XIII

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Trotamos en el caballo, admiro los hermosos prados y pequeños lagos, al fin salimos del bosque. El camino prosigue y, por más que lo intente, no logro ver el final, este se pierde en el horizonte. Por alguna razón, creo que aún estoy en el bósque. 

Kaled detiene el caballo y hace que me baje de este. Inocentemente, le hago caso. Me venda los ojos y yo, desconfiada, le dejo. Me coge la mano y me guía. No logro imaginarme hacia a donde vamos, no conozco el lugar y mi imaginación no llega a tanto. Caminamos un largo rato hasta que Kaled decide que es el momento de quitarme la venda. Oígo su grabe voz junto a mi oreja.

–No abras los ojos aún–. No respondo, solo asiento y le hago caso. Ya no tengo la venda tapando mis ojos pero aún los cierro. Por alguna razón se que me está poniendo aprueba, se que quiere saber si confío en él. Algo me dice que lo haga. Pasa un rato. –Ya puedes abrir los ojos–. Ahora la voz suena más lejos, pero la potencia con la que habla sigue ahí, siempre está ahí.

Poco a poco abro los ojos, como si tuviese miedo, pero en el fondo no tengo miedo. En estos momentos creo que confiaría hasta mi vida en él. Y no me arrepiento. No me arrepiento de confiar en él, el lugar en el que estamos me transmite alegría y felicidad, llena mi corazón como hacía mucho que no se llenaba. 

–Este lugar es...– me callo pensando en la palabra perfecta para describir este lugar,– mágico –digo al fin.

Kaled se limita a reír y a cogerme de la mano. Se tira al verde y alto césped y me empuja para que me caíga con él. Nos quedamos tumbados uno al lado del otro. Mientras miro al cielo azul, despejado de las nubes grises que pueblan el cielo de la ciudad, Kaled se divierte jugando con mis manos. Estoy apoyada en su pecho mientras mi amigo está en su mundo. Con una voz profunda comienza a hablar.

–Ese día estaba en una calle, jugando con una pelota con dos chicos, uno era mayor que yo. Pasó un rato hasta que una niña de aspecto frágil pasara sin miedo a los fuertes balonazos que tirábamos de lado a lado. Gritó a mis dos amigos que dejasen de hacer el idiota y ayudasen a sus padres. Cuando esos ojos marrones me miraron, quedé completamente enamorado. Los años pasaron y mi recuerdo perduró, aunque yo ya no estuviese en aquella ciudad. Sabía que nuca olvidaría esos ojos. Volví a la ciudad para operarme, mi sorpresa llegó el día que volví a ver a esa niña. Ya no era una niña–. No se detiene, sigue jugando con mis manos y evita hacer contacto visual.– Con el gris de la fábrica no me extrañó que tus ojos brillasen como dos estrellas. Hermosas estrellas. Hasta el color más bonito puede esconderse trás el más común. No eran tus ojos los que brillaban. Era tu alma la que resplandecía. Mi corazón se puso ha cien. Esta vez si lo entendí. 

No se a que se refiere, que me quiere decir con todo esto. Me quedo quieta mientras él se incorpora, poco a poco se acerca, no se que intenta, no se que quiere hacer. Se queda a cuatro milímetros de mi, de mi boca, noto su respiración. Por tres milésimas de segundo cierro los ojos. 

Algo retumba a lo lejos. Algo que hace que el bello se me erice. Kaled se pone de pie de súbito, le imito. No hace falta que me lo diga. Se que algo pasa, y no creo que el estruendo lo halla causado un pájaro. Galopamos perdiéndonos poco a poco. Dejamos nuestro lugar atrás, lo que había sido nuestro, nuestro momento se esfuma. 

Galopamos ligeros y rápidos, en menos tiempo del que esperaba llegamos a un pueblo, al pueblo donde la esplosión ha sucedido. Cuando llegamos veo como hay niños que corren de lado a lado, como las mujeres huyen con estos y como los hombre le hacen frente a los soldados. En ese momento lo entiendo, esto no es más que uno de los pueblos refugiados. 

Me bajo del caballo y Kaled me sigue, busco rostros conocidos, algo me dice que aquí están mis hermanos, algo me dice que aquí está mi amiga. Algo me dice que todos peligran. Me doy la vuelta y veo como una muchacha de cabello rubio se abalanza hacia Kaled. Oígo como le dice que le quiere. 

Noto un fuerte pinchazo en mi corazón, como si mi mundo se derribase. Kaled me mira y me doy la vuelta. Corro hacia los soldados, ya no les temo.  Nunca pensaba que el amor existía, al menos no en mí. Que nadie podría jamás anteponer mis necesidades sobre las suyas. Pero Kaled me había hecho cambiar de opinión. Kaled me había hecho creer en el amor. Kaled me había hecho creer que me quería. Y todo no era más que una farsa.

Me acerco a los soldados y de reojo veo a mis hermanos. Luchan codo con codo para salvar a los suyos. Me escabullo entre los soldados y los ciudadanos. Alguien grita mi nombre, Kaled grita mi nombre, pero no me vuelvo. Oígo un disparo y veo como Eder cae al suelo. Oígo gritar a Kaled que me detenga, pero no le hago caso, corro hacia donde está Eder tirado al suelo. Pillo a su agresor por sorpresa y cierro mis manos en su cuello. A los pocos segundos está muerto. Recojo su pistola y me preparo para lo que sea.

Entre destrozos y miserias veo lo que pasa. Sólo somos peones de un tablero de ajedréz, las élites mandan. Ellos deciden que hacer con nuestra vida, cuando morir y cuando vivir. Nunca se han preocupado por nosotros, nunca lo harán. No nos toman por humanos, piensan que no se nos ha de considerar personas. Solo somos unos miserables obreros y campesinos, a veces, hasta funcionarios de clase baja.  Nos venden una vida disfraza de verde, verde esperanza, pero es solo eso: un disfraz. Ocultan la verdad. Solo ellos mandan, solo ellos deciden. En un mundo así, la esperanza no existe. O al menos eso esperan.

Mi bondad desaparece, mi miedo se esfuma. Por primera vez quiero ser libre. Por primera vez lucharé por ello. Apenas me doy cuenta cuando comienzo a apuntar. No noto como mi dedo pulsa el gatillo. No lloro por las muertes que causo.

Oígo otra explosión, los soldados se retiran a ella. Veo como Margot y otras mujeres ayudan a Eder. Casi de forma subconsciente corro hacia la nueva explosión, dando la espalda a mi familia. Se las pueden apañar. No se donde estará Kaled, y no me preocupa. 

Ahora lo entiendo. Ya no soy yo.

Soy la ira oprimida de mi padre. Soy la pena de mi madre. Soy la ideología de Eder. Soy la astucia de Abel. Soy la fuerza de Kaled. Soy la espontaneidad de Margot.

Pero sobre todo...

Soy venganza. 

The flight[La huída]©Where stories live. Discover now