XIV

240 19 16
                                    

Corro atravesando el polvo de la explosión. No miro atrás, ver a Eder medio desangrado solo me hace estar más furiosa, ser más vengativa. Mi ira es bombardeada por todo mi cuerpo, como mi sangre. Lo único que falla es que ya no se si mi corazón sigue vivo. 

Corro cada vez más rápido, con una pistola en mi mano derecha y un cuchillo en la otra. Mirar al frente solo hace que se me revuelvan las tripas. Veo a un niño perdido entre tanta lucha. A un niño de unos seis años. A una vida inocente que peligra. Vuelvo a notar mi corazón bajo mi piel. 

Más rápido que nunca corro hacia el crío. Le cojo en mi espalda sin dejarle que hable, ni que proteste. Corro con él encima de mi espalda hasta el pueblo, olvido la pelea, olvido todo salvo la vida de aquél mocoso. Cuando llego la gente corre de lado a lado. Algunas mujeres se preparan para defender a sus maridos, son auténticas guerreras. Otras atienden a heridos. Dejo al chico en el suelo y este hace que mi corazón se rompa. Me abraza y me da un beso en la mejilla. 

Le veo alejarse hacia su madre, las lágrimas que reflejan en los ojos de esta desaparecen al ver a su hijo. Le he salvado. He vencido mi miedo. Busco con la mirada el pelo rubio de mi amiga Margot, no tardo en encontrarla. Está tirada en el suelo cuidando a Eder. Escucho como los soldados comienzan a adentrarse en el pueblo. Un sexto sentido hace que me gire y comience a proteger a aquellas personas que la necesitan.

Mato sin piedad a aquellos hombres sin corazón.

Poco a poco me doy cuenta de que lo que hago me convierte en un ser despreciable. Pero no me importa. Esquivo golpes con gran agilidad y disparo sin fallar. Ahora no solo dependo de alguien, ahora hay gente inocente que depende de mi. 

Ahora tengo que ser fuerte.

Pero no tengo experiencia. Yo no sé luchar. Las balas son disparadas sin ton ni son. Los soldados se apoderan de esta batalla. Me rodean. No se que hacer o que decir, estoy atrapada. Veo como alguien lucha contra ellos, me abro paso. Sonrío al reconocer el rostro del muchacho. Abel.

Ahora no estoy sola, luchamos codo con codo para remontar. Para conseguir vencer. Oímos otra explosión, pero nadie corre hacia ella. Los soldados se quedan donde están. Por el rabillo del ojo veo como algunos comienzan a huir. Abel y yo seguimos luchando. Poco a poco no quedan más soldados. Poco a poco desaparecen, como los conejos huyen a sus madrigueras. 

Solo quedan cinco. Nos rodean. Nosotros somos dos. El resto son mujeres armadas con sartenes.

–He aquí lo que ocurre si al gobierno retáis,– miro al rededor y veo como hay cuerpos por todas partes, niños, mujeres y hombres. Noto una lágrima salir de mis ojos,– sin embargo lucháis muy bien–. El hombre ríe de nuevo con voz ronca y profunda. Veo como Abel se antepone a mi. Se pone justo en frente del hombre, este ríe tanto que no se da cuenta de cuando Abel levanta su pistola. Pero no está solo. Cuando se desploma en el suelo alguien más aprieta el gatillo de su pistola. La bala va a parar justo en el pecho de Abel. 

Todo se congela. El resto de soldados se van. Abel cae poco a poco al suelo. No se que pasa no puedo reaccionar. Oigo un grito detrás mío y alguien se abalanza a él. Sin darme cuenta la aparto de un empujón y me tiro sobre Abel. 

–¡Estás vivo! ¡Idiota abre los putos ojos!– Le pego bofetadas en la cara hasta que logro asimilarlo todo. Grito y lloro. Alguien me aparta de su cuerpo sin vida. 

Kaled me lleva a una casa. Estamos él y yo, solos. No me digno a mirarle a la cara. No siento mi corazón latir, algo me dice que ya no está. Que mi corazón a muerto. Una chica entra por la puerta. Está llorando y sus ropas están manchadas de sangre. Me mira, intenta sonreír, pero no lo logra. Lo entiendo todo.

–Ahora no será más que la más bella de las estrellas que brillan en el oscuro cielo–. Logro mascullar sin levantar la cabeza. La chica se va llorando, Kaled me abraza y pone sus labios en mi oreja.

–Te debo algunas respuestas–. Dice sin más.

The flight[La huída]©Where stories live. Discover now