X. Un corazón de fuego.

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Kuno y su hermano fueron capaces de sentir la presencia del nuevo inquilino, laarena bajo sus pies empezó a arder en gran manera, como si estuviesen paradossobre fuego y poco a poco esa energía se fue haciendo más ímproba a medida queél se acercaba hasta que pudieron observarlo. Cabello negro y piel morena con untraje hecho sólo de llamas que brillantes y rebeldes se elevaban y saltaban a suszapatos, unas cuantas de esas flamas se escapaban traviesas para saludar a losárboles, provocando de esa forma pequeños incendios en la vegetación de la isla,Kuno sopló fuerte con su bastón lo que hizo al hombre fuego retroceder y Stohrposteriormente corrió muy cerca para recitar un hechizo por lo bajo, a medida quemecía su hacha cerca de éste hombre, y en un segundo Kuno alzó velocidad paracolocarle los brazaletes antes de que se diera cuenta. «Bueno, eso fue mucho másfácil que con Entropía» pensó Kuno. 

—Bonjour, pedazo de cielo —saludó el hombre mientras sus llamas se reprimíantornándose más pequeñas. 

Seguidamente hizo algo que incomodó e incluso sonrojó un poco a Kuno, se inclinóy tomó su mano besándola. Su acento francés y su excesiva cortesía hacían sentirun poco abrumada a la hechicera, y había algo acerca de él que a ella no le parecíaterminar de convencer. 

—Mezzie —pronunció saludando a Stohr mientras se quitaba su sombrero.

—Eh-sí —tartamudeó un poco Stohr—, estos brazaletes son para controlar un pocosus poderes por el bienestar de la casa y de todos los inquilinos. 

—Oui, oui. Entiendo sus medidas y acataré todas las órdenes que me sean dadas.

 Kuno convirtió su bastón en un pequeño su abanico y lo agitó con la fuerza de unremolino, el intenso calor que desprendía este hombre iba a ser probablemente unode los tantos problemas que había en la casa. Las casas de descanso estabancayendo en el olvido y para nadie era un secreto que estarían pronto a extinguirse,sin embargo ésta parecía levantarse cada vez más, habían creado nuevashabitaciones y el rumor de que por fin se había controlado a Entropía navegó —dealguna forma— a través de los mares, saltando entre las olas y mezclándose conlas gotas de agua, que posteriormente se convirtieron en delfines y finalmente setradujeron en barcos que llevaron la información incrustada en su madera a cadapuerto del mundo, donde muchos seres la bebieron como si de un elixir para la vidaeterna se tratase, y poco a poco la familia empezaba a ver los resultados de dichasecuencia.

Juntos atravesaron la puerta principal, Kathryn se encontraba fija al suelo colocandosus manos una sobre la otra, plantada como una palmera que está a punto de serderribada por una ola de calor, más atrás estaba Entropía y detrás de ella elpequeño humano. El primer paso del hombre de fuego en la casa y toda lahabitación se vio inundada por un calor infernal, Kathryn recitó por lo bajo unhechizo e inmediatamente la temperatura se empezó a normalizar y luego llegó eldiscurso. 

—Buenos días señor Kahár. 

—Oh bonjour, adorable lady —dijo el francés mientras se inclinaba a besar tambiénla mano de Kathryn. 

—Bienvenido a la casa de descanso, el único lugar que puede sanar su alma. Haymuchas habitaciones en la primera planta y cada una de ellas tiene un mundodentro con un poder curativo digno de los Dioses. 

—Oui, oui. Ya he escuchado mucho sobre sus habitaciones, lo que me interesasaber es ¿cómo voy a pagarlo?

 —Es sencillo, nosotros reponemos una parte de su alma a cambio de una pequeñaparte suya, queremos parte de lo que usted es, enfrascar esa esencia para crearmás habitaciones en el futuro. 

—¿Pero me asegura usted que mi corazón se va a reparar? —cuestionó Kahármientras se sentaba en el sillón. 

Kathryn tragó grueso y unas gotas de sudor corrieron traviesas por su frente, no erala pregunta del fuego salvaje lo que la mantenía a la expectativa, sino más bien si lacasa y los muebles tenían la suficiente magia como para resistir las llamas máscalientes sobre la faz de la tierra.

 —¿Y qué hay de malo con su corazón? —preguntó Kathryn—, lamento preguntarlede forma tan directa, pero usted llegó a nosotros sin una referencia, y necesito sabersi mis servicios serían útiles. 

—Mi corazón tiene el peor defecto, no tiene a su mitad. 

