5.20 Divorciado, abandonado y herido (1)

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El asunto con Alicia Alister, no valía la pena mencionarlo.

Saki encontró un poco extraño que Elliot no respondiera a su pregunta, también, entre más miraba esa casa, más le gustaba, pero también se daba cuenta de que ese no era el gusto de Mina, si ella era la señora de esa casa, era imposible que lo dejara vivir así, a menos que esa fuera una casa alquilada, lo cual tendría mucho más sentido.

– Joven Alister, me gustaría pedirle que no mencionara el matrimonio en presencia del joven Reikon.

– ¿Por qué?

Era una historia muy larga y Hansel intentó resumirla – el joven Reikon estuvo casado con la señora Dala, tristemente su relación fracaso y ahora están divorciados, se lo comento porque el joven dijo que ustedes solían ser compañeros de secta, espero entienda que es un tema muy delicado y al joven no le gusta hablar sobre eso, ha sido un tiempo muy difícil desde su divorcio.

– Ya veo, no lo mencionaré.

Olvidando los cincuenta años, ni siquiera en un millón de años Saki imaginaría ese escenario, Elliot Reikon casándose con Mirella Dala, la Mirella Dala de la secta Amatista que Mina odiaba, y todo acabó en un divorcio, sin mencionar que Elliot todavía no lo superaba.

El hombre duro y frío que se comportaba como un verdadero cretino de pronto se transformó en un hombre divorciado, abandonado y herido.

Desde lo más profundo de su corazón Saki sintió mucha lástima y decidió ser amable y cuidarlo, su cabeza estaba llena de ese pensamiento, pero entonces llegó la comida y todo desapareció.

Elliot se aseguró de que los sirvientes guardaran silencio sobre su invitado y buscó ropa para Saki, para cuando entró al comedor, la mitad de la comida ya había desaparecido.

Saki tragó y se golpeó el pecho para pasar el bocado – volviste, ¿quieres un poco? – usó su cuerpo para que no fuera tan obvio todo lo que comió.

Elliot se burló y colocó la ropa que traía sobre la cama para sentarse.

– Este es el mejor, son vegetales fritos y esto que parece cebolla es col.

Claramente era uno de los mejores platillos, Elliot podía saber porque en el plato apenas quedaba lo suficiente para dos bocados.

– Prueba – Saki levantó el mismo tenedor que había usado con un poco de comida y acercó el plato en caso de que la salta goteara, Elliot lo probó – es bueno, ¿cierto?, y este también, come.

– Si me estás usando como catador, es un poco tarde para eso.

Saki se sintió un poco triste – lo siento.

– Está bien, lo comeré – le dijo y abrió la boca tomándolo directamente del tenedor que Saki sostenía.

El rostro de Saki se llenó con una gran sonrisa y eligió todos los platillos que le habían gustado, sabía que de esa forma Elliot se sentiría mejor y estaba muy feliz. Al mismo tiempo podía cubrir la bandeja con su cuerpo para que él no descubriera que todos los postres desaparecieron.

La comida se terminó y Saki se lavó la cara y los dientes, estaba muy lleno, pasó al baño y al mirar el espejo recordó la ropa que traía puesta, el pantalón era de un color muy claro y delgado, y la camisa era semitransparente, en un día común jamás usaría esa ropa, vistiendo de esa manera, estaba mejor si se desnudaba.

Salió del baño con una expresión sombría.

– Hace frío, ¿tienes algo que pueda ponerme?, no importa que me quede grande.

– Te traje ropa para que te cambies, te la iba a dar antes, pero estabas muy feliz comiendo, no quise interrumpirte.

– Debiste hacerlo – lo regañó y corrió a ver la ropa doblada, había una camisa blanca y otra negra, eligió la blanca, muy de prisa se quitó y pasó la tela suave por su cabeza, después se quitó el pantalón y repasó sus opciones, había un pantalón blanco con siluetas de estrellas, otro negro y uno de color azul marino, se quedó con el de color negro.

