Capítulo 11

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      1 de Septiembre. El año escolar acababa de comenzar en Hogwarts, y en esta oportunidad Severus Snape no iba a estar allí para verlo.

  Y lo peor era que él no había podido decidirlo por propia voluntad (como hacía tiempo le hubiera gustado hacer), sino porque debía ser realista; no podía estar separado de Potter más allá de unas horas al día, y si el muchacho no podía asistir a Hogwarts (porque era seguro que los aurores lo apresarían ni bien pusiera un pie en la estación del tren) iba a ser imposible estar juntos. Por lo que había mandado su dimisión a Minerva McGonagall alegando un problema personal, sin dar mayores explicaciones, después de todo no podía hacerlo, porque, ¿cómo explicar que debía quedarse en casa por no poder estar separado de Harry Potter y el bebé que ahora tenía a su cargo?

   Por sí, había tenido que quedarse con ese niño prematuro que la mujer traía con ella aquella noche de hacía dos meses, cambiando todo lo que ya tenía planeado. Eso tampoco podía decir que había sido por propia voluntad, de hecho había intentado llevarlo a un orfanato el día después de que todo sucediera… pero no pudo hacerlo. No podía explicar realmente el porqué, sabía que no era por una “sensiblería” de su parte de dejar desamparado al pequeño, sino que había algo más, algo así como lo que le sucedía con Potter: una necesidad de tenerle cerca que resultaba hasta inquietante.

   ¿Tal vez tendría que ver con lo que sucedió esa noche cuando apareció la mujer? ¿Tal vez ella le había hecho alguna especie de hechizo vinculante para que no se deshiciera del niño de alguna manera? No estaba seguro, pero recordando que esa mujer (a la que no había tenido tiempo siquiera de preguntar el nombre) parecía tener la magia a flor de piel, como si se desprendiera de ella con suma facilidad. Todo podía ser posible.

    Por lo que ahora debía andar cargando con el niño por todos lados (ya que al crío tampoco le gustaba estar lejos de él), aprendiendo sobre la marcha, y casi a los golpes, cómo debía cuidarlo y atenderlo de la mejor manera posible, pasando de ser profesor de Hogwarts, mejor pocionista y acérrimo mortífago… a un simple niñero.

   Vaya vida…

******

-Ya te dije que no quiero volver al colegio, madre –exclamó Draco fastidiado de repetir siempre lo mismo.

   Se encontraba en su habitación de la Mansión Malfoy acompañado por  su madre, quien empacaba sus cosas en el baúl, a la vez que él se empeñaba en sacarlas. No quería tener que volver a ese lugar, lo único que quería en ese momento era encontrar a Harry y ayudarlo. Sabía que su amigo no iría a Hogwarts ese año, no cuando los aurores lo reclamaban por asesinato, así que debía buscarlo por otro lado, y sólo perdería el tiempo si iba al colegio.

   Desde que tuviera que dejar Hogwarts apresuradamente, luego de asesinar a Dumbledore, no había día que no se reprochara su actuar, no porque se arrepintiera de lo que hizo realmente, sino porque Harry había quedado pegado en todo eso como el culpable de la situación. A diferencia de él, que cuando Snape lo llevó a su madre, ella había logrado sacarlo discretamente de la Mansión Malfoy hasta una propiedad que tenían en las afueras de Londres; aun no sabía cómo había conseguido hacerlo todo con total rapidez para que pareciera que llevaban allí por horas, pero sospechaba que los elfos más leales a la familia habían tenido algo que ver.

-Draco, escúchame bien –empezó Narcissa, dejando de lado el intentar doblar la ropa de su hijo –Tienes que volver a Hogwarts, quieras o no. Tu padre lleva desaparecido más de cuatro meses, y posiblemente ya esté muerto –declaró sin ningún sentimiento en la voz, habituada a todo lo que conllevaba ser un mortífago –tenemos al Lord Oscuro viviendo en la Mansión sin que podamos oponernos, y confío mucho menos en Bellatrix, de lo que lo hago en ese lobo –dijo refiriéndose a Greyback –Al menos en Hogwarts estarás más seguro que aquí. Severus estará allí.

   Draco asintió lentamente dándose cuenta de ese hecho. ¿Cómo no lo había pensado antes? Harry no estaría muy lejos de Snape. No podían. Donde estuviera uno, irremediablemente estaría el otro.

-Tienes razón, madre –contestó Draco sorprendiéndola por el cambio repentino en su actitud –En el colegio estaré más protegido.

-¿Qué me vas a pedir a cambio?

-No voy a pedirte nada –el muchacho miró desconcertado la sonrisa cómplice que le dedicaba su madre.

-Draco, –se rió Narcissa acariciándole la mejilla con ternura –Nunca me darías la razón tan rápido, y menos después de que estuvieras por días diciéndome que no irías al castillo.

   Draco la miró sin contestar por unos segundos, no porque le hubiera ofendido la insinuación de su madre, después de todo él era un Malfoy (y un Slytherin) siempre debía obtener algo en todo lo que hiciera, más si era alguna cosa que no quería hacer. Y esta vez, realmente, no era diferente.

>Sólo dime qué quieres y yo te lo daré.

-No quiero nada de ti, madre, en serio –Draco le devolvió la sonrisa –En Hogwarts está todo lo que quiero.


******

   Los días eran completamente aburridos y rutinarios, tanto que hasta no le molestaría asistir a una clase con Umbridge… Bueno, no realmente. Pero sí le hubiera gustado poder volver a Hogwarts, aunque sabía que no podía hacerlo o terminaría en Azkaban por un crimen que no había cometido.

  Como Sirius, pensó Harry acariciando distraídamente la venda elástica que Snape le exigía seguir usando sobre su abdomen. Inútilmente, según creía, ya que estaba completamente curado, pero no se iba a poner a discutir con el hombre. Menos ahora que la convivencia parecía ir muy bien… Aparte de que tenía miedo de hacerlo enojar y que terminara dejándolo solo.

   Era una tontería, lo sabía, pero esa mañana, después de ese acto de locura que tuvo en el baño, cuando se despertó y se encontró solo en la casa, con ese bebé en la cuna (que temió fuese suyo), por un momento creyó que Snape, enojado (y tal vez hasta asustado por tener un hijo con él) se había marchado dejándolo allí, y eso le ocasionó el mayor miedo que hubiera sentido nunca, más incluso que cuando, con sólo once años, se enfrentó a Voldemort por primera vez o la última en aquella noche en el cementerio, del que aun tenía pesadillas. Esto había sido mucho peor. Por eso siempre intentaba no enfadar a Snape de ninguna manera, temiendo que el hombre, cansado, termine por abandonarlo… como todos.

   Aunque, sólo había una cosa en la que no podía hacerle caso hasta el momento: cuando le pedía cuidar al niño.

   Eso era algo que realmente no podía hacer; era extraño, pero sentía cierta aversión hacia el pequeño. Completamente lo contrario que parecía sucederle a Snape.

   Pero seguro todos esos sentimientos caóticos que llevaba dentro sólo se debían al encierro, pensó. Era ridículo de otro modo; principalmente anhelar tener cerca a Snape en todo momento.

   El llanto del bebé de ya cuatro meses se escuchó dentro de la habitación, y no pasó mucho tiempo antes de que Snape saliera de la cocina para dirigirse hasta allí, como lo haría cualquier padre normal.

   Sí, realmente el encierro no era algo bueno para la salud mental de ninguno de los dos…

FUTURO MANIPULADO Where stories live. Discover now