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"¡Margot!" Murmuro para mi. Estoy segura, es ella, es su voz. Pero, ¿qué demonios hago en el sótano de la fábrica? Este lugar me produce grandes escalofríos, es tan tétrico como frío. Espero a que llegue mi amiga, sonriendo como siempre hace. Alegrando este lugar tan siniestro. Pero eso no pasa, oígo como su voz, y otra (que es completamente desconocida para mi) discuten.

Al poco entra en la sala mi amiga acompañada de mi jefe. Mis cejas arquean, jamás me hubiese imaginado que él tuviese algo que ver con mi amiga. Ambos tienen lágrimas en los ojos, Margot se tira a darme un gran abrazo, el que acepto lo más feliz y extrañada posible.

–Got, ¿dónde están los demás? ¿Por qué me has traído aquí?– Pregunto, no soy curiosa, estoy desesperada. 

–Nayeli, estás aquí porque no pueden verte,- la voz no es la de mi amiga, me incorporo,– te estamos escondiendo.

–¿Qué? ¿A mi? ¿¡Por qué si se puede saber!?– Respondo irónicamente. 

–No es por ti, tu hermano...– dice él.

–¿Eder? ¡En su vida ha hecho nada para que le quieran dañar!– Le interrumpo, apenas me doy cuenta de que comienzo a gritar. 

-No es Eder...-Murmura Margot en un susurro entrecortado, que se transforma en un leve llanto cuando pronuncia el nombre de mi hermano. Levanto una ceja extrañada, sabía que no volvía a la ciudad para tumbarme en un campo de flores, pero esta situación me es muy confusa.

–¿¡Alguien me puede explicar qué demonios pasa!?– Grito furiosa.

–Calmate pequeña,– dice mi el hombre,– no podemos explicarte gran cosa, es más, sabemos muy poco. Cuando huísteis, tanto tú como mi hijo y tu hermano, se creo una pequeña revuelta. Tu madre fue ahorcada hace unos días, hicieron correr la voz de esto por todas partes, intentando que tu hermano, Abel, volviese para salvarla. Puede que no os haya llegado la voz de esto, o que sea demasiado listo para caer en la trampa. Por desgracia su pequeña hermana no ha sido lo suficiente lista. No te culpamos, es solo que aquí no haces nada más que meternos a todos en problemas. 

No se que responder a eso, me quedo helada en silencio, y no logro contener las lágrimas que aparecen en mis ojos. ¿De verdad tanto daño hacía? ¿Y mi madre? Había muerto. Espero en silencio mientras Margot vuelve a discutir con el hombre. Comienzan a gritarse, mientras busco desesperada la puerta, no tardo en localizarla. Me escabullo hasta ella. No es que no tenga ganas de pasar un rato con mi amiga, es solo que comienzo a entender que pasa y si lo que creo es cierto; tengo que irme, cuanto antes mejor. Me coloco bien la capa y subo a la primera planta de la fábrica. Cuando llego allí me asomo por una ventana. 

Lo que veo no me alegra mucho, una espesa niebla, en un tétrico lugar. Recuerdo como era antes de que me fuera, el frío ambiente lo conserva, pero ahora es mucho más deprimente. ¿Es qué las cosas no mejoran nunca? Antes de que me pueda dar tiempo a saltar por la ventana veo pasar a una señora mayor encorvada. Pasea despistada por la niebla, seguramente se habrá perdido. En menos de tres minutos se desploma. Me quedo parada, no se que a pasado. Oigo unos pasos detrás mía.

–Horrible, ¿no?– Me dice Margot. Me quedo quieta, no comprendo bien lo que pasa hasta que Margot vuelve a hablar, –se la llevan a la cárcel, mañana la ahorcaran, ahora lo único que les importa es tenernos a todos controlados. El toque de queda es a las diez. 

–Margot,-– comienzo a ponerme nerviosa y le agarro del brazo, –tengo que volver. Kaled está enfermo. Le creí, creí lo que un maldito mentiroso me dijo. He venido para nada. Solo os pongo en peligro, y Kaled necesita ayuda... Por favor, tengo que irme...– mascullo entre lágrimas.

–Te ayudaré, pero me tienes que hacer caso en todo momento.

Miro a Margot, –¿qué te pasa? ¿Qué ha pasado?– está distinta, muy distinta. Su dulce cara ahora luce seria, sus alegres palabras ahora son frías, parece más madura. Margot se limita a sonreír y a encogerse de hombros, me coge de la mano y bajamos otra vez  los sótanos. No he soltado en ningún momento mi mochila, y no lo haré. Cuando llegamos a los sótanos Margot abre una pequeña compuerta que pasa desapercibida. Entramos por ella y seguimos el camino en silencio. No se ve el final del pasillo, el camino es largo y oscuro.

Pasa el tiempo, y el camino parece no acabar nunca, hasta que al fin vemos una pequeña luz a lo lejos, algo desesperadas comenzamos a correr hacia ella. Lo conseguimos, estamos fuera, no hay peligro alguno, estamos en la entrada del bósque. Miro a Margot, está tiritando. 

–¿Tienes frío?

–Nayeli, tengo miedo, ¿qué hay ahí dentro?

–De todo,– digo pensando en todo lo que había pasado dese que entré en el bósque, nada especialmente normal,– pero no puedes vivir en el pasado tan solo por que te es más familiar, además, aún no he visto un hada, ¿te acuerdas de cuando éramos pequeñas? Soñabamos con entrar en el misterioso bósque en busca de hadas, todavía podemos buscarlas.

Esta vez soy yo quien la coge de la mano y la tira hacia el bósque, ella no podía quedarse en aquella ciudad, era demasiado dulce para vivir en un mundo tan cruel, la están cambiando. Juntas caminamos hasta el claro en el que hacía algunas horas había dejado a los demás. No pregunto por mi jefe, no me interesa mucho. Hace unos días había creído que era una gran persona, ahora no se que pensar. Todo es muy confuso.

Seguimos las flechas que había pintado en los troncos de los árboles, hasta que nos topamos con una espada rozándonos el cuello. Esa espada... La había visto antes, en una situación muy parecida. Margot se tira a su dueño llorando. 

–¿Dónde está?– Logro oír que le pregunta en un susurro a Abel, este mueve la cabeza y Margot sale corriendo en aquella dirección. 

–Cuando te vea Kaled, te va a matar, ¿qué te has hecho en el pelo?– Me dice mi hermano cogiendo un mechón de mi corto y rojo pelo.

–Era por precaución.

Sigo a Margot prácticamente corriendo, cuando llego en lo primero que me fijo es en Kaled. Este está mirando a todas partes, de pie pero apoyado en el árbol, pálido como una pared y muy enfermo. No me contengo, corro hacia él. Apenas me fijo en Eder y Margot, pero apenas un segundo necesito para darme cuenta que lo que hay entre ellos no es solo amistad. Aún así no les hago caso, mi mente gira en torno a una cosa: Kaled, tengo que ayudarle. Cuando llego a su lado y me dispongo a darle un abrazo el me pega en la cabeza.

–¿¡Se puede saber que has hecho!? ¡Podrías haber muerto!

–Pero no lo he hecho, además te he traído una cosa– le sonrío y me abraza con fuerza.

–Me has tenido preocupado, no vuelvas a irte.

–Toma y calla,– digo tendiéndole la pequeña botellita de medicina,- no se si servirá, es para la anemia, quizá te ayude, pareces desnutrido.

–Gracias, pero no vuelvas a hacer esto.

–No solo lo he hecho por ti, al hombre que agredí... Es que tenía que hacerlo, si estaba viva tenía que –ayudarla.

–¿Qué dices?

–Mi madre... Esa maldita rata me mintió,– Kaled comienza a reírse.

–Eres tan inocente como una cría.

–¿Qué vamos ha hacer ahora?– digo cambiando de tema.

–Esperar.

–¿A qué?

–A ellos... 

The flight[La huída]©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant