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—¡¿Rubén?!— al parecer el castaño se había escondido en el jardín principal del castillo, ya que no había forma de que huyera tan rápido.

Sus instintos le decían que se dirigiera a aquel enorme árbol dónde lo invite a nuestra cita, todo mi cuerpo gritaba que fuera hacia allí, así que eso hice.

Mis pies comenzaron a moverse, me sentía nervioso, asustado y preocupado, conforme más me acercaba, lograba escuchar leves sollozos, que se iban haciendo más fuerte poco a poco.

Miré hacia las gruesas ramas del árbol y allí lo vi. Se recargaba al tronco, mientras abrazaba sus rodillas y escondía su rostro entre sus piernas, ocultando sus lágrimas. A Samuel le dolía verlo así, con sumo cuidado, comenzó a trepar para llegar a él, colgándose del brazo del árbol, logró subir y colocarse justo enfrente del castaño. Que no se inmutó al sentir una presencia.

—Vete, Auron, necesito estar solo— murmuró, aún si levantar la vista.

—Rubén...— susurró su nombre, quien le miró rápidamente, intentando alejarse de él.

Su rostro enrojecido, al igual que sus ojos, mientras un par de lágrimas caían rebeldemente por sus mejillas, sus cabello despeinado y su respiración agitada, hizo que el joven príncipe se acercara a él.

—Príncipe Samuel...— susurró— Usted debería estar con la princesa Akira así como yo debería haberme quedado en mi isla...— iba a saltar del árbol, pero los brazos del azabache se lo impidieron.

—Debemos hablar, Rubén— susurró a su oído, ocasionado un leve escalofrío en el cuerpo del menor.

—Suélteme, su majestad— trató de forzar el agarre, pero su delgado cuerpo no se comparaba con los músculos de Samuel.

—No, Rubén. No dejaré que te vayas hasta que me escuches— giro al chico, haciendo que le mirara.

—¡Tienes que dejarme ir!— grito, sus lágrimas cayeron con más intensidad que antes, estaba desesperado y al borde de un ataque de ansiedad.

—¡Déjame explicártelo! Y sino te convenzo, yo personalmente te llevaré de vuelta a tu isla y yo no volveremos a vernos como deseas— esto puso sumamente nervioso al menor.

—Di todo lo que tengas que decir rápido— dijo, pasando sus manos por su rostro, limpiando sus lágrimas.

—Me gustas, Rubén—.

El castaño se congeló, aquellas palabras que tanto había soñado con escuchar, acababan de salir de él. ¿Acaso estaba soñando? Se talló un par de veces los ojos, esperando que Samuel desapareciera y Auron lo estuviera despertando, pero no pasó, Samuel seguía ahí, delante suya.

—Pero...— susurró— La carta que leyó el rey Enrique...-

—Esa carta era para ti, mira— sacó rápidamente el papel arrugado de su bolsillo, mostrando que había un nombre tachonado y aún lado el de Akira.

Colocando el papel hacia la luz de la luna, se leía un leve "Rubén" bajo la mancha tinta que arruinaba la perfecta carta.

—¿Y Akira..?—.

Algo dentro de Rubén se negaba a creer que sus sentimientos por el príncipe eran correspondidos.

—Akira tiene una pareja y yo quiero que ella sea feliz, así como ella quiere que nosotros seamos felices—.

El corazón de Rubén se llenó calidez al escuchar esas palabras, no era de extrañarse, desde pequeña Akira siempre ha sido muy atenta y amable con todas las personas, se preocupa mucho por la gente que la rodea, incluido su introvertido hermano Mathias.

||Valiente|| Karmaland 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora