Capitulo Seis

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Era jueves en la tarde y Maritza aún no pasaba por él, Saúl dudaba, se cuestionaba de si en realidad era buena idea asistir a una casa donde no había sido bienvenido desde hace más de cinco años, pero si Maritza le decía que Kalani lo aceptaba en su casa y le permitía recordar a los gemelos junto a los familiares más cercanos de estos pues le creería; tal vez los problemas con Kalani habían quedado en el olvido y aquella señora había hecho borrón y cuenta nueva con los sucesos acontecidos hace cinco años.

"La muerte de un hijo jamás será olvidada" recordó las palabras de su madre pero las alejó cuando escuchó el sonido de un auto estacionarse frente a su casa.

Con un suspiro desenvaino su bastón y caminó hasta detenerse a un lado del auto, esperó a que Maritza le hablara para saber si era el auto correcto, y luego de varios segundos se encontró dentro del auto envuelto en al aire acondicionado y en el aromatizante que Maritza utilizaba.

—Estoy bastante nerviosa por la reunión —dijo Maritza sorprendida de ver a su viejo amigo vestido de esmoquin, pocas veces lo vio vestido de esa manera—. Te ves muy bien —anunció recordando que de esa manera y con sus lentes oscuros parecía un personaje de los hombres de negro.

—Tú también —bromeó ocasionado que Maritza apretara lo labios, era bastante incómodo para ella saber que aquel chico con el cual había compartido bellos momentos en el pasado ahora era un simple desconocido.

Sin decir nada puso el auto en movimiento y juntos emprendieron camino a casa de Kalani. Las manos de Saúl temblaban al saber que pronto estaría en aquel lugar cargado de recuerdos dolorosos, hace cinco años que había tomado la decisión de borrar cualquier rastro de los gemelos pero volver a aquella casa era como volver a llamarlos.

Solo serían pocas horas, se dijo para tranquilizarse y para poder calmar los latidos acelerados de su corazón, sería una linda reunión sin contratiempos y luego volvería a casa a revolcarse en su miserable vida.

Unos treinta minutos más tarde Saúl bajó del auto de Maritza y pacientemente esperó hasta que la pelirroja se colocó a su lado y enrosco su pequeña mano en el brazo de Saúl. Juntos caminaron hasta la puerta de aquella casa, Saúl sin necesidad de desenvainar su bastón puesto que era guiado por Maritza.

Luego de haber tocado el timbre dos veces y llenar sus pulmones de muchos aires, la puerta fue abierta y después de un cordial saludo el calor de la casa los envolvió en un tierno abrazo.

Los ojos de Maritza se movían por cada lado de la habitación si poder dejarlos quietos, hacía tanto tiempo que no entraba a aquella casa que hacerlo esta vez le hacia sentir una gran pesadez en el cuerpo. Su novio y mejor amiga vivieron dieciocho años en esa casa, en esa casa vivió experiencias inolvidables al lado de Kevin. Cerró los ojos sintiendo como una lágrima resbalaba y humedecía su pálida mejilla, se prometió que no lloraría, pero era imposible que de sus ojos dejaran de brotar lágrimas, era imposible no escuchar la risa de los gemelos en su cabeza o la voz chillona de Kyara.

Saúl por su parte trataba de aparentar calma y compostura, el olor de aquella casa no había cambiado a pesar de los años, era el mismo olor a galletas de chocolate que recordaba desde que tenía memoria. Con pasos lentos se dejó guiar por una llorosa Maritza la cual se mantenía a su lado sorbiendo sus mocos. Era difícil para Saúl saber que estaba siendo guiado por Maritza, su antigua amiga y compañera de bromas, quien ahora era una total desconocida. Tomando una profunda respiración sacó su bastón y alejó su brazo del agarre de Maritza para dirigirse él a donde sea que estaban yendo.

Segundos más tarde fue depositado en un suave y cómodo sillón y a su lado Maritza se mantuvo en silencio, el rubio dejó su bastón desenvainado por si tenía que salir de allí despavorido en cualquier momento.

Aunque no pueda VerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora