5.17 50 años (2)

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No importaba qué día fuera, el castillo dorado tenía miles de visitantes, tarde o temprano se encontraría con alguien, Saki atravesó portales hasta que vio una luz y la siguió, sobre unas rocas se encontraban cuatro jóvenes sentados y con rostros alargados.

– Disculpen – corrió – yo, perdí a mi grupo, podrían decirme qué habitación conecta con la entrada, era nuestro punto de reunión, el otro mago espacial de mi secta me espera ahí – no supo si estaba dando muchas explicaciones o si estaba dando muy pocas.

El joven que parecía ser el líder del grupo saltó de la roca – seguro – mostró su cubo y abrió el mapa, entre todas las habitaciones había una con una estrella, era la habitación similar al salón de un castillo con rocas tiradas en el suelo, la parte inusual, era que las habitaciones estaban opacas, y no tan brillante como él las recordaba.

– Muchas gracias – corrió hacia atrás y abrió un portal a toda prisa.

Los portales se actualizaban cada hora, si no tenía un reloj consigo y no sabía el momento exacto en el que el castillo se abrió, esa hora podía ser en cincuenta minutos o en cinco.

Llegó a la entrada, apretó las manos en puños y dio un salto.

La luz del sol lo cegó.

En su mundo, el cielo fue oscuro por décadas y cuando comenzó a aclararse lo hizo muy lentamente, con un cielo de tonalidades ligeramente claras, jamás vio un sol brillante y sus rodillas tocaron el suelo.

Estaba afuera.

Lo que estaba sintiendo era la luz del sol y lo que tocaba era el polvo con pequeñas piedras rojas, o por lo menos ese color parecía – lo conseguí – vio una sombra cubriéndolo y al levantar la mirada vio una figura masculina que le tapaba el sol.

– ¿Qué fue lo que hiciste? – la mano de Note tomó su cuello y lo empujó contra las paredes – no está, ¿qué fue lo que hiciste?, es mío, me pertenece, ¿tienes idea de cuántos años he tratado de conseguirlo?, ¡doscientos!

Saki tuvo problemas por la presión contra su clavícula y sus ojos todavía no se acostumbraban a la luz – si miras una manzana por dos horas y yo llego y la tomo, ¿se supone que tengo que entregártela?

– Si – le gritó.

– Suéltalo.

Si Romeo estuviera fuera de su espacio, habría podido decirle la identidad de la mujer vestida de negro, pero estando atrapado era incapaz de ver al hada de hielo.

Viola mantuvo su lanza apuntando al cuello de Note, no sabía quién era él y estaba seguro de que no era parte de su trama, pero sí conocía al otro chico, Saki Alister, uno de sus personajes – suéltalo ahora, y trataré de ser amable.

– ¿Amiga tuya?, dile que saque su apestoso trasero o voy a cortarla en pedazos – le dijo muy cerca del oído.

Lo que en verdad apestaba, era el aliento de Note.

– No la conozco, jamás la había visto antes.

Viola se sintió ignorada y congeló la mano de Note que todavía estaba sujetando la ropa de Saki, el hielo cortó un trozo de tela, Saki cayó al suelo y Note miró su mano congelada con una sonrisa maliciosa.

– Interesante.

Saki mantuvo la vista fija sobre Note esperando el momento en que fuera seguro abrir un portal y desaparecer, pero Note vio sus intenciones y el brazalete de su muñeca se extendió hasta tener setenta centímetros de diámetro, bajó sobre la cabeza de Saki y al llegar a su cuello redujo su tamaño hasta volverse un collar.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Where stories live. Discover now