El resto de las prendas que no fueron elegidas quedaron esparcidas por la cama y Elliot las recogió para doblarlas y dejarlas en un sillón.

Saki se dejó caer sobre la cama, no había tenido ropa limpia en cincuenta años y tampoco había podido recostarse en una cama tan suave, abrazó la almohada y aspiró el aroma, todo olía a limpio.

Rodó sobre la cama sosteniendo la almohada.

Al igual que Saki, Elliot también tenía ropa para dormir, a Saki le tomó un largo tiempo darse cuenta que solo había una cama – ¿dormirás aquí?

– Lo haré.

– Pero, ¿qué hay de mí? – se señaló.

– Es la única habitación libre que tengo, si no duermes aquí, tendrás que hacerlo en el sillón.

Saki miró el sillón individual y se imaginó durmiendo sentado, no era algo tan grave, si se acomodaba bien y colocaba almohadas debajo o se hacía bolita, sin embargo, la cama era más suave – pero – bajó la mirada – ya elegí almohada y la cama es muy grande, no ocupo mucho espacio – rodó hasta el extremo izquierdo de la cama mostrando como su pequeño y delgado cuerpo cabía perfectamente en un espacio reducido – ¡mira!, además, tú fuiste quién me dejó, tienes que cuidar de mí – su rostro todavía estaba oculto por la almohada mientras hablaba y sus ojos se veían tristes.

– Entiendo, te prometo que lo haré.

Con esas palabras Saki sonrió y siguió abrazando su almohada.

Solo unas horas atrás había estado tan asustado y ahora era tan feliz, en ese intenso contraste, olvidó que había pasado cincuenta años atrapado en un castillo, o que había estado a punto de ser vendido como esclavo, y lo más importante, olvidó que la persona a su lado, era la causante de una de esas desgracias. Él se limitó a sonreír en la suave cama como si su mente solo pudiera sopesar un sentimiento a la vez y justo en ese momento, irradiaba felicidad.

Elliot estiró la mano para acomodarle el cabello y al acercarse a su oreja, Saki apretó los parpados y retrocedió, estando en el borde de la cama, casi cayó al suelo, fue Elliot quien le atrapó los hombros y tiró de él – tú – se tragó sus regaños – la cama es muy grande, puedes dormir en el centro.

– Pero estorbaré.

– Un palillo estorbaría más que tú – se levantó enojado y apagó el cristal de luz que iluminaba la habitación.

Saki miró su cuerpo exageradamente delgado y recordó que por muchos años su dieta fue fruta – tal vez podría subir un poco de peso – susurró.

– Mañana comenzaré a engordarte.

De alguna forma, esas palabras no se sintieron amables y lo hicieron enojar, golpeó su almohada y se recostó.

La noche llegó y el clima se volvió caluroso, Saki se movió en la cama esperando el momento en el que la temperatura bajara y pudiera descansar, pero el clima se volvió más y más caluroso, la tela sobre su cuerpo se sentía pesada como si fuera una piedra, se liberó de la sábana y después se quitó la camisa lanzándola si mirar donde, giró una vez más y descubrió un objeto tan cálido como un horno a su lado, de inmediato huyó.

La temperatura misteriosamente bajó.

El calor se fue, dando paso a un aire frío, la camisa ya no cubría su cuerpo y la sábana había desaparecido, Saki se movió en la cama en la búsqueda del objeto caliente que había notado antes y lo abrazó, la piel caliente era agradable y decidió que no lo dejaría ir, el resto de su cuerpo fue cubierto y dejó de sentir frío. Había un aroma almizclado que inundaba su nariz y la sensación era acogedora y agradable.

Y a diferencia de Romeo, era más cálido.

Se quedó completamente dormido.

Elliot encontró muy divertidos sus movimientos y le acomodó el cabello detrás de la oreja, poco después, se encontró siendo abrazado por un coala que no quería dejarlo ir.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Where stories live. Discover now