Sesión número 1

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—Esto es un fiasco...

Dejé caer mi cabeza sobre mis brazos cruzados y un pesado resoplido salió de mi boca. El maldito proyecto de Reedus estaba consumiendo mi vida; no podía dormir, no podía pensar ni mucho menos podía concentrarme en otra cosa que no fueran las malditas preguntas que debía preparar, para conocer a una persona tan compleja como Victor Benoist. Y lo peor era que no podía retractarme porque ya había entregado el estúpido contrato con sus datos y su tonta rúbrica estilizada. Hasta en eso era perfecto el desgraciado, ¡su firma parecía un autógrafo!

Definitivamente, lo que dañaba su perfección era su actitud de guasón. Solo le faltaba pintarse el rostro y decirme: "¿Por qué tan seria, gatita?"

—Genial... Ahora estoy desvariando. Victor acabará conmigo y en vez de graduarme como psicóloga, necesitaré uno.

Las personas a mi alrededor me miraban como si estuviera loca, pero estaba tan estresada y presionada que me importaba poco. Había pasado los últimos dos días, noches incluidas, ideando las preguntas adecuadas, pero no era sencillo. Nada que involucrara a Victor Benoist era sencillo.

Había logrado plantear diez preguntas para poder hacerle un perfil inicial, pero todas me parecían tan simples que seguramente me sacaría en cara la regla número ocho que especificaba que mis preguntas debían ser ingeniosas. Hasta podía jurar que lo estaba esperando con ansias y por eso... no me había atrevido a mandarle un mensaje ni mucho menos llamarlo.

Saqué el cuaderno rosa que había preparado para el tonto proyecto y leí las preguntas; solté un gemido lastimero.

—Hasta puedo escucharlo diciéndome: "Puedes hacerlo mejor, gatita" —dije, tratando de imitar su voz grave.

Lo único que se me ocurría para evitar su rechazo frontal, era justificar muy bien las preguntas y hacerle ver lo importantes que eran para mí. Quería demostrar con el proyecto que los estereotipos estaban mal y que las personas no eran lo que parecían ser, empezando por nosotros.

Debía aceptar que la primera impresión que me dio, era la de un sujeto presumido, prepotente y burlón, pero quizás él era mucho más que eso y estaba dispuesta a tragarme mi orgullo y molestia para demostrarlo. Eso era lo que quería lograr al finalizar el trabajo.

—No juzgar un libro por su portada —susurré con seguridad.

Saqué mi móvil y busqué su contacto. Mis dedos temblaban inseguros, aun así, me dije a mí misma que debía hacerlo, debía darle una oportunidad. Cerré mis ojos por un par de segundos y cuando volví a enfocar la pantalla del móvil, le di a la opción de llamar. Un repique, dos... cinco... Quizás estaba ocupado...

¿Si?

Y allí íbamos.

«¡Ten confianza, Issy!».

Abrí mi boca varias veces, pero no lograba decir nada. ¡¿Por qué me había quedado muda?! ¡Tenía que decir algo!

¿Hola?

—Ahm... Ho-hola, Victor. —Y tartamudeaba... típico.

¿Me disculpan un momento? Es importante —Le escuché decir; había olvidado cuan grave era su voz—. ¿Eres tú, gatita?

—¡No me digas gatita!

Regla número doce, gatita. —Me recordó, remarcando el "apodo" que tenía para mí—. ¿A qué debo el honor de tu llamada?

21 preguntas para enamorarseWhere stories live. Discover now