Sesión número 13

1.5K 159 324
                                    

Estaba nerviosa... no, nerviosa era poco. ¡Estaba aterrada!

Al comenzar la clase, había estado esperanzada de que alguien dijera que iba por la sesión trece como yo o un número menor, pero, para mi desgracia, la mayoría llevaba quince preguntas y algunos ya iban por la diecisiete... Entre ellos Valeria Sáenz.

¡Dios! Reedus iba a matarme o peor... ¡Iba a perder la oportunidad de tener mi pasantía soñada!

Había escrito un buen resumen de los avances que había tenido con Victor, reflejando sus aspectos fuertes y sus debilidades, pero había decidido omitir todos los puntos que se relacionaban con su pasado y que justificaban su creencia de ser un hombre frío cuando no lo era... Y por eso temía reprobar. Me ampararía tras el acuerdo de "confidencialidad" que debía existir entre paciente y psicólogo, pero no estaba segura hasta qué punto Reedus lo aceptaría porque yo no era una psicóloga todavía, y Victor no era mi paciente.

—Señorita Durán, le toca.

Rayos... mi hora de enfrentar la horca.

Me levanté con lentitud, temiendo que mis piernas no pudieran soportar mi peso. Mi boca se secó por completo, al punto de que mi voz no salió al primer intentó. Tuve que aclarar mi garganta un par de veces hasta que logré escucharme en voz baja.

«Aquí voy».

—Lamentablemente, profesor Reedus, no voy tan avanzada como mis compañeros —dije, aparentando seguridad y gracias a Dios la voz no me tembló—. Hoy tendré la sesión número trece con mi compañero.

—¿Por qué el retraso?

—Al principio no pudimos ponernos de acuerdo, pero a medida que las preguntas avanzan, nos hemos compenetrado bien, al punto que ahora tratamos de compaginar nuestros horarios para poder vernos —dije y era cierto.

Que Victor siempre buscara la forma de vernos a pesar de su ajetreada vida era muy considerado de su parte... y podía decir que hasta tierno. Debía admitirlo, cuando quería, el hombre era muy encantador.

—¿Qué nos puede decir de su compañero? Brevemente, por favor.

Sonreí al recordar lo que había escrito en el informe. Además de ser un hombre culto y de apariencia serena, Victor me parecía una persona maravillosa. Era atento, cándido y le encantaba justificar todas sus respuestas. Era maduro, tenía sus ideales fijos y los defendía con convicción, pero también tenía una parte infantil que era parte de su personalidad chispeante y atrevida. Era un hombre trabajador y muy listo, por eso abusaban de él en GreenStone, pero eso me lo reservé para mí, y también reflejé cuan responsable era, de allí que estuviera casi obsesionado con la puntualidad.

A groso modo, logré describir lo que había descubierto de Victor y finalicé mi discurso admitiendo que estaba muy emocionada por continuar con el proyecto y averiguar mucho más de él.

—Buena cantidad de información ha obtenido, señorita Durán. Espero continúe así.

¡Oh, Dios! Uno de los mejores psicólogos del mundo me había felicitado... ¿A mí? No podía creerlo. ¡Estaba que brincaba en un pie! ¿Se vería mal que me levantara a bailar? ¡Estaba feliz!

Mientras Reedus continuaba con el interrogatorio, saqué mi teléfono y busqué en mi lista de contacto al "Lobito sexy". Sí, le había cambiado el nombre porque ya no lo consideraba tan idiota. ¿Algún problema?

¿Debía escribirle? ¿Y si estaba dormido?

Victor había llegado a Besana a eso de las siete de la mañana y cuando le pregunté si iría a trabajar, contra todo pronóstico, me dijo que no.

21 preguntas para enamorarseDove le storie prendono vita. Scoprilo ora