III. El despertar de lo antiguo.

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A pesar de que Tera se inmutó por un segundo actuó rápidamente, extendió sumano y eliminó la gravedad del cuerpo del pequeño cachorro que se encontrabaindefenso ante ellas. Su temor era el temor de cualquier hechicero, ser descubiertosignificaba su posible extinción, además su madre había hechizado la isla luego decrearla, era imposible que un ser humano arribara de esa forma. 

—¿espera vas a matarlo? —cuestionó Kuno. 

Kuno sabía que era lo correcto, el protocolo lo decía, era la regla de oro que sumadre había grabado con un cincel, allí sobre las rocas que construían su mente.Los humanos son inaceptables, son monstruos que corroen y matan todo lo quetocan, la destrucción corre por sus venas y no puede ser contenida, toda oscuridadnace del corazón de los humanos.

A pesar de que Kuno conocía bien las reglas no podía evitar sentirse culpable, sucorazón fue pinchado con un leve sentimiento de culpa, empatía, esa era la palabraque se plasmaba sobre el alma de Kuno y la reclamaba como suya. 

—Sabes qué debo hacerlo.

Kuno frunció el ceño, pero no podía hacer nada más que resignarse, aunque casipudo atrapar una ligera chispa saliendo de los ojos de su hermana como si ellaestuviese de cierta forma disfrutándolo. 

Justo cuando Tera iba a tomar la vida del ser humano su cabello perdió colorlentamente, sus venas se volvieron azul oscuro como el mar profundo que rugíaalrededor de la isla, su piel se tornó demasiado pálida y le empezó a faltar larespiración. Cuando Kuno se giró la sorpresa la llenó de impotencia y el miedovolvió a estrujar su corazón como si fuese un pañuelo. Sera se encontraba de piedetrás de ellas, colocando su mano en lo alto. Tera rompió el control que Seraejercía sobre ella, pero con mucho esfuerzo. 

—Bueno supongo que subestime los guantes hechos por tu madre —mencionóSera—, mi intención era matarte hermana. 

—¿Qué quieres hacer?—Quiero al humano. 

—Mi madre moriría antes de conservar un humano dentro de la casa. 

—Que así sea entonces —sonrió Sera

Kuno juntó valor desde el fondo de su corazón y dio un paso al frente, colocó subastón sobre la yugular de Sera, inmediatamente Tera se movió e intentó tomar lavida del niño nuevamente, Kuno duplicó su bastón con un hechizo y colocó elsegundo sobre la garganta de Tera también. 

—¿Qué crees que haces? —expresó Kuno determinada a detenerlas a ambas. 

—No vamos a darle al humano —dijo Tera. 

—¿quieres tú enfrentarla entonces? —preguntó Kuno señalando a Sera con sucabeza. 

—Kuno, muévete antes de que te destroce —expresó Sera—, voy a matarla. 

—Tampoco te dejaré, tal vez por nuestra cuenta seríamos incapaces de vencerte,incluso contenida, pero juntas existe una posibilidad ¿quieres arriesgarte?

Kuno logró intimidar a ambas lo suficiente como para que cedieran, las treshermanas llevaron al humano —que se encontraba inconsciente en ese momento—hacia la mansión, Kuno le había dicho a Sera que ella era la que tenía que negociarcon su madre sobre el ser humano. 

Mientras se encaminaban hacia donde estaba su madre, Kuno pudo observardetenidamente los guantes de Sera, tenían una ligera ruptura en los nudillos, eraalgo minúsculo, y aún con ese mínimo de su potencial era capaz de destruirlas, yentonces Kuno volvió a sentirse abrumada. 

Al entrar a la casa Kathryn enloqueció, primero sucumbió ante la impotencia y lapreocupación, ya que su barrera no había funcionado, y luego el miedo yposteriormente el enojo. Todo esto en cuestión de segundos, aunque luego lo másurgente la golpeó, como un viento frío golpea en tu cara, Sera había logrado romperlos guantes que retenían su poder. 

—Entonces ¿cómo lo hiciste? —exigió Kathryn por respuestas. 

—No puedo decírtelo —respondió Sera exasperada. 

Sera se había escabullido hacia la habitación en la que dormía Entropía y habíametido sus manos en el vestido y en su cabello. Hizo de todo para que los tornados arrasaran con esos guantes malditos, pero a pesar de su esfuerzo y del insoportabledolor sólo consiguió una pequeña ruptura, casi un raspón mínimo.

Tera flotó hasta su cuarto y se encerró, Kuno se quedó justo debajo del marco de lapuerta y maldijo a Tera por lo bajo. 

—Tendré que hacerte guantes nuevos entonces —dijo Kathryn.

 —No —expresó Sera evidentemente molesta—, no puedo romperlos más —confesó. 

Kathryn pudo escuchar el corazón de Sera en su mente, como podía hacerlo contodos sus hijos. Era una habilidad natural de los hechiceros y en ese momento sedio cuenta de que Sera no mentía. 

—¿Qué pretendes hacer con el humano? —Kathryn volvió a exigir respuestas. 

—Quiero conservarlo —propuso Sera.Sera no tenía buenas intenciones, su familia era una familia de hechiceros y ellaguardaba mucho rencor en su corazón ¿qué mejor forma de destruir hechiceros quecon humanos? 

—¡Ni lo sueñes! —Pronunció Kathryn con una expresión de furia.Kathryn aplaudió frente a la cara de Sera y las ramas de árboles en la paredtomaron a Sera y la aprisionaron dejándola inmóvil. Sera se retorció y chilló, pero no pudo hacer nada. Las ramas además de cumplir con su función de iluminar la casatambién habían sido hechizada por Kathryn para reprimir la magia de aquellos a losque ella confinara allí. A Kathryn se le retorció el corazón y sus ojos se ablandaron,no importaba lo que hubiese pasado o lo que Sera hubiese hecho seguía siendo suhija y le dolía tener que capturarla, pero no sabía qué más hacer.

Una puerta empezó a rechinar, era la que estaba al lado del cuarto de Tera, de ellasalió un señor bajito y lleno de canas con una barba corta y un bastón, veníaflotando sobre la sala de estar, era el papá de Kathryn, el hechicero vivo máspoderoso, Kuno se retrajo y dio dos pasos hacia atrás, Kathryn empezó a temblaraún más y Sera sonrío. El abuelo tocó su bastón contra el piso, las ramas seprendieron en fuego y luego se rompieron dejando salir a Sera.

 —¿Se puede saber qué está pasando aquí? —preguntó el abuelo.

La Casa al Final del MundoWhere stories live. Discover now