Capítulo 7.

286 49 8
                                    

Llamo a mis doncellas y acuden enseguida con una sonrisa tímida y dulce. Les pido que pongan a mi madre algún vestido que tengan preparado o de los míos, y que la maquillen, quiero que esté guapa. Ellas asienten y se ponen a trabajar, mientras que yo observo por el balcón de mi alcoba con detenimiento.

Mi mente me lleva al último reencuentro de ayer con Barnaby, en donde comienzo a querer rozar sus manos o estar tentada de besar sus labios, y en el momento en que con Louis, hay algo más que sólo besos en la mejilla. Gruño contrariada y resoplo malhumorada, ¿Por qué mi mente y mi corazón no se ponen de acuerdo nunca? ¿Por qué es tan difícil todo? Nunca dejaré de preguntarme eso hasta que no me quite del medio, ciertas dudas que viven en mi interior y me atormentan todos los días.

—Esta lista, señorita —me avisa Olivia, rescatándome de mi guerra conmigo misma.

Cuando me vuelvo a mamá ahogo un pequeño grito de alegría, y me llevo las manos a la boca sorprendida. Está realmente bella. Su cabello castaño y largo, está recogido en un chongo trenzado. Le han puesto un vestido dorado y de encaje, con la espalda abierta. Su maquillaje es de un tono natural que hace que resalte aún más, con ese color de labios rojo que le han puesto.

—Mamá, estás guapísima —murmuro estupefacta.

Chillo y aplaudo emocionada, sin tardar en cogerla de la mano para salir de la habitación. Estamos listas para la fiesta. Ella ríe junto con mis criadas y juntas, caminamos disfrutando del tiempo que estamos pasando en compañía de una y la otra.

Necesitaba esto, necesitaba a mi madre conmigo.

[...]

Los pasillos están llenos de gente, tanto trabajadores como invitados. Al vernos nos reconocen y nos saludan con una leve reverencia. Mamá se queda sorprendida por el respeto que me tienen, tanto a mi, como al resto de los miembros de la casa. Algunos de los invitados nos detienen a mitad del camino para charlar con nosotras. Al principio mi madre, sólo se limita a sonreír ruborizada ante los halagos de los recién llegados, pero finalmente acaba por soltarse e incorporárse a la conversación.

En mi casa apenas ha habido fiestas de este tipo por no decir ninguna, y para mi sorpresa, aquí acostumbran a hacer. Aunque desde mi llegada, yo no he presenciado ninguna. No obstante, me alegra saber que a partir de ahora cuando tenga mi propio negocio, será así siempre, incluido en el palacio.

Llegamos a la sala de baile y todos callan al instante para saludarnos. Mi madre se queda detrás mía avergonzada, pero yo me niego y la obligo a quedarse a mi lado, forzejeando un poco hasta que lo consigo. Yo sonrío y alzo la mano, para que la música vuelva a sonar y las risas y el baile, sean lo único presente en esta estancia, que hoy tiene una decoración exquisita. Hay cortinas de oro que cubren lo sombrío de la casa. Una banda de música tocan una canción divertida y un grupito bastante considerable, se anima a bailar.

Mi madre mira con cierta envidia, sé lo que quiere y me apena que mi padre no quiera dárselo.

La miro entristecida y con el corazón encogido, pensando en cuántas penurias debe haber pasado. Suspiro exasperada y sin saber qué hacer, pero entonces un apuesto hombre, de cabello canoso y ojos azules, se le acerca con una sonrisa gentil. Ella lo mira pasmada e inmóvil en su sitio, él sin embargo ríe y le tiende la mano con firmeza.

Quiere sacarla a bailar. Sin pensarlo más la empujo y ella cae sobre sus brazos, él no tarda en cogerla. Los dos me miran ruborizados y yo me aguanto la risa feliz. Él me guiña un ojo agradecido mientras mi madre, me amenaza en silencio. Me encojo de hombros y desvío la mirada, observando cómo de reojo se la lleva a la pista. Por favor, sálvala de su pesadilla buen hombre. Aunque sea sólo por hoy. Lo extraño es que mi padre tarde en aparecer ¿Dónde estará? De seguro que no está planeando nada bueno.

MENTIRAS EN LA REALEZA (TERMINADA)Where stories live. Discover now