Kathryn suspiró un poco confusa, no sabía si acogerlo pues claramente no sabíacómo solventar sus necesidades, pero tal vez podría enseñarle a ser feliz sin unapersona a su lado, y entonces una pregunta que resonó más fuerte que unrelámpago, y brilló más que las llamas de Kahár ¿A una persona hay que darle loque quiere para sanar o lo que necesita? 

Kathryn procedió a sentarse junto al señor de fuego y en ese momento aclaró lavista para él, dejando ver a Entropía, quien previamente había sido ocultada por elabultado vestido de flores que portaba Kathryn, los ojos de Kahár se cayeron alsuelo, y sintió algo que —irónicamente— nunca había sentido, calidez. Se levantóinmediatamente del sillón, como si su vida dependiera de ello y los fuegos por másrestringentes que fueran los brazaletes fueron encendidos por una llama más fuerteque acababa de nacer de un corazón, más caliente que el corazón del infierno. Elhombre de fuego dio unos pasos hacia Entropía, quien se encontraba bastanteavergonzada y sonrojada. 

—Oh madmoizelle, es usted una obra de arte —dijo con ese acento francés queponía a todos un poco incómodos. 

—Gr-gracias —pronunció Entropía mientras sus vientos también empezaban asalirse de control. 

El fuego que ardía bajo el pecho de Kahár se iba tornando más oneroso a medidaque avanzaba, y Entropía no pudo plantarse frente a sus vientos que lentamente laempujaban a esta utopía ardiente que la llamaba prometiendo éxtasis, y en eseinstante la escena se redujo sólo a ellos dos, dando pequeños pasos lentamente, como si el tiempo transcurriese despacio, con la intención de apreciar ese encuentromágico e inusual, sacando chispas, pequeños tornados, vientos feroces y llamaspeligrosas, hasta que estuvieron lo suficientemente cerca como para que susenergías chocaran y se repelieran la una contra la otra formando una ola de impactoque movió con fuerza al pequeño humano contra la pared, derritió una ventana ehizo a Kathryn barrida del suelo con una espeluznante facilidad, pero por supuestoeso solo fue daño colateral, la peor parte la sufrieron Entropía y Kahár que salierondisparados en lados opuestos hasta chocar cada uno con la pared del fondo y caeral suelo que se encontraba de una forma que ninguno apreciaba, frío.

 —¿Se encuentra bien señor? —preguntó Kathryn mientras se paraba en el marcode la puerta. 

Habían movilizado al nuevo inquilino a una de las habitaciones de arriba, el impactolos había dejado a ambos inconscientes. Eran polos opuestos, mundos aparte, denaturalezas diferentes, contrarias y excluyentes entre sí, las tormentas de Entropíano soportaban ser expuestas al calor y el fuego de Kahár no soportaba la idea deser apagado, pero como toda teoría romántica los opuestos se atraen y peor aún seenamoran.

 —¿Cómo no voy a estar bien luego de que mis ojos presenciaron a la más parfaitemujer? no, no, no. Al más perfecto ser que mis humildes y quisquillosas llamas hansentido ¿Cómo no va a estar bien un girasol que acaba de ser bendecido con la luzdel sol diario? ¿cómo no se siente feliz un albatros que acaba de regresar a casa?

—Pero usted... Ustedes salieron volando por la habitación y el choque de energíaslos dejó inconscientes. Lamento que mi otra inquilina haya provocado todo esto —sedisculpó Kathryn un poco confundida. 

—Pero escúchame, no hay placer más grande que se haya movido a través de mismoléculas que el que sentí hoy al ver a la mujer de tornados, y no intente ustedexplicar qué pasó ahí, el arte no se explica, se aprecia, y eso que usted y todos allávimos fue arte del destino.

 —Pero el arte y el amor debe hacerte sentir bien —pronunció Kathryn. 

—El arte y el amor te hacen sentir vivo, y estar vivo no es sólo ser feliz, además¿quién dice que en un poco de dolor no viene enfrascada una buena porción defelicidad?Kathryn cedió aún un poco confundida por las palabras de su nuevo inquilino, yluego de cuestionar en múltiples ocasiones si de verdad quería quedarse él le rogóque le dejara permanecer allí hasta que consiguiera que su corazón y el de Entropíalatieran al mismo ritmo. 

Empezó a llover nuevamente en la isla esa tarde, Kuno quien se encontrabaencerrada en su habitación estaba segura de que era producto de Entropía, sinembargo, estaba lloviendo con un sol radiante y Kuno se cuestionó si esas gotas delluvia serían gotas de tristeza o de felicidad.

La Casa al Final del MundoWhere stories live. Discover now