24

300 52 11
                                    

Samuel estaba en shock. Sin embargo, sabía que sus sentimientos eran correspondidos, que Rubén le haya rechazado debió haber sido por una razón.

—Samuel— escuchó la dulce voz de Akira detrás suya—Yo...— le interrumpió, nadie emitía ni un solo sonido, hasta habían contenido la respiración.

—Debo hablar con él— susurró mientras salía corriendo, siguiendo el camino que su osito había seguido con anteriores huyendo de aquel anillo que dejó caer en cuanto sus piernas se movieron. Le dolía. Realmente le dolía, se había visualizado con Rubén comenzando a llorar mientras decía que si, le hubiera abrazado en el aire mientras le daba vueltas y lo besaba, la gente aplaudiría y dias después se llevaría a cabo la mejor boda posible.

Quizá había soñado demasiado. Debía olvidar esa visión y asegurarse de que su amado Rubén pudiera darle una respuesta a su inquieto y dolido corazón.

Escuchó una puerta cerrarse con fuerza, sin duda era el castaño, pues provenía de su habitación, se detuvo estando frente a ella, su corazón latía desbocado, pues escuchaba leves sollozos provenientes del otro lado de la puerta.

Estaba llorando.

Observó la enorme puerta de madera de roble oscuro, con hermosos detalles tallados en ella, por alguna razón esta crecía y creía cada vez más, sentía que se mareaba. Suspiró con fuerza antes de atreverse a tocar la puerta.

—¿Rubén?— su voz salió rota, pero escuchó un poco de movimiento dentro—¿Puedo pasar, Cuchuchi?—preguntó.

Silencio.

Odiaba el silencio, pues las voces en su cabeza eran sumamente ruidosas.

—Solo quiero hablar contigo, Osito— dijo—¿Puedo pasar?—.

—Adelante— escuchó casi en su susurro roto.

Abrió la puerta con suavidad, encontrándose al castaño sentado sobre su pequeño sillón unido al enorme ventanal, la habitación era sumamente oscuro, sin embargo la luz de la luna iluminaba su figura, dejando que las lágrimas que escurrían por sus mejillas brillaran, abrazaba sus piernas fuertemente, se había quitado su traje y se había colocado una sencilla pijama. Había lanzando su corona hacia la esquina de su habitación, queriendo estar lo más alejado de aquella joya que representaba su futuro.

—¿Qué sucedió?— preguntó, dando pasos pequeños, evitando alterarlo— No vine a reclamarte— dijo al observar cómo sus manos temblaban ligeramente a la par que lo hacían sus labios— Solo necesito respuestas— termino de decir mientras se agachaba al lado suyo— No te juzgaré—.

Rubén tragó saliva, mientras se ponía a limpiar las lágrimas que aún marcaban sus mejillas con la manga de su camisa larga.

—Samuel— su voz parecía haber sido cortada en millones de pedazos— Te amo mucho, créeme que lo hago— hizo una pausa antes de volver a sollozar— Pero no estoy listo para casarme—.

Samuel, pase casi la mitad de mi vida sobreviviendo en una isla, no me malinterpretes, fueron años muy bonitos pero a la vez muy difíciles. Conocí absolutamente cada rincón de aquel paraíso, sus animales, sus plantas, cada hoja y tronco, nuestras "camas" hechas con las hojas más suaves que encontrábamos. Cada lugar existente es una aventura nueva y hay millones de lugares en este mundo, hay tantas increíbles y maravillosas posibilidades que conocer.

Quiero conocer, viajar, descubrir y explorar, quiero correr por enormes valles verdosos y nadar en las más cristalinas aguas del mundo. Quiero sentirme como un ave que abre sus alas para volar a cualquier lugar del mundo, esta corona, un matrimonio, un reinado me está arrancando las plumas que quieren comenzar a salir.

Samuel, hay tantas cosas que quiero hacer antes de casarme contigo, perdón que te haya lastimado, pero no seré feliz sino cumplo lo que deseo.

El azabache se puso de pie rápidamente, rodeando sus mejillas con suavidad y besando su frente, sus pulgares se encargaron de limpiar los restos de lágrimas que marcaban su bello rostro.

—Rubén, mi osito— dijo, mirándolo directo a los ojos— Cuentas con todo mi apoyo para lograr eso—.

—¿Sin importar que te haya rechazado?— dijo en un susurro vergonzoso.

— Eso no importa ahora, mi pequeño— depositó un dulce beso en sus labios rosados— Esperaré todo el tiempo que sea necesario por ti, no te presionaré, mi amor por ti es tan grande como el océano y tan infinito como el universo— Rubén sonrió— Eres una flor, la flor más bella de este basto jardín. Una flor que estoy dispuesto a cuidar hasta el momento que se sienta preparada—.

—Samuel— susurró— Te lo agradezco— sus brazos rodearon el cuello del azabache, siendo correspondido al sentir como aprisionaba su cintura.

—No hay de que agradecer, chiqui— sus miradas se dirigieron a la ventana, aún no querían soltarse, así que abrazos disfrutaron de la vista la celebración del reino de Argath.

||Valiente|| Karmaland 4Where stories live. Discover now