XV. Los hombros de cristal.

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A veces sentimos que la carga de todo el universo y sus secretos reposansuavemente en nuestros hombros, tan frágiles como el corazón de Entropía, tancruel como el corazón de un humano adulto y tan despiadado como un hechicero. Aveces sentimos que el mundo está amenazando con desvanecerse ante nosotros ydestrozar nuestra cabeza, pero entre más peso nos pongan encima más fuertes sevolverán nuestras columnas.

Stohr corría tan rápido como sus piernas se lo permitían. Intentaba escapar de laculpa, del hecho de que su tatuaje se salía de control un poco más con cadamomento, y del día a día en sí que se tornaba insufrible, quería escapar del dolor,de la decepción que los ojos de su madre iban a desprender en cuanto se enterarade lo que estaba pasando. 

El verde de la selva que rodeaba la casa se distorsionaba a medida que Stohralzaba velocidad, las gotas de sudor le bajan por su rostro, acariciándole de unaforma casi maternal y su cabello se encontraba empapado también. Su percepciónvisual se veía disminuida conforme sus pasos se hacían más ligeros, pero el rabillode su ojo se rehusó a dejar escapar la belleza que desprendía el mar al reflejar losrayos del sol y realizar un baile de colores y brillos fascinante, y Stohr envidió alagua en ese momento, por ser tan transparente y pura, y deseó con todas susfuerzas convertirse en una masa acuosa, y susurrarle los secretos más profundos alos peces, y reflejar él mismo la luz del sol de esa forma tan hermosa. El hechicerovisualizó un claro frente a él en el que se encontraban palmeras bastante altas, las aves cantaban y las ardillas huían de él en cuanto el ruido las hacía sentirintimidadas, Stohr observó el sol de reojo y pensó que por un momento éste queríaconfesarle un secreto, seguidamente el hechicero cerró los ojos y saltó lo más altoque pudo esperando atravesar la atmósfera, entrar al espacio y navegar parasiempre sin tener que preocuparse por decepcionar a su madre, sin tener quepreocuparse por su tatuaje, sólo por flotar y materializar sus sueños, convertir elpolvo de estrellas en galaxias, y expandir sus universos a medida que construiríanuevos mundos, si tan sólo pudiera lograrlo...

Stohr atravesó la puerta de su habitación entre jadeos, su madre se encontraba enalguna de las habitaciones de la casa junto a su prima, durante los últimos díashabía sido de esa forma ya que al parecer Kathryn estaba encantada con Jasha ytodo lo que ésta podía hacer con sus mariposas monarca. Stohr echó un vistazo asu habitación, los planetas se movían eufóricos por todo el espacio que éstaconstituía. La habitación de Stohr formaba parte de su ser, de la misma forma enque lo era su hacha, una extensión más de su alma, y representaba el estado de sumente, en ese momento era ese: agitado. Estaba cansado y las piernas letemblaban adoloridas y su mente se retorció enrollándose a sí misma como unaserpiente sobre una presa asfixiada, el poderoso hechicero tenía una confesión quehacer y sentía como si esta lo estuviera ahogando desde adentro. Sintió un poco dedolor en su tatuaje conforme daba pequeños pasos y trazaba dibujos en el polvo deestrellas que yacía pegado al suelo, los planetas giraban sobre sí mismos a unavelocidad abrumante y los pequeños respiros de Stohr bailaban, como las mujeresbailan a la luz del sol luego de traer un alma nueva a un viejo mundo. Expulsandodióxido de carbono empapado de magia poderosa, queriendo desaparecer como los dragones lo habían hecho hacía tanto tiempo. Cuando cruzó por fin toda esahabitación del tamaño del espacio exterior se dejó caer sobre su cama exhaustopensando en todas las formas en las que podía informarle a Kathryn lo que sucedía.Los pensamientos se anidaban caprichosos y se albergaban bajo las alfombras desu mente de una forma casi gloriosa, y Stohr se percató de que la entropía de ciertaforma habita en todos nosotros, de formas más literales o figurativas, de formas másreales o siniestras, de formas más grandes o pequeñas, pero está ahí, un pequeñotornado dando vueltas y destruyéndose a sí mismo para crear nuevas maravillas.Las sábanas besadas por las estrellas yacían al lado del pequeño-gran Stohr comoun peso muerto, dibujando líneas similares a los de los cartogramas, él las estrujótan fuerte como si éstas desprendieran el calor de la vida y él se estuviese muriendode frío, por último lloró, tan fuerte que el llanto no se escuchó, tan amargo que rio através de sus lágrimas, y cuando éstas pequeñas gotas de sufrimiento líquidobañaron sus manos se dio cuenta de que su sueño se hacía realidad, o al menosuna parte de él, Stohr era transparente frente a su pequeño universo, encerrado ensu habitación se preguntó suavemente cómo podría trasladar su sueño de unahabitación a otra. 

La Casa al Final del MundoWhere stories live. Discover now