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—Pueblo de Argath, mi maravilloso pueblo. Luego de unas estrictas y rigurosas pruebas a mis hijos, hemos de anunciar quién será el heredero al trono.

Un pequeño niño de tan solo 9 años se mostraba nervioso, sus cabellos dorados se movían levemente con el viento, a su lado, su hermano mayor de 14 años lucia orgulloso y decidido.

—Gente de Argath— un silencio de formaba, todos observaban al rey Enrique desde el balcón de los anuncios oficiales— Me complace anunciarles que...— hizo una pausa, Rubén contuvo la respiración, mientras Mathias comenzó a caminar lentamente hacia su padre— el príncipe Rubén será el heredero al trono de Argath— la gente comenzó a regocijarse, era un día digno de celebrarse.

El azabache se detuvo de golpe, ¿Acaso había escuchado bien? ¿Rubén? ¿Heredero de Argath? ¿Su hermanito menor?

Rubén sonreía incrédulo ante las palabras de su querido padre, quien hizo un par de señas para que caminara hacia él. Dando pequeños y tímidos pasos de dirigió hacia el rey, su corazón latía rápidamente y sus manitas temblaban. A pesar de su corta edad, Rubén entendía la gran responsabilidad que traía ser el heredero y el próximo rey de Argath, siempre dejó en claro que siempre ha querido proteger a los inocentes de la gente mala, siendo un rey o no, ese era su mayor anhelo, ser un héroe para todos.

—Con ustedes— con sumo cuidado, el rey Enrique levantó a su pequeño hijo para colocarlo sobre sus hombros— Rubén, el príncipe heredero—.

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Cenar en familia era la adoración de Rubén, rodeado de sus padres, su extraño hermano Mathias y su querida hermana Akira era lo único que quería para toda su vida.

—Tengo una pregunta— Mathias tomó por sorpresa a todos al levantarse de la mesa, a media cena, algo no estaba bien. Sus padres siempre habían dicho que podríamos hablar cuando terminaban de cenar, algo que Mathias no estaba haciendo.

—¿Qué tan grave es para que interrumpas la cena, Mathias?— habló seriamente su padre.

—¿Por qué no soy yo el heredero?—

Rubén se sintió pequeño ante la pregunta. Su hermano estaba molesto. ¿Pero era su culpa? Se sentía mal.

—Mathias...— llamó su madre.

—No, mamá, enserio. En Karmaland nombraron a Samuel como el príncipe heredero por ser el mayor de los hijos del rey Emilio—

Rubén había escuchado un par de ocasiones sobre Karmaland. Nunca había estado ahí, pero sus padres le contaban que es uno de los reinos más bonitos que existen, al igual que muy poderosos.

—Rubén no es el mayor, yo soy el mayor, yo debo ser el heredero—.

Ambos menores seguían comiendo su cena, sabían que no debían meterse en conversaciones ajenas, como les habían enseñado, más no podían negar que el ambiente era muy pesado.

—Mathias— Enrique se levantó lentamente de la mesa y miró directamente a los ojos oscuros de su enfurecido hijo— Los resultados de las pruebas fueron claras. No habrá nadie más digno que Rubén para ser el heredero a nuestro reino—.

Los ojos de Mathias irradiaban ira, se alejó lentamente negando con la cabeza, salió huyendo.


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—Había una vez, una princesa muy bonita llamada Akira a la que le gustaba jugar a las escondidas— Rubén fingía no saber dónde se escondía su pequeña hermana mientras narraba aquella historia— Que se escondía para que su hermano no la encontrase y...— rápidamente hizo aún lado la cortina que cubría a su hermanita— ¡le hiciera muchas cosquillas!— ambos niños reían a carcajadas realmente eran muy felices y muy unidos.

Cosa que realmente molestaba su hermano mayor, la agradaba que no lo incluyeran en sus juegos de niños, pero le molestaba verlos felices, lo odiaba. No entendía porque, pero un deseo cruzaba la cabeza de aquel chico, "ojalá Rubén desapareciera..."


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—Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos querido Rubén, cumpleaños feliz— su madre cantaba alegre, su pequeño estaba celebrando su décimo año de vida.

El pequeño pastel fue colocado frente a él, quien reía alegre por su día especial, pero principalmente porque su entrenamiento empezaría pronto.

—¡Pide un deseo!— gritaba Akira, contemplando el delicioso pastel de vainilla.

Comenzó a pensarlo, con sus ojos cerrados murmuró —Yo... deseo que siempre estemos juntos y seamos felices— los abrió de vuelta para soplar la vela.

Era extraño que un niño de su edad tuviera pensamientos e ideas tan maduras, eso sorprendía a todas las personas. Su insaciable deseo de ayudar y la gran empatía que nuestra, así como su gran amabilidad y generosidad.


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—Mi querido hermanito— Mathias entraba a la habitación de Rubén luego de la cena, a la cual no había asistido por "asuntos externos".

—¡Mathias!— a pesar de ello, Rubén adoraba con todo su corazón a su hermano mayor.

—He venido por tu regalo, Rubén— el azabache se acercó para sentarse sobre la enorme cama del castaño, quien se emocionó al escuchar las palabras de su hermano.

—¿Qué es? ¿Qué es?—

—Nuestros padres me han autorizado a que te lleve a una de mis aventuras en barco— la carita de Rubén se llenaba de asombro y sus ojos brillaban. Sería su primer viaje en barco. Su primer viaje en barco con Mathias, estaba emocionado.

—¿Enserio?— exclamaba dando pequeños saltitos

—Así es, Rubén. Visitaremos un arrecife de coral para después dirigirnos a...— hizo una leve pausa— Karmaland—.

—¡Es el mejor cumpleaños de mi vida!— grito emocionado, comenzando a saltar en su cama. Podría ser un príncipe pero aún era un niño, un niño muy expresivo.

—Mañana zarpamos, Rubén. Buenas noches y feliz cumpleaños, mi querido hermanito—.


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||Valiente|| Karmaland 4Where stories live. Discover now