𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨.

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Hakodo le había dicho muchas veces a su hijo, que cuando cumpliera los dieciocho se casaría con el príncipe Zuko y lo tenía claro. Era parte de un tratado al cual no podía escapar.

Incluso la misma Ursa le explicaba lo mismo a Zuko, se casaría justo después de que el príncipe Sokka cumpliera la mayoría de edad, así unirían naciones. Y la consodilarían en la más grande y prospera de todas.

Era inevitable, ambos lo tenían en claro. Tenían que casarse, pero lo que ambos chicos ignoraban eran la flameante llama del destino, que los envolvía a ambos. Eso, que de forma recelosa ambos adultos les ocultaron, creyendo que el amor nacería de forma instantánea.
Pero en lugar de amor, cada vez que ambos niños se veían, solo estaba el reflejo del odio.

Zuko odiaba los juegos de Sokka, como las miradas de todos en el palacio corrían de forma rápida por el niño moreno de trece años. Y por muy extraño que fuera, Zuko en lugar de comportarse como todo un jovencito de la realeza, al rededor de Sokka era solo un niño enojado y cansado de catorce años. Detestaba a Sokka, sin importar lo mucho que le dijeran que no debía tratar de ciertas formas al niño.

Era como si los géneros secundarios no les importarán. Ambos no se soportaban. Y las cosas estallaron, cuando al cumplir los quince, el aura de Sokka en el palacio desprendía coqueteo. Eso había hecho enojar más que nunca al príncipe Zuko, la chispesa de la risa de Sokka era algo que no tenía. Ni jamás creía poder tener, el placer de oírla dirigida a él.

—¿Entonces, dices que la cicatriz que por mucho tiempo mostraste con orgullo, por seguir la lucha, ahora te da vergüenza? —preguntó, casi sin poder creerlo Mai. Una antigua amiga del príncipe.

El chico asintió. Durante ese verano, la cicatriz que tenía en su rostro, le incomodaba, había tratado de ocultarla. Y cuando Sokka estaba muy cerca trataba de voltear su rostro hacía cualquier parte.

—¿No será que te gusta? —preguntó de pronto. Zuko negó rápidamente.

—¡Nunca! Es odioso, además, siempre le sonríe a todo el mundo. Según unos empleados, estaba muy coqueto con el hijo del panadero.

—Uih. Si que se expanden los rumores, he príncipe.

Zuko se cruzó de brazos. Tal vez estaba molesto, porque se trataba de su prometido. De pronto la idea, no le dio tan mal sabor.

La noche de la cena llegó, los reyes se ausentaron, creyendo que mantener un aire silencioso, lleno de velas, seria especial para un momento romántico con los príncipes. Entonces la diversión que envolvía a Sokka al cruzar la puerta se apagó al verse cenado a solas con Zuko.
No tardó mucho en notar el extremo silencio del chico, que estaba sentado justo al frente de él, en los laterales de esa gran mesa. Zuko mantenía su cabello suelto, tenía un flequillo que le tapaba los ojos. Se veía diferente, a como lo hacía siempre con el pelo atado.

—¿Te cortaste el pelo? —preguntó asombrado.

Zuko tardó en notar que la pregunta iba para él.

—Sí, es más cómodo para entrenar. Y cuando hay asuntos reales, no se nota demasiado que está corto. —aclaró. Sus ojos se encontraron con los ojos azules de Sokka.

Tal vez Mai tenía razón, le gustaba Sokka. Por eso había tratado durante el último verano, verse más genial. Y competir indirectamente con el hijo del panadero, Jet. Un alfa ya de dieciocho años, que lo dejaba muy atrás en experiencias.
Incluso cuando tenía entrenamientos trataba de presumir sus golpes, porque, oh, Sokka lo estaba mirando. Y como olvidar que había comenzando a expander parte de su olor cada que el niño se paraba a unos metros de él y cuando estaba muy cerca, terminaba haciendo el ridículo o gritando.

Pero tenía miedo de que no fuera mutuo. De que realmente Sokka viviera en un matrimonio sin amor, por el bien de las naciones. Eso lo hizo sentirse triste, tristeza que no le fue ajena a Sokka.



Se supone que está es una
idea de un fic que quiero hacer xd
que se llama “DESTINO” y
trata el Omegaverse.

ᴀᴠᴇɴᴛᴜʀᴀs ᴅᴇ sᴏᴋᴋᴀ ʏ ᴢᴜᴋᴏ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora