VII. Las partes de un corazón.

6 1 0
                                    

La lluvia caía estruendosamente sobre toda la isla, las palmeras se doblaban comosi fueran movidas por la mano de algún Dios, y los mares gritaban y se arrojabanenojados sobre las pobres rocas que se hundían por debajo de la espuma como lossueños de alguien que no fue lo suficientemente valiente como para luchar por ellos.

Habían pasado un par de días luego de que Sera había tenido su primer encuentrocon el pequeño humano, desde ese día, desde ese primer día en el que un ser tanminúsculo ante los ojos de los hechiceros, pero a la vez tan peligroso había logradolo imposible: desenterrar poco a poco la escasa luz que alumbraba dentro del pechode la hechicera, dentro de ese tornado de oscuridad y resentimiento en el que sehabía convertido. Kathryn se encontraba demasiado ocupada como para notar elcambio que —aunque ciertamente era tan diminuto como los sueños de uncobarde—, había calado de una manera increíble, esa lección se había introducidolo suficiente como para dar inicio a una transformación, dar inicio al proceso desanación del que tanto alardeaba Kathryn y que en ese momento se estaba llevandoa cabo bajo sus propias narices y sin que se diera cuenta. 

—¡Quiero ir afuera! —protestó empecinado el pequeño humano. 

—No puedes —le respondió Kuno quien se encontraba cuidándolo. 

—¿Por qué? —cuestiono el de cabellos color oro. 

—Está lloviendo demasiado y no quieres mojarte. 

El pequeño de piel pálida no dijo una palabra, pero hacia sus adentros se preguntópor qué razón alguien podría decir que era lo que él quería, él sabía lo que quería,quería salir a contar conchas en la playa como acostumbraba a hacerlo diariamentedesde que despertó en esa extraña casa, quería reencontrarse con su familia,porque la extrañaba tanto que su pecho se oprimía cada vez que intentabarecordarla y esos esfuerzos se bañaban en las lágrimas que se deslizaban por susmejillas. Y en ese momento tuvo un pensamiento más, de ahora en adelante no ibaa dejar que alguien afirmara que era lo que él quería sin tan siquiera tener una ideade cuales deseos se paseaban por sus pensamientos.

Sera se encontraba dormida en su habitación al igual que Stohr, Entropía estabaencerrada llorando sin parar, razón por la cual la isla se había tornado de repente enun huracán viviente, Kathryn rogaba a los Dioses que el alma de Entropía mermarasu furia y eso trajese un poco de paz a la casa. El abuelo había decidido salir de suhabitación y se encontraba leyendo un viejo periódico en la sala de estar, Kunoestaba practicando algunos hechizos mientras cuidaba al niño, los ojos de Kunobailaron discretamente para observar un poco la sala, y en seguida chocaron con elabuelo, portaba un traje color negro con un estampado de rosas que se movía ydanzaba sin salirse de la tela, su bastón combinaba con dicho estampado con unmango de oro, sólo que dicho bastón tenía girasoles y la primera parte de suszapatos se conformaba con dibujos de orquídeas amarillas y púrpuras, el constantemovimiento de esos tres tipos de flores provocaron que los ojos de Kuno brillaran.Siguió observando a sus alrededores y su vista se encontró con los ojos negros deSera, quien caminó hacia donde ella se encontraba, con la respiración un poco  agitada y el pulso acelerado Kuno intentó seguir en su labor, trató de verse calmaday no mirar directamente a Sera.

—Supongo que te ha molestado tener que hacer mi trabajo, lo lamento hermana, yaes tiempo de que tome mis responsabilidades. 

—No te preocupes —contestó Kuno—, el chico se ha portado de maravilla y no memolesta para nada cuidarlo. 

Sera se inclinó y saludó al de cabellos de oro quien le abrazó enseguida, y de lamisma manera en la que le habló a Kuno anteriormente le pidió que lo llevara a laplaya con desespero. Sera se puso de pie frente a la puerta trasera y extendió susmanos e intentó con todas sus fuerzas detener la lluvia, pero fue en vano, no lologró la primera vez que lo intentó, ni la segunda, ni la tercera, frustrada hizo romper—inconscientemente—, una ventana que se encontraba atrás de ella. Sera aún nose acostumbraba a tener de vuelta —aunque en menor cantidad— sus poderes, letomaba mucho trabajo recordar los hechizos, y manejar la intensidad en la queahora salía su poder se tornaba un trabajo insufrible y agotador, Sera maldijo a susadentros y se maldijo a sí misma pensando que era demasiado inútil en su estadoactual. Kuno quien aún se encontraba sentada en el suelo de madera dejó suslabores para ayudar a su hermana

—Yo puedo intentarlo por ti —exclamó. 

Y recitó unas cuantas palabras y luego de poner al niño en el marco de la puertasopló fuerte sacándolo de la casa, el niño cerró los ojos y al sentir la tierra con sus pies descalzos elevó sus manos para cubrirse de las gotas, pero éstas nuncallegaron, cuando abrió sus ojos se maravillaron y se sorprendieron de la mismaforma en la que se sorprendió Sera. Las gotas de lluvia que estaban a punto de caersobre el niño rebotaban y empezaban a invertir su camino subiendo de vuelta alcielo, Kuno sonrió puesto que no estaba muy segura de que su hechizo fuese a darresultado. Sera se sintió un poco intimidada y en su pequeño corazón se empezó agestar una espina de celos. Sera había sido la hija más poderosa de Kathryn algúndía, incluso Stohr habría sido opacado por el inmenso poder de Sera, sin embargo,esos días habían terminado y el ver a su hermana pequeña hacer un hechizo que lefue imposible a ella volvía los adentros de Sera al revés.

—¡Gracias! ¡Gracias! ¡gracias! ¡gracias! —gritaba eufórico el niño.Kuno volvió a sonreír y miró por el rabillo del ojo a Sera atrapando su gesto dedisgusto antes de que ésta pudiese ocultarlo. 

—Alguien tiene que acompañarlo —expresó Kuno mirando a Sera a los ojos. 

Sera caminó hacia donde él se encontraba y en seguida el efecto del hechizotambién empezó a cobijarla, Kuno se puso detrás de ellos y todos empezaron acaminar hacia adelante devolviendo la lluvia al cielo conforme avanzaban entre lamaleza en su camino a la playa. Sera no le dirigía ni la palabra ni la mirada a Kuno yKuno sentía una profunda tristeza. El corazón de Sera aún se encontraba enterradocon una serie de acontecimientos que se habían acumulado durante largos años.Kuno era la única persona dentro de la casa que apostaba todo a favor de Sera, era la única que daría su vida para salvar la de Sera y si fuese posible cambiaría sucorazón por el de ella para que de esa forma volviese a sentir el amor fraternal queella sentía.

—Mira Sera —dijo el niño—, ésta concha tiene forma de corazón.

 Sera abrió los ojos en gran manera y los vientos mecieron suavemente sus cabellosy debajo de una luvia al revés, extrañó su corazón. 

Kuno quien permanecía detrás de ellos observó todo y se le estrujó el pecho comosi lo estuviera sintiendo en carne propia. El niño no se percató de lo que ambassentían, pero dentro de su inocencia las hizo sentir mejor. Con todo el trabajo que aél le requería Partió la concha en dos con una roca y puso la primera mitad en lamano de Sera. 

—Tú tienes una parte.seguidamente caminó hacia Kuno y le dio la otra mitad a ella. 

—Y tú tienes la otra.Sera miró a Kuno y Kuno miró a Sera, y Sera experimentó culpa por lo que habíasentido.

La Casa al Final del MundoWhere stories live. Discover now