26 | Siempre que me necesites

41.8K 5.5K 8.6K
                                    


26 | Siempre que me necesites

Holland

Alex está tan nervioso que no puede pensar con claridad. No me espera, sino que sale rápidamente del sótano y se pierde por los pasillos, y tengo que correr sobre mis tacones para alcanzarle. Ha hablado con su padre, pero no he escuchado nada de lo que decían. Está muy alterado y ni siquiera se toma el tiempo de explicarme lo que está pasando. De hecho, no es hasta unos minutos después, cuando salimos del instituto y el frío de diciembre me congela los pulmones, cuando se para en seco y me envuelve entre sus brazos.

Siento una fuerte presión en la garganta que apenas me deja respirar. Alex esconde la cara en mi cuello y lo único que me veo capaz de hacer es abrazarlo con todas mis fuerzas. Le acaricio la nuca con suavidad para intentar que se relaje. Está destemplado y sigue temblando. Sabía que tenía una buena relación con Bill, pero no me he dado cuenta hasta ahora de cuánto lo quiere. Y de cuánto lo necesita en su vida.

Verlo sufrir hace que me escuezan los ojos y que me entren ganas de llorar, y supongo que, hasta este momento, yo tampoco sabía hasta qué punto me preocupo por Alex.

Seguimos muy cerca cuando empiezo a quitarme su chaqueta. Quiero devolvérsela para que entre en calor, pero él niega y vuelve a ponérmela. Sus dedos rozan mis brazos desnudos y hacen que se me erice la piel.

—Tú la necesitas más que yo —se limita a decir, con la voz ronca, antes de apartarse. Se aleja varios metros y se pasa las manos por el pelo, angustiado.

Verlo así me rompe el corazón. Quiero abrazarle de nuevo, pero no puedo moverme. Me siento tan inútil que quiero llorar de impotencia. Se supone que debería hacer que se sintiera mejor, pero no sé cómo. No puedo decirle que todo saldrá bien, porque no tengo ni idea de lo que va a pasar. Solo quiero que sepa que puede contar conmigo, pero tampoco sé cómo transmitírselo.

No sé cómo podría querer estar con alguien que no es capaz de consolarle cuando lo necesita. Me abrazo a mí misma y me quedo observándole, preocupada, mientras camina de un lado a otro y revisa su móvil cada cinco segundos; hasta que por fin llegan nuestros amigos.

Blake conoce a su hermano mejor que nadie y nota enseguida que algo va mal. Pasa por mi lado para llegar hasta él y se lo lleva lejos de nosotros. Alex le cuenta atropelladamente lo que ha pasado. Debería darles intimidad, así que me cruzo de brazos con más fuerza y me acerco a los chicos.

Tengo el vestido arrugado, llevo la chaqueta de Alex y seguramente puedan sacar sus propias conclusiones, pero no bromean al respecto porque entienden la gravedad de la situación. Les explico brevemente todo lo que sé —que no es mucho— y Mason y Finn se miran con preocupación. Solo tardan un segundo en ir tras Alex para asegurarse de que está bien.

Sam se queda conmigo y me mira a los ojos.

—¿Cómo estás tú? —me pregunta. Me encojo de hombros y trago saliva cuando me abraza. Lo que más me gusta de Sam es que siempre sabe cómo hacer sentir mejor a quienes le rodean. Me encantaría parecerme más a él en ese sentido.

Quiero explicarle lo inútil que me siento ahora mismo, pero no creo que este sea un buen momento para hablar sobre mis problemas.

Sam suspira, me suelta y vamos junto a los demás. Alex ha vuelto a separarse del grupo para hablar por teléfono. Mason rodea los hombros de Blake con un brazo, porque ella parece muerta de frío, e incluso Finn, que siempre sonríe, está serio. Lucho por tragarme el nudo que tengo en la garganta.

La chaqueta me cubre los brazos, pero mis medias son realmente finas y tengo las piernas congeladas. Seguramente lleve un rato tiritando y acabe de darme cuenta.

Cántame al oído | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now