Capítulo 19.

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Estamos comiendo en silencio y dos niñas aparecen en el comedor riendo entre ellas. Se sientan junto a mi tío Giotto, que las regaña por llegar tarde y no disculparse. Son Amadea y Fiorella. Comienzan a comer, pero hacen marear a los sirvientes protestando porque no les gusta la comida. Hasta que Giotto, ordena que les preparen algo sencillo y vuelve a recriminarlas.

Ellas protestan porque se aburren y dicen que aquí no encuentran nada divertido. Hoy visten de negro también, es su color favorito y el que más les gusta. Halagan cómo tienen la casa, sombría, como a ellas les gusta. Después se vuelven a mi y piden a su padre que las deje ir conmigo. Él se niega, pero su madre le discute y acaba aceptando a regañadientes.

Cada una se sienta a mi lado y me observan con una sonrisa maliciosa.

—Hola, prima —me saludan al unísono entre risitas divertidas.

—Hola —respondo arqueando las cejas y mirándolas con cautela —. ¿Qué queréis? —cuestiono con desconfianza.

Las conozco, siempre traman algo.

—¡Oh, vamos! Nos ofende que digas eso, sólo nos preocupamos por ti —dice Amadea fingiendo estar ofendida.

—Exacto, debes de estar pasándolo mal. En fin, vas a ser el centro de atención en todo el reino, todos se van a reír de ti, no encontrarás nunca matrimonio...

—¡Eso debe de ser horrible! —interviene Amadea secundando la opinión de Fiorella.

Asienten con firmeza, mordiéndose el labio inferior con sorna y se miran entre ellas, de manera cómplice.

—Está bien prima, al grano —me informa una de ellas tajante —. Tenemos un plan que te va a encantar —me ofrece Fiorella dando saltitos en su sitio eufórica.

—¿Cómo? —pregunto confundida.

—Déjate llevar y déjanos ayudarte, por favor... —suplica con insistencia poniendo ojitos de tristeza.

—Te llevarás una grata sorpresa —confirma Amadea, con intención de dar más jugosidad al asunto.

Las miro patidifusa, no sé qué están tramando. No obstante, ya tengo suficiente con lo que está pasando y no me importa, lo que anden haciendo. Así que asiento y ellas me abrazan con fuerza. Yo me dejo llevar y suelto una pequeña risita, a veces no me puedo resistir a sus travesuras. Ojalá fuera así como ellas y viera todo tan fácil como lo ven. Se me hacen entrañables y graciosas.

[...]

Terminamos de comer y cada uno regresa a sus aposentos, Louis me acompaña hasta mi alcoba y entra conmigo. Entonces tira de mi y me besa con pasión y desesperación, a la vez que acaricia mi rostro y revuelve mi cabello. Yo correspondo a su gesto con la misma entrega que él. Nos abrazamos y nos tumbamos en la cama, todo lo largos que somos. Él deja que me apoye en su regazo y me refugio en él.

—Necesitaba esto —murmura Louis con un hilo de voz.

—Y yo también —lamento con un nudo en la garganta —. Estoy cansada de que salgan constantemente situaciones como estas, difíciles de llevar para mi y para vosotros. A veces pienso que soy un estorbo allí a donde voy —añado irritada y con un chasquido de lengua.

—¡¿Qué?! ¡No! —me aclara Louis rápidamente, alzando mi barbilla y obligándome a mirarlo a los ojos, con resolución —. Tú no eres una molestia, no vuelvas a pensarlo.

Asiento dubitativa y él vuelve a juntar mis labios con los suyos, en un beso lento y sutil. Después salimos al balcón y me abraza por detrás, para tomar un poco de aire fresco. Hoy tampoco hay sol y cada día comienzo a echarlo más de menos. Ese cálido y caluroso día primaveral que añoro con toda mi alma, esa brisa lijera que alivia tu cuerpo y mente. Esas flores que te embriagan con su perfume y dan vida, a cualquier ser que se cruce en su camino.

MENTIRAS EN LA REALEZA (TERMINADA)Where stories live. Discover now