IV. El amanecer de una tormenta.

4 1 0
                                    


—¡Abuelo! —dijo Sera con una sonrisa pintada en el rostro—, despertaste.El abuelo se dirigió hacia Sera y la acogió entre sus brazos, Theros era el hechicerovivo más poderoso y su nieta favorita siempre había sido Sera. Había estado en unsueño profundo durante aproximadamente 200 años, el gran hechicero no tenía ideade lo que había sucedido entre Sera y su familia, y lo que le había sucedido alcorazón de Sera, Kathryn siempre temerosa de su padre no pensaba contárselotampoco. 

—Ahora sí ¿qué diablos está sucediendo aquí? ¿por qué sujetaste a Sera con lasramas? 

—Hay un humano en la casa —pronunció Kathryn angustiada—, ¡un humano! 

—Por Dios Kathryn tienes que dejar de ser tan exagerada. Los humanos soninsectos, además es un cachorro y si entró fue porque tu hechizo para proteger laisla salió mal, deberías conservarlo como una mascota. 

—No entiendes papá, los humanos solo traen destrucción. 

—Sólo si eres demasiado débil, y esta casa no está llena de débiles. El humano sequeda, es un hecho y por favor contrólate el sonido de tu corazón estáprovocándome una jaqueca.

Kathryn suspiró mientras un nudo de miedos se atascó en su cabeza, pero asintiócon una lágrima en el rabillo del ojo.

Esa noche Kathryn no pudo pegar los ojos, lloró durante un par de horas, caminódurante otras cuantas, pero la calma nunca llegó a abrazarla, y el desespero estabagolpeando constantemente en la casa. El simple hecho de tener que lidiar con unhumano ya era demasiado abrumador y ahora que su padre había despertado y notenía ni idea de lo que había pasado con Sera sólo lo volvió peor. Llovió en la mentede Kathryn durante toda esa noche, llovió como llovía el alma de entropía cuando seencontraba triste. 

La mañana acogió a Kathryn como una vieja amiga, el chorro de café cayendo deuna taza a otra la hacía sentir un poco mejor, aunque fuese por un corto periodo. Sesentó a la mesa, se encontraba con su vestido blanco y con el cabello sueltoligeramente peinado. No podía discutirle a su padre, tampoco podía contarle lo quehabía pasado con Sera, sólo tenía una opción y esa era guardar silencio y soportaral que para ella significaba el comienzo del fin: el pequeño humano. Kathrynescuchó un ruido, y cuando volteó vio a Sera bajando por la escalera, ninguno otrode sus chicos estaba despierto aún y su padre tampoco. 

—Supongo que es muy temprano para pedir desayuno —expresó Sera. 

Su voz no sonaba molesta, ni nada parecido, por el contrario, desprendía una pazextraña, era casi como que disfrutaba ver a su mamá en esa posición, acorralada yfrágil, en peligro y sin ayuda, justo como Sera se había sentido en su oscuro día. 

—Sera, tengo algo que pedirte.

—No le voy a contar tranquila —la interrumpió Sera.Kathryn sólo asintió y luego se levantó de donde estaba y comenzó a preparar eldesayuno. 

Kuno abrió sus ojos, estaba levitando nuevamente, ya tenía varios días despertandode esa forma y aunque no le asustaba le parecía extraño pues no era una de sushabilidades naturales, esa le correspondía a Tera, ella y Stohr tenían la habilidad decontrolar herramientas y Sera... bueno la habilidad natural de Sera había sidotransformada y desfigurada hasta convertirse en lo que era. Kuno entró al cuarto desu hermano, avanzó sobre el suelo de estrellas saltando de un planeta a otro hastallegar a su cama. 

—Stohr ya es hora de bajar —le dijo.Posteriormente Kuno pronunció unas palabras y sopló polvo de hadas sobre suhermano, Stohr en seguida salió volando de la cama para chocar contra lasparedes, de esa forma Kuno cerraba la puerta a sus espaldas para salir con unaligera risa, tan fresca como el viento que entraba por su ventana en las mañanas.

El pasillo que daba a las escaleras siempre se encontraba oscuro, Kuno recordabacada día aquella mañana en la que cuando era una niña corría para bajarlas y setropezaba para caer, hasta que su hermana menor —Sera—, extendía un trozo desu alma para salvarla. A pesar del miedo que sentía Kuno sabía que nunca iba aolvidar ese día y estaba aferrada a ese recuerdo, lo había enfrascado, y prometía 20sumergirse en él cada vez que las nubes grises se colaran dentro de la casa.También guardaba la esperanza de que esa Sera volviera algún día.

 —Kuno y Sera ustedes están a cargo de mostrarle la casa a Entropía,recuerden que todo está hechizado para que ella no lo rompa, pero aun así algopuede salir mal, ya saben qué hacer. —ordenó Kathryn. 

El abuelo se encontraba sentado en la sala de estar, leyendo un viejo libro queaparentaba tener las páginas en blanco, Kuno lo vio de reojo. No eran muy cercanosy sólo habían intercambiado un par de palabras en toda su vida.

Kuno observó el traje color negro elegante que portaba el hechicero más poderoso,su sombrero con una cinta azul y sus zapatos que combinaban perfectamente, suspantalones ajustados y esa aura de superioridad que se desprendía de su ser justocomo el perfume se desprende de los hombres vanidosos. Era como el aura quedesprendía Entropía, sólo que Entropía había nacido con ella, Theros se la habíacreado. 

Sera subió las escaleras adelantándose un poco a Kuno, quien respiró profundo yvaciló un poco antes de empezar a subir. 

—Tranquila, prometo que no te voy a morder —pronunció Sera y la miró por sobreel hombro. 

Kuno suspiró y se obligó a sí misma a seguir a su hermana. Al llegar al segundopiso tocaron a la puerta de Entropía quien no había dejado de dormir desde quellegó. 

—Buenos días señorita Entropía —dijo Sera con una falsa amabilidad. 

—Buenos días —Le contestó Entropía con una sonrisa. 

Kuno volvió a sentirse extasiada ante la presencia de Entropía, ese serextremadamente hermoso que hacía a las estrellas avergonzarse. 

—Venimos para avisarle que ya está el desayuno para que baje a tomarlo, y luegodarle el recorrido por la casa —alcanzó a pronunciar Kuno. 

—Claro —respondió Entropía saliendo de la habitación. 

Kuno pudo notar las perlas transoceánicas que tenía Entropía puestas en susorejas, emanaban un color amarillento claro. Las perlas transoceánicas reflejabanen colores el estado de ánimo de quien las usara y el amarillo estaba asociado auna emoción positiva. 

—Disculpe el atrevimiento —soltó Kuno mientras bajaban las escaleras—, henotado que se ha puesto las perlas transoceánicas que mi madre le dejó en lahabitación, que por cierto le sientan de maravilla. 

—Gracias, que amable. 

—Lo que no he podido evitar observar, es que se encuentran en una tonalidadpositiva ¿se siente usted bien hoy?

—De maravilla, nunca había dormido en una cama, tampoco me había acercado auna habitación sin destrozarla. 

Kuno no respondió, se sonrió por lo bajo y siguió caminando. Entropía iba másrápido de lo que hubiese imaginado, estaba sanando apresuradamente y si seguíaasí podría recuperarse en corto tiempo. 

Al llegar abajo Sera presentó a Entropía con el abuelo, quien tomó la mano de lamujer tormenta y la besó, también se quitó su sombrero e hizo una reverencia.Entropía se sonrojó y en cuanto eso sucedió las perlas transoceánicas cambiaronde color y empezó a hacer mucho viento dentro de la casa. Sera se percató de loque estaba pasando y se llevó a Entropía a la cocina. Kathryn brindó una taza decafé a la mujer que había provocado esos vientos, pero en cuanto esta tocó la tazaexplotó derramando el café por los suelos de madera. Entropía empezó a llorar envoz alta y los vientos volvieron a sacudir el interior de la casa y las sillas empezabana despegarse del suelo. Kuno tomó su bastón, pronunció unas cuantas palabras envoz baja y luego lo agitó en la cara de Entropía quien cayó dormida de inmediato. 

—No entiendo —decía Kathryn a Kuno—, hechicé las tazas, usé sangre de ángel. 

—Entropía no es un ser normal, Entropía es especial —contestó. 

—Tendré que usar el doble de porciones que usé y volver a encantar toda la casa. 

—Pon un poco sobre el bebé humano

Kuno sabía que a su madre no le gustaría su sugerencia, pero sentía cierta empatíahacia el niño y ciertamente en medio de todas las cosas que le preocupaban elhumano le preocupaba un poco más.

La Casa al Final del MundoWhere stories live. Discover now