Capítulo 1.

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Hoy el cielo de Londres se presenta nublado como siempre. La lluvia amaina y justo cuando parece que deja de llover, aparece con más fuerza, como si fuera una especie de burla de su parte hacia nosotros. La humedad es palpable. Hoy va a ser un trabajo costoso para mis doncellas, crear un peinado que no se desplome al momento. Suspiro agitada. Comienzo a aburrirme y nosé porqué tardan tanto.

Echo de menos Italia, el buen tiempo y la buena comida. La alegría que se vive allí. Soy de Italia y toda mi familia también, excepto mi padre que es español. Vine aquí por mi matrimonio arreglado y por capricho de mi padre. No obstante, si pudiera volvería a mi país.

Me levanto de la cama y camino hacia el balcón de mi alcoba, para observar a las personas que caminan por la calle absortos en sus cosas, sin ni si quiera inmutarse en ver por dónde van, como si fueran capaces de hacer ese recorrido con los ojos vendados. Todos están centrados en sus quehaceres y muy pocos se detienen a saludar. Los caballos relinchan hastiados de ir tirando de un carruaje, cargado de personas que posiblemente para ellos sean insoportables.

Unos toques suaves suenan en la puerta y entran a la par cuatro mujeres, que me sonríen con amabilidad.

—Buenos días señorita, ¿Ha dormido bien? —me pregunta una de ellas, mientras las otras se mantienen en silencio.

—Sí.

El resto del tiempo se limitan a prepararme la bañera con agua caliente y a ponerme guapa, porque hoy es un día importante para todos, excepto para mi. Una vez lista me pongo delante del espejo y me examino con suma atención, frunciendo los labios y arqueando las cejas dudosa.

Llevo puesto un vestido de seda y fino, que da la sensación de que llevo flores plateadas incrustadas en mi piel, tan fino e incorpóreo como la niebla. Su tejido se ciñe a mi cuerpo sin problemas. Me queda genial. Siempre llevo vestidos de este tipo, me encantan. Sé que a mis padres no les gusta.

"Son escandalosos y llaman la atención, te llevan por el camino del pecado".

Sus palabras resuenan en mi cabeza, pero hago caso omiso. No puedo elegir marido... ¡Qué menos que llevar puesto lo que me viene en gana! Me encojo de hombros riendo con malicia y sonrío satisfecha, soltando una ligera risa lasciva.

—Perfecto —murmuro para mí misma.

Mis doncellas sonríen conformes por su trabajo, y me ponen una capa gruesa por encima para que no pase frío, y por último, colocan a un lado mi cabello trenzado. Salgo de mi habitación seguida por mis doncellas, que no me dejan sola ni un instante y caminan a mi lado derechas. Al llegar a las escaleras principales que dan a la entrada de la gran mansión en la que vivo, mis padres se vuelven a mi y ahogan un grito escandalizados al verme. Me muerdo el labio inferior procurando no reírme, me encanta llevarles la contraria.

Alzo la cabeza con orgullo y me digno a bajar, despidiéndome de esta casa y mi familia para siempre. Cuando llego a donde están ellos, escrutan mis facciones en busca de esa burla que siempre está presente en mi, y que gira en torno a los que tratan de controlarme.

—¡Ah, no! ¡No irás así jovencita! —grita mi madre, agitando las manos alterada.

—¡¿Quién te ha permitido vestirte de esta manera?! ¡¿A caso eres una ramera?! —me suelta mi padre con dureza volviéndose a mis criadas, que desvían la mirada asustadas al ver a mi padre con furia, buscando culpables.

Pero aquí la única culpable soy yo y no ellas.

—No papá, tu hija ha hecho todo lo posible por conseguir este magnífico vestido y ponéserlo ¿Tanto te disgusta? ¿A caso no quieres que impresione a mi prometido? —lo reto con una sonrisa minuciosa.

MENTIRAS EN LA REALEZA (TERMINADA)Where stories live. Discover now