Sesión número 7

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—Aquí les traigo su orden —dije, colocando los platillos y las bebidas sobre la mesa—. Espero lo disfruten.

Ambas mujeres agradecieron y volví a mi estación, detrás de la barra. A pesar de tener una sonrisa en mi boca, la ansiedad no dejaba de crecer en mi interior con cada minuto que pasaba en el reloj. Eran casi las tres de la tarde y Victor no había dado señales de vida. Ni llamadas, ni mensajes... ¡ni siquiera había ido a comer! Y eso era lo que me tenía más preocupada.

—Voy a tener que hacer algo que no quiero. ―Giré mi cabeza a la derecha al escuchar la voz de mi jefe, sus cejas estaban casi unidas por fruncir tanto su ceño.

Elliot Brown se caracterizaba por ser muy risueño, incluso podría decirse que gozaba de hacer bromas a diestra y siniestra, por eso me resultaba tan extraño el verlo tan serio y molesto.

—¿Sucedió algo malo? —pregunté confundida, ganándome una sonrisa de soslayo.

—Estoy hablando del idiota de tu compañero —bufó y continuó—: Cuando Victor se concentra en su trabajo, pierde la noción del tiempo y no piensa en nada más.

—¿Crees que... se le olvidó comer?

—Creo no, estoy seguro —dijo, soltando un suspiro—. Hace poco más de un mes se desmayó durante una reunión. Simplemente, colapsó.

—Estás bromeando, ¿cierto?

—Ojalá fuera una broma. —Fruncí mi ceño—. Según él, no le daba tiempo de salir a comer y por eso estuvo "alimentándose" con galletas.

Demonios, ahora estaba más preocupada. ¿Cómo rayos se le ocurría? Era bueno ser responsable, pero no al extremo de poner en riesgo la salud.

La campana de la puerta sonó y ambos levantamos la mirada en su dirección, pero no era él. Una joven de largos cabellos negros entró y saludó en nuestra dirección. Era muy linda y brindaba un aire de tranquilidad al caminar, digno de una princesa. ¿Quién sería?

—Hola, Elliot —saludó cuando estuvo frente a nosotros.

—Hola, princesa Hope. ¿Qué te trae por aquí?

—Me fugué de la empresa porque nuestro amigo en común ha vuelto a sus andadas.

—Maldición, lo sabía... —masculló Elliot entre dientes.

Con curiosidad, observé a mi jefe acercarse a la pequeña ventana que daba a la cocina y llamar a la señora Adelaida con insistencia, su ceño fruncido no se borraba.

—Eres Isabella Durán, ¿verdad?

La voz de la mujer que ahora sabía se llamaba Hope, me hizo volver la vista al frente. Sus ojos verdes oliva me miraban sin disimulo y con fijeza. Extraño.

—¿Te conozco?

—No en realidad... pero te vi con Vic hace unos días en la empresa y le pregunté. —¿Vic? ¿Qué tanta confianza existía entre ellos como para que le llamara por un diminutivo?—. ¡Dios! Relaja el ceño, querida —dijo, soltando una carcajada—. Él y yo somos buenos amigos, trabajamos juntos. De por sí, será el padrino de mi niña.

Mis ojos siguieron sus manos y fue en ese momento que detallé su apenas abultado vientre. ¡Qué pena! ¿Por qué era tan despistada? Si hubiera sabido eso desde un principio ni siquiera me... Un segundo, ¿Qué rayos estaba pensando? ¿Por qué me molestaría que otra mujer lo llame por su nombre? Él y yo no éramos nada... ¡Ni lo seríamos! Victor era solo mi compañero de proyecto ¡Nada más!

—Déjame adivinar, el imbécil solo tiene galletas en su estómago. —Agradecí la intervención de Elliot... porque ya no me estaba gustando el rumbo que estaban tomando mis pensamientos.

21 preguntas para enamorarseHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin