Capítulo 9: ¿Reunión dominical? No, gracias

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-¿Qué tal te fue en la reunión? ¿Ya hiciste algún amigo o amiga?- me pregunta Matt sin moverse de la banca.

"Todo bien, igual que siempre y no. Ya te dije que prefiero estar sola" le señalé ignorando el hecho de que pasé la última hora sentada en mi banca favorita del parque leyendo otro de mis libros.

Matt me hacía venir todos los domingos desde hace 6 meses al nuevo centro comunitario de personas con discapacidades auditivas y vocales. Cómo en el colegio no tengo ni la más remota interacción social, mi "querido" hermano supuso que de alguna forma aquí podía identificarme con alguien y establecer un vínculo de amistad o algo por el estilo.

Ja! si supiera. Hasta ahora solo he entrado a una reunión y me salí a la mitad porque no me gustó. Para comenzar... la gran mayoría son personas sordas y no es que me caigan mal ni tenga algo contra las personas que no pueden escuchan pero se supone que la terapia que que se da allí, incluido ese grupo de apoyo, es para ellos, no para mi. Yo no estoy sorda. Además tampoco necesito sentarme allí todo ese tiempo a escuchar las historias de superación y lucha o contar la mía para sentirme más valiente o hacer amigos. Yo estoy totalmente tranquila tal y como me encuentro.

-Tú sabes que solo quiero que te distraigas un poco y te diviertas.- me dice pegándome más a él en un intento de abrazo.

"Si sé pero en verdad estoy bien ¿Nos vamos?"

-vamos.-

Justo cuando nos estábamos levantando un señor de más de unos 50 años de edad salé de la puerta del costado y se voltea contra esta para volver a cerrarla y echarle llave. Al darse cuenta de nuestra presencia nos sonríe.

-Hola chicos ¿iban a entrar? pensé que ya no había nadie, por eso iba a cerrar- lo dice tanto en voz alta como en lengua de señas.

-Gracias, pero no. Mi hermana acaba de salir de la reunión dominical.- El señor me mira confundido.

¡Oh no!

-Que raro, yo soy el nuevo encargado de las reuniones y no te he visto hoy.- Listo, se terminó, me descubrieron.

Matt me dirige su mirada y achina los ojos como si intentara de alguna forma leer mis pensamientos.

-Danielle... ¿No asististe a la reunión?¿donde estuviste?-

Volteo la cabeza intentando evadir su mirada.

-Danielle.- Dice mi nombre serio, entonces traigo mi mochila para adelante, la abro y saco el libro que estuve leyendo para entregárselo.

"En el parque leyendo" le respondo por fin sonriendo inocentemente. Siempre hago eso para que no se enoje.

El señor que prácticamente me delató estaba todo divertido mirando la escena hasta que soltó una risa diciendo

-Bueno chicos, los dejo solos, si necesitan algo estoy en el centro todos los sábados y domingos.-

Nosotros le agradecimos antes de que se marchara. Yo seguía mirándolo mientras desaparecía entre las demás personas de la calle hasta que sentí como un brazo me envolvía el cuello haciéndome agachar un poco como si de una llave de lucha libre se tratara mientra con otra mano hecha puño me despeinaba.

-¿Qué voy a hacer contigo?- dice Mat riendo. Su ropa está llena de grasa de motor de su trabajo que me mancha la cara cada vez que intento moverme. Pero me da risa, aunque él quiera no puede enojarse conmigo.

Ya en el camino íbamos conversando hasta que llegamos al taller de autos. Hace dos años, en las vacaciones de verano el novio de Bárbara, Marvin, le enseñó a Matt un poco de mecánica, autos, esas cosas y cuando él cumplió la mayoría de edad y pudo por fin sacar su anhelada licencia de conducir se obsesionó con el carro que nos dió el seguro aprendiendo aún más. Habían días en los que yo entraba a la cochera y lo veía horas armando y desarmando todos los aparatitos que habían dentro del vehículo por lo que un día mi hermano decidió conseguirse un trabajo los fines de semana para ahorrar para la universidad. No era que la plata del seguro no nos fuera a alcanzar solo que según él "teníamos que tener algo de respaldo en caso de emergencia".

MUDAWhere stories live. Discover now