FINAL

925 49 40
                                    

(EDITADO)

UNA JAURÍA DE ANIMALES

La vista se me nubla. El ruido a mi alrededor desaparece. Mi vida tal y como la conocía ha cambiado en menos de un segundo. Quiero llorar, es más, creo que las lágrimas ya caen por mis mejillas. Hay mucha gente, demasiada. Quiero salir de aquí, desaparecer.

¿Por qué todo el mundo me mira como a un bicho raro?
¿Por qué no puedo moverme?

¡CORRE!
¡SAL!

Como puedo obligo a mis piernas a que reaccionen y salgan de allí. Corro como si me persiguiera una jauría, y pensándolo bien se parece bastante. Son animales sin escrúpulos ni corazón, hienas que solo buscan herirte o loros que repiten lo sucedido para que todos los presenten se enteren.

Una mano me sujeta el brazo derecho impidiéndome escapar de esta maldita situación. Las lágrimas que recorren mis pómulos no cesan y mi llanto va en aumento. Ahora solo quiero estar sola, pero una persona no me deja.

— Por favor, princesa, déjame explicártelo todo — ¿Por qué tuvo que hacer esto? Quiero negarme a escucharle, quiero cruzarle la cara con la mano, quiero hacerle muchas cosas y lo que más me enfada es que una de esas cosas sea besarle. Pero no, no después de todo lo que me ha hecho. El cuento de hadas se ha acabado — . Por favor... — me suplica.

— ¿Explicarme qué, Nick? Explicarme cómo me has mentido y me has dicho mil y una vez que me querías. O mejor aún, explicarme por qué cuando te di la oportunidad de hablar las cosas me mentiste y engañaste solo para salvarte el culo. Mejor ahórrate todas esas palabras — le mantengo la mirada durante unos segundos y al mirar esos ojos azules toda nuestra historia recorre mi memoria. Al volver de ese pequeño trance me acuerdo —. Y no vuelvas a llamarme princesa. — me suelto de su agarre de forma brusca y sigo corriendo hasta la calle de abajo donde hay una parada de autobús.

Veo que el autobús acaba de llegar, por lo que corro un poco más para llegar a tiempo. Subo y me siento al final del mismo. El autobús se pone en marcha y decido no pensar en nada, así que con las piernas encogidas rodeadas por mis brazos miro las inhóspitas calles de Nueva York, que me recuerdan a mí en estos instantes. A estas horas no hay nadie andando por ellas.

Las puertas del autobús se abren y me bajo para entrar al apartamento. Llevo más de diez minutos sentada en el portal meditando si debería entrar o no. Puedo calificar esta noche, como la peor noche de todas las que he vivido. Debo entrar a por todas mis cosas ahora que él no esta. Pero una pequeña parte de mi todavía quiere quedarse, quiere que él venga y me impida alejarme. Aunque mi parte más racional me dice a gritos que no alargue esto más y que recoja todo ya. Así que por una vez en mi vida, voy a hacerle más caso a mi cerebro que a mi corazón. Me levanto del pequeño escalón en el que estaba sentada y subo por el ascensor hasta nuestra planta. Entro dentro del piso y la nostalgia embriaga cada parte de mi ser. Nostalgia por los cientos de momentos que hemos compartido aquí, y por saber que no volverá a producirse ninguno más. Hacía más de quince minutos que el llanto había cesado, pero cuando empecé a recoger todo y a sacar la ropa del armario que elegimos juntos, vuelven a aparecer y está vez también van acompañadas de una sustancia poco agradable que sale de la nariz. Cojo papel y me moco, para terminar de recoger mi neceser. Tras coger todo lo imprescindible llamo a un taxi y me voy a mi casa, con mis padres.

(...)

Llaman a la puerta, es la tercera vez hoy — Ya te he dicho que no tengo hambre — contesto a los golpes. Cuando llegué ayer, mis padres se alegraron mucho de verme aunque no aguanté más de unos pocos minutos sin llorar. No me preguntaron nada y me dejaron sola. Pero esta mañana mi madre quería saber por qué estaba así.

Eras tú ✔️#Tú 1Where stories live. Discover now