Capítulo 23.

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Mientras veo cómo va llegando mi familia desde la ventana de una salita de la iglesia, un escalofrío recorre mi espina dorsal, provocando que mi rostro se vuelva pálido y sombrío. Mis primas se materializan y me vuelvo a ellas sorprendida, por su repentina aparición y ahogando un grito, asustada. Ellas ríen con malicia y picardía, no obstante, se lanzan a mis brazos y me dan un abrazo bien fuerte, antes de desaparecer y darme tiempo a hablar si quiera.

Cuando me doy cuenta tengo un pequeño trozo de pergamino en la mano. Lo desenrollo y leo en silencio. Mi corazón deja de latir y mi respiración se corta, no puede ser... Louis ha desaparecido ¿Cómo? Les dije que lo protegieran, ¿Por qué no lo han hecho? Llaman a la puerta y entra Barnaby con una media sonrisa y rostro compungido.

—¿Cedrina? ¿Estás bien? —me pregunta tomando mi rostro entre sus manos preocupado.

Comienzo a temblar y a murmurar cosas sin sentido  con lágrimas en los ojos, hasta que convulsiono y rompo a llorar. Él me abraza y me quita de las manos el papel sin previo aviso.

—¡Maldita sea! —grita furioso y muy enfadado.

Aprieta los puños con rabia y vuelve a chillar, yo doy un paso atrás alterada y confundida. Él se da cuenta y se vuelve a mi arrepentido. Me rodea con sus brazos y alza mi barbilla para que lo mire, fijamente a los ojos. Esa tela y esos guantes que cubren su boca y sus manos, me recuerdan a que ni siquiera puedo besar en este momento a quien amo. Ni ver su sonrisa cuando ríe. Ni poder valorar mejor sus facciones de mil formas.

—Te prometo que ese idiota aparece —me asegura sin titubear, para después irse dejándome con un vacío enorme.

Desesperada y angustiada llamo a mis primas, pero ellas no aparecen. Vuelven a llamar a la puerta y al abrirla, esperando que sea él, mi rostro vuelve a agravarse al ver a Amelie y a mi madre. Ellas se me quedan viendo pensativas y se miran desconcertadas.

—¿Todo bien hija? —exije saber mamá.

Asiento desviando la mirada y retorciéndome las manos nerviosa. Trago saliva con un nudo en la garganta, cuando es la hora de caminar al altar. Por suerte la iglesia está en el propio palacio, aunque eso no me libra de las inquietas y curiosas miradas de la gente.

Las puertas se abren dando paso a un pasillo largo y extenso, en donde para mi sorpresa me encuentro con Daniel esperándome en el altar. Me detengo en seco y miro por todos los lados, en busca de Barnaby —que está sentado junto a Callie cabizbajo y apenado, reprimiendo sus impulsos —. ¿Qué está pasando? ¿Por qué no se me ha avisado de con quién me voy a casar? De reojo observo a mi madre y ella está igual de estupefacta que yo, o más.

Esto es el fin, es mi fin... Estoy muerta. Se acabó el vivir. Los murmullos comienzan a expandirse por la sala, parece que la gente tampoco estaba al tanto del inesperado novio, que me espera con ansias de poder en el altar junto al cura. Palidezco y doy los primeros pasos sin saber qué hacer, ¿Cómo puedo salvarme de esta? No es un cuento de princesas en el que el príncipe te salva, porque mi príncipe está embrujado y amenazado de muerte, al igual que yo.

Suspiro y con la cabeza bien alta e ignorando a todos, llegó hasta Daniel. Mi madre lo acusa con rencor y gruñe, dejando mi mano en las de él. Este sin embargo, parece estar satisfecho y sonríe como si no hubiera un mañana. Mientras el sacerdote habla yo desvío la mirada.

—¿Qué pasa querida? ¿No te gusta el novio? —me pregunta desafiante.

—Yo no te amo y no lo haré nunca —advierto respondiendo con asco.

—No te va a quedar más remedio —contesta encogiéndose de hombros indiferente —. Parece que tu padre es el único que está orgulloso de esta situación —añade entre risas escalofriantes —. Así que, yo que tú no estaría tan rebelde después de un matrimonio fallido ramera —me insulta cortante.

MENTIRAS EN LA REALEZA (TERMINADA)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin