Capítulo 11.

236 38 2
                                    

Mientras ella me sirve la comida observo la cocina con sutileza. Es una casa rústica, con tonos pastel y simple, sin apenas decoración. Realmente no tiene nada que ver con palacio. Pero que no entre ni una gota de luz me estresa, necesito luz en Italia siempre había sol. Asqueada me siento en una de las sillas y resoplo aburrida.

Ella sólo se limita a servirme la comida y nada más.

—¿Por qué no se sienta a mi lado y come conmigo? —pregunto entusiasmada.

Me gustaría conocerla.

Romelia se vuelve a mi y me observa patidifusa, parpadea reiteradas veces y zarandea la cabeza frustrada. Se rasca la cabeza y mira hacia un lado y hacia otro inquieta. Rio y me acerco a ella para ayudarla a sentarse a mi lado, le sirvo una taza de sopa caliente —que es lo que me ha preparado—, y después me vuelvo a sentar en mi sitio.

—Ya entiendo porqué está casada con Barnaby. Lo va ha traer loco, señorita —masculla Romelia con atrevimiento —. Es la primera mujer que se atreve a llevarle la contraria.

Sin poder contenerme más, estallo a carcajadas por su sinceridad tan natural y escupo sin querer parte de la sopa. Me limpio enseguida con la servilleta, pero mi compostura se vuelve a perder en cuanto recupero la risa. Cuando termino el caldo Romelia me acompaña a mis aposentos y me deja sola. Aprovecho para poner en mi armario la poca ropa que traje para estos tres días. Aquí no hay tanta gente trabajando como en palacio, ni siquiera guardias. Se me hace extraño.

Barnaby tarda en volver y comienzo a preocuparme bastante ¿No se habrá perdido en el bosque? ¿Y si le ha pasado algo? El corazón empieza a latir eufóricamente y trago saliva con el estómago encogido. Zarandeo la cabeza angustiada y procuro no pensar en eso. Echo de menos a Louis y sólo han pasado unas horas sin verlo, pero es que tenemos tan pocos momentos a solas, eso sí, los aprovechamos bien cuando los tenemos.

Me muerdo el labio inferior imaginando que me hace el amor de mil formas. Respiro hondo y termino de recoger la última prenda. Después me pongo un camisón largo y blanco —que siempre me pongo para dormir—, y me abrigo con una bata de algodón y gruesa. Me siento en borde de la cama y estudio la habitación con melancolía.

Las paredes son de un tono verde turquesa, con un sofá junto a una enorme chimenea y una mesa pequeña. Tiene un espejo grande a un lado y una silla para sentarte cuando te arreglas, y también una pequeña estantería llena de libros. Balanceo los pies inconscientemente y frunzo los labios, estoy desorientada y no sé qué hacer aquí para pasar el tiempo. Me pongo en pie y me acerco a la escritorio, para coger de la estantería un libro al azar de tapa roja con letras grabadas en oro. En él aparecen dibujados una mujer y un hombre besándose. Se títula Un beso por dos más.

Me dirijo al sofá y me siento ahí frente a un fuego vivaz, que calienta mi cuerpo y lo descongela de este frío eterno y típico del reino.

—Veo que llego a tiempo.

Una voz autoriraria me sobresalta y ahogo un grito asustada. Cuando me quiero dar cuenta, Barnaby ya está tumbado encima de mis piernas cómodamente. Cierra los ojos y coge aire esperando a mi lectura imprevista.

—No te oigo —me advierte cantarín.

Arqueo las cejas y lo observo estupefacta, pero carraspeo contrariada y me concentro en las primeras palabras del libro, con todo mi esfuerzo.

Concéntrate.

Barnaby se muestra pálido, sudoroso y con ojeras de no haber dormido por años, su rostro se arruga por momentos y frunce el ceño a menudo, incluso su cuerpo tiembla ligeramente. No lo entiendo, antes de venir aquí no tenía este aspecto tan devastador ¿Qué le habrá pasado? ¿Por qué ha ido al bosque? ¿Qué tan importante tenía que hacer allí?

MENTIRAS EN LA REALEZA (TERMINADA)Where stories live. Discover now