No soy un virus, soy un acosador (primera parte)

6.24 Fiesta (2)

Aurora se aferró al brazo de Gregory, en la última hora había escuchado suficientes nombres para tener dolor de cabeza y no podía recordar uno solo, quizá porque no estaba prestando atención o porque no le interesaba, todos pertenecían a compañías de las que jamás había oído hablar y no esperaba hacerlo después de esa noche.

Gregory notó la incomodidad de su acompañante y desvió su camino hacia la piscina, había menos personas y el sitio era más oscuro, podían perderse por un momento sin dejar la fiesta – es como ir al dentista, la anestesia es lo único que duele.

Aurora no lo entendió y se limitó a mirar hacia la cascada artificial – no me gustan las fiestas.

– Eres la primera mujer de la que escucho que no le gusta divertirse.

– No dije que no me gustara divertirme, dije que no me gustaban las fiestas, hay muchas otras formas de divertirse.

– Menciona una.

– Escuchar música en mi habitación, leer un libro, tomar una siesta por la tarde – comenzó a recitar y Gregory comenzó a reírse – lo estoy diciendo en serio.

– Lo sé, es lo que lo hace más gracioso, esas actividades que mencionas, en una de ellas estás literalmente durmiendo y dices que son divertidas.

Aurora no pudo debatir eso.

– Te diré lo que haremos, iré a presentarme con el editor de Vanguardia que será igual a comer hígado crudo, hablaré con algunas personas muy divertidas y después escaparemos por la salida que da a los baños y te llevaré a casa, ¿qué le dices a eso?

Los ojos de Aurora se iluminaron – ¿es en verdad?, claro – dejar esa fiesta era lo que más la haría feliz, ni siquiera podía caminar sin sujetar el brazo de Gregory, sí lo soltara, caería al suelo a causa de los tacones altos.

– Te lo prometo, no tardaré – le dijo Gregory liberó su brazo – espérame aquí, no te muevas.

No era posible, con esos tacones de aguja de diez centímetros, estar parada se consideraba un deporte de alto riesgo. Respiró profundamente y esperó, su largo cabello estaba suelto a diferencia de como siempre lo acomodaba y lo peinó un poco mientras esperaba.

– Aurora Islas, ¿estoy en lo correcto? – dijo Cristina en voz alta al acercarse a ella – ese es tu nombre – la miró de arriba abajo y sonrió con burla.

Aurora no identificó a Cristina de inmediato, durante la sesión fotográfica no miró demasiado a las otras modelos, por lo que no sabía que ya se habían encontrado – disculpa, ¿quién eres?

Hubo risas silenciosas.

La expresión de Cristina se descompuso, ella era la modelo más reconocida de la nación, su rostro estaba en portadas de revistas, participaba en pasarelas en el extranjero y exceptuando ropa interior, había modelado todo tipo de ropa, y en ese momento, se encontraba con una mujer que decía no conocerla.

Tal comentario, solo podía ser una mentira dicha para humillarla.

– Te crees divertida – dio un paso hacia ella – una aspirante que consiguió un afiche de Brisa de Mar, debió ser como sacarte la lotería, pero, ¿de verdad crees que eres tan buena?, solo por una misera fotografía, ¿crees que puedes competir conmigo?

Aurora parpadeó un par de veces – no lo entiendo.

– ¿Te estás burlando de mí? – habló con rabia.

– No lo hago, en realidad no lo entiendo, no estoy en una competencia.

– ¿Qué?, tú – Cristina se detuvo un momento para calmarse antes de gritar algo de lo que se arrepentiría, miró a Aurora y tuvo el presentimiento de que no estaba mintiendo, que en verdad era una ignorante y que no entendía sus palabras, si ese era el caso, entonces definitivamente no merecía ser el rostro de Brisa de Mar – te lo explicaré – dio otro paso, en ese punto Aurora debió retroceder, pero no lo hizo – en todo trabajo, cuando miras a tu alrededor no estás viendo a tus colegas, ves a tus rivales, la venta que una de ellas logre, es una venta que tú no conseguiste, el cliente que ellas aceptan, es un cliente que tú perdiste, es lo mismo para las modelos, solo unas cuantas tienen lo que se necesita para caminar sobre – dio otro paso y casi chocó con Aurora.