen ha dejado su manta aquí para asegurarse de que no pasara frío. En cuanto recuerdo la noche de ayer, una sonrisa se me forma en los labios. Se durmió mucho antes que yo y estuve mirándola hasta que me entró sueño. Es aún más guapa de cerca. A una parte de mí le molesta que se haya ido, pero la otra sabe que, si nos hubiéramos despertado abrazados, que es como hemos estado durante toda la noche, habríamos tenido que enfrentarnos a una conversación para la que todavía no estoy preparado.

—Buenos días a ti también, hermanita —respondo y me desperezo. Por mucho que intento esconder mi felicidad, es inútil porque me conoce muy bien. Alza las cejas.

—Qué raro eres.

Pongo los ojos en blanco. Después, doblo la manta y sigo a mi hermana hasta el salón. Dentro, la casa se ha llenado de vida; Mason y Sam están recogiendo sus sacos de dormir, mientras Finn persigue a Owen, que entra y sale velozmente de la habitación, y le repite una y otra vez que tiene hambre. Me acerco al sofá para dejar la manta allí, sin dejar de mirar a la pelirroja.

Mason no tarda en notarlo y me golpea el hombro con burla. Cuando me vuelvo hacia él, su mirada me deja claro que tendré que contarle después lo que ha pasado. Si es que ha pasado algo en realidad.

Parece querer comentar algo, pero justo en ese momento Owen se acerca a nosotros y él cierra inmediatamente la boca. Se distrae con su saco para no mirarnos, como si quisiera darnos intimidad. Sin embargo, ella ni siquiera me mira. Intenta coger la manta, pero pesa mucho y, cuando la ayudo, nuestros brazos se tocan y pega un respingo. Me lanza una mirada furtiva antes de marcharse, nerviosa, escaleras arriba.

Mis cejas se juntan por sí solas. Estoy sacando mis propias conclusiones y puede que esté precipitándome, pero la situación es cada vez más evidente.

Puedo ser un idiota, pero tampoco soy tan idiota.

Ahora más que nunca, siento la necesidad de estar cerca de ella. Recogemos el salón entre todos hasta que nos aseguramos de que está igual que como llegamos, y después seguimos a Owen a la cocina. Saquea su propia despensa para servirnos el desayuno y, aunque hay muchos sitios libres en la mesa, decide sentarse a mi lado. No sé cómo sacar conversación, así que me limito a guardar silencio y escuchar hablar a Mason y a Finn.

Mi oportunidad llega más tarde, cuando terminamos y Owen empieza a recoger la mesa. Apilo todos los platos y voy pasándoselos hasta que los ha metido todos en el lavavajillas. Los demás están pendientes de sus asuntos y ni siquiera nos miran.

—¿Y bien? ¿Qué te ha parecido? —inquiere, sin mirarme. Se agacha para toquetear los botones del electrodoméstico y programarlo.

Durante un segundo, creo que está preguntándome si me gustó dormir con ella anoche, y mi corazón se desboca porque no sé exactamente cuál debería ser mi respuesta.

—¿Qué? —demando, por si acaso. Me mira de reojo.

—Mi fiesta de pijamas. Ha sido genial, ¿a que sí?

Sonrío, aliviado, y levanto las cejas.

—Pareces muy segura.

—Lo estoy. Según tú, soy buena en todo.

Cántame al oído | EN LIBRERÍASOnde as histórias ganham vida. Descobre